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Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania
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lunes, 17 de septiembre de 2012

San Hermann Joseph y la música de las Santas Vírgenes

San Hermann Joseph.
 
Existen algunos casos de personajes, principalmente durante la época medieval, que han escuchado “melodías” procedentes del más allá, que dieron lugar a algunas de las más grandes y famosas composiciones musicales.

Un conocido caso de “música celestial” es el vivido por el místico Hermann Joseph von Steninfeld (1150-1241), devoto de Santa Úrsula y de sus once mil vírgenes, que escribió la secuencia Virginalis turma sexus y el himno O Vernantes Christi Rosae, gracias a que el enorme coro de las doncellas cantaba “desde el más allá” la melodía mientras él la transcribía.

San Hermann Joseph, O.Praem, (ca. 1150 - 7 de abril 1241). fue un místico canónigo alemán, de la orden Premonstratense regular. Nunca canonizado formalmente, en 1958 su condición de un santo de la Iglesia Católica Romana fue reconocida oficialmente por el Papa Pío XII.

Nació en Colonia. De acuerdo a la biografía de Razo Bonvisinus, un contemporáneo Prior de Steinfeld Abbey (Acta Sanctorum, 7 de abril, I, 679), Hermann era hijo de padres nobles pero pobres, siendo su padre Lotario, conde de Meer (ahora Meerbusch) y su madre era Santa Hildegund. A la edad de siete años asistió a la escuela y muy pronto fue conocido por la devoción a la Santísima Virgen. En todo momento disponible se le podía encontrar en la iglesia de Santa María en el Capitolio, donde se arrodillaba envuelto en oración a María. Bonvisinus afirma que una vez que el niño presentó una manzana, ahorrado de su propia comida, a una estatua de Jesús quien lo aceptó. De acuerdo con otra leyenda, en otra ocasión, cuando en un día frío hizo su aparición con los pies descalzos la Virgen María le procuró los medios para conseguir los zapatos.

Sus obras son: "Un comentario sobre el Cantar de los Cantares", que se ha perdido "; Opuscula" (nueva edición, Namur, 1899), incluyendo: "Duodecim gratiarum actiones", "seu Jubilus Hymnus de SS undecim millibus Virginibus."; "Oratio ad Dominum nostrum Iesum Christum", tomado en gran medida desde el Cantar de los Cantares: "Alia Oratio", "Precula de quinque gaudiis B. Mariae V." No es del todo cierto si las tres últimas son las obras de Hermann, aunque por lo general se le atribuye a él.

En su biografía, escrita por el también canónico Premonstratense, Joseph Estevan de Noriega, se describe con detalle cómo el Santo Hermann Joseph era visitado por vírgenes celestiales que le dictaron las pieza musicales acá presentadas.



130 No ha de ser todo (como decíamos en el capítulo pasado) dolores, suspiros, sustos y oscuridades: también han de tener su vez, alternando las luces, los consuelos y alegres músicas, para que tome aliento el corazón oprimido; que es de carne, no de bronce: Y aunque sea un Job el que padece, fortalecido con los socorros de la gracia, no sufren las piedades de Dios, siempre que haga todo a costa de la paciencia. Cuando el Beato Joseph en su aprensión, y en la de los que solo atendían a las exterioridades de sus trabajos; se miraba como desamparado, desechado y perseguido de la mano de Dios por sus culpas imaginadas, o por el indiscreto rigor (como algunos creían) de sus penitencias, imposibilitado a seguir el curso de su comunidad, y retirado en su rincón: cuidaba la Providencia Divina de enviar de la Gloria quien le visitase, y le divirtiese. Unas veces bajaba a su pobre celda la Reyna de los Angeles y otras enviaba en su nombre a sus Damas, especialmente a la valerosa Capitana Santa Ursula, con su numeroso ejército de Once mil Vírgenes: de quienes era devotísimo el Beato Joseph, ya por simbolizar tanto con su virginidad la pureza, ya por ser sagrado depósito de sus venerables reliquias Colonia, su patria.

131 Al paso que eran frecuentes, y singulares los favores que hacían estas Santas Vírgenes a su devoto, se desvelaba este en ingeniar expresiones de agradecimiento. Pasaban horas enteras en visita y santa conversación con el Beato Joseph, tan familiarmente, que les preguntaba sus nombres, y ellas se lo decían: le consultaba sus dudas, y las santas le sacaban de ellas: le contaba sus trabajos, y ellas le consolaban y alentaban a padecerlos. Le pareció, pues, a Joseph que el modo más proporcionado para mostrarse agradecido a tan repetidos favores y juntamente divertir el tiempo en el retiro de fu penosa soledad, en cosa que estimulase su devoción; sería escribir la historia del glorioso martirio de estas Santas Vírgenes , dejando correr la ternura de su afecto por la pluma en sus alabanzas. Para entrar en esta obra le sobraban a su devoción alientos y estímulos; pero le faltaban noticias individuales, seguras, y bien fundadas. Con todo eso, gobernado de superior impulso, sin que le sirviera de rémora la dificultad, se aplicó a escribir. Apenas hubo tomado la pluma, cuando una del Coro de aquellas Santas Vírgenes bajó, cercada de resplandores de gloria, a su estancia, y sentándose con alegre semblante a la mesa en que estaba escribiendo, le informó de las individuales circunstancias del Martirio de todas. Al mismo tiempo vio, que una hermosísima paloma, posando su vuelo sobre el hombro de la Virgen, que le dictaba, y aplicando el pico a su oído, se estuvo así todo el tiempo que su celestial maestra le estuvo dictando, y el Santo Joseph escribiendo. Le fué revelado que también esta paloma era otra del número de las Santas Vírgenes: y por eso de allí en adelante tenia de costumbre llamar Collumbelas o Palomicas, no solo a estas Santas, sino también a todas las que consagraban a Dios su pureza, alistándose bajo de la bandera de sus esposas.

132 Que historia sea esta que escribió N. Beato Joseph por Divina Revelación, es punto seria y largamente controvertido de los historiadores. El erudito Padre Hermanno Combrach, de la Compañía de Jesús, en su obra, cuyo título es: Santa Ursula vindicata, prueba difusamente, y se aplica a que una historia antigua, impresa en Colonia, escrita por los años de Cristo de 1180, por inspiración de Dios y con eI favor de María Santísima; dedicada también por Divina inspiración a ciertas religiosas, y a los Premonstratenses, como especiales devotos de estas Santas Vírgenes, es la que escribió el B. Joseph Hermanno, y de que se hace mención en este capítulo. A esta opinión (que tomó Combrach del Padre Bebio) no se aferran nuestro Vander Sterre, ni el Papebrochio. Y este se aplica más a que el autor de la historia impresa en Colonia, que el Padre Combrach comenta, fuese el Beato Richardo Anglico, Premonstratense, varón tan devoto, como erudito, cuyos escritos aprobó el Cielo, conservando incorrupta su mano: prodigio que pretendió oscurecer la perfidia de Gebhardo Truchsess, Arzobispo de Colonia, apóstata, arrasando nuestro monasterio, Arensbergense en Westfalia, por los años de 1583, sin que valiese el sagrado a las santas reliquias. Mas aunque pudo su herético furor, por permisión de Dios, quitarnos tan preciosa joya de la vista, pero no de nuestra veneración y perpetua memoria: quedando esta maravilla autenticada y firmada, para seguro crédito de la posteridad, por testigos de vista de mayor excepción.

133 Baste de disgresión, cuando ni ahora me tocan estas disputas, ni sujetos tan eruditos se han atrevido a resolverlas. Lo que parece mas cierto es, que en este capítulo el Autor primero de la Vida del Beato Joseph Hermanno, no habla  de Historia escrita en prosa, sino en verso , puesto que después de escribirla, supone al santo cuidadoso de reducirla a punto para cantarla. Y así, la de que aquí se habla sería, o el himno que compuso en honra de las Once mil Vírgenes, que comienza: O vernantes Christi Rosae: o la Secuencia: Virginalis turma sexus, que se darán impresos entre sus Opúsculos. Los que, por estar en metro más acomodables al canto, podrían servir mejor de recreación espiritual al Beato Joseph.

134 Concluida la Obra, con la dulzura y acierto que se puede considerar del espíritu que le dictaba, y fervorosa devoción de quien la escribía: el único dolor del Beato Joseph era, no ser en esta ocasión, el más diestro maestro de capilla para ponerla en inventando una composición tan airosa, y de tan buen gusto, que pudiese servir a aquellas Cortesanas de la Gloria de algún recreo. Asunto era ciertamente dificultoso pretender agradar y atraer con música de la tierra, a las que ya estaban tan habituadas a olr las melodías de la Gloria. Con todo eso, quiso probar el devoto Joseph la mano: que no fuera fino amante, si loco a lo Divino, a la prenda de poeta, no la diera el realce de músico. ¡Cosa maravillosa! siempre que se ponía a componer su obrilla se llenabaIa celda, y poblaba el aire de numerosas tropas de aquellas Santas Vírgenes, que dividida en Coros, repartiendo entre si los papeles de distintas voces, cantaban los versos con tan suaves melodías, que hacían a la celestial capilla de los Angeles competencia en lo harmonioso de sus gravísimas consonancias. Oíalas suspendido y absorto el Santo, y muchas veces, arrebatado de la dulzura, las acompañaba, tomando para sí el papel de contrabajo al compás del Cielo. Después, a  solas, haciendo memoria, y repasando la lección que había oído, y acompañado, iba poco a poco trabajando su composición el Beato Joseph, sin pesarle de la tardanza, por lograr más ocasiones en que se repitiese la lección de música.

135 No es para omitido el modo como se logró la noticia de este prodigio. Ya hemos ponderado el sumo cuidado que tenía el Beato Joseph en ocultar los favores que del Cielo recibía; pero no era menos el que ponía el autor de esta historia, valiéndose de piadosas astucias para descubrirlos, a que daba lugar la inocencia de su candidez. Entró este en sospechas de alguna cosa extraordinaria, o porque había percibido en su celda los ecos de tan repetidas canciones, o porque advirtió el singular regocijo con que el Beato Joseph, después de compuestos, solía cantar aquellos himnos, para repetir, en tiempo de recreación, a los religiosos, y cogiéndole un día a solas, comenzó, como por chasco; a motejarle de presumido de músico: como que pretendía arrogarse la gloria de compositor de una obra, que el maestro más diestro en el arte apenas pudiera desempeñarla con tanta destreza: No por cierto (dijo el buen Joseph, persuadido a que de hecho estaba escandalizado aquel religioso) no imagines que esta obra la he compuesto yo solo: has de saber, que me la han ayudado a componer mis PaIomicas. Pues dime (replicó el amigo) para que te pueda dar crédito, ¿en qué forma te ayudaron?. Yo te lo diré (respondió Joseph), para que des gracias a Dios: Concluída en verso la historia de las Santas Vírgenes, nuestras abogadas; la que  también  compuse, yéndome ellas mismas dictando las palabras, que yo iba escribiendo: Reclinándome en mi lecho, discurriendo cuidadoso, cómo podría tener forma de componer la música, a que no alcanzaba mi ignorancia, apareció en el aire un Coro de estas Santas Vírgenes, y comenzaron a cantar con tan suave armonía, que verdaderamente me pareció que estaba en la Gloria. Yo al mismo tiempo aplicaba con cuidado el oído, para lomar de memoria los puntos, y acomodarlos después a los versos.

136 Todavía el confidente se disimulaba, no satisfecho, por enterarse con más individualidad de el prodigio;  y así ponía dudas,  para oír de su boca las circunstancias: No, Hermanno, (le replicó) eso no puede ser. Dígame, ¿cómo es posible, aunque fuese V. Reverencia más diestro en la música, tomar de memoria, y observar todos los punto y compases, haciéndose tan capaz de todos, que pudiese copiarlos en una sola vez que los oyese cantar, por más cuidado que pusiese en estar con atención?, Válgate Dios, y ¡cómo me apuras! (dijo Joseph), claro está que ello sería dificultoso. Es así que se me olvidaban muchos puntos y consonancias; pero para eso, cuando las estaba copiando, las cláusulas que a mí no se me acordaban, ellas las repetían; volviendo una y otra vez y millares de veces, a nuestra celda a repetir su música, hasta que a mí se me quedaba bien en la memoria.

137 No fue solo por estos tiempos cuando eI Beato Joseph logro la dicha de que el Cielo aliviase su pena con tan sagrada música. Estos mismos himnos o júbilos entonaron en su presencia las Santas Vírgenes en otras muchas ocasiones. Observando el Santo en sus semblantes risueños la singular alegría que mostraban en darle este gusto, y en que el, ya industriado, divirtiese con estos dulces y devotos cánticos a sus religiosos. Y estoy persuadido,  a lo que se deja discurrir, por lo que se dice en el referido himno: O vernantes Christi rosae, que la soberana Reina de los Angeles, como capitana y maestra del sagrado coro de las vírgenes, asistiría también, y echaría el compás, en estas funciones: Y que no solo festejaban y entretenian a su amado con suaves armoniosos acentos músicos, sino también con lazos festivos de bien concertados saraos; en que llevaba la bandera la más cándida rosa, María Santísima, cantando con melodía tan sazonada, que embelesaba a los Angeles su destreza. Lea el himno mencionado la devota curiosidad, y verá, que no excedo en la ponderación. El está escrito con tanta alma, que al leerlo el corazón más duro y tibio, se regocija y siente un inexplicable júbilo y ardor que sensiblemente le inflama.
 


Comentarios y textos de las obras musicales.

1. La secuencia “Virginalis turma sexus” es una obra estrictamente litúrgica, que hasta ahora utiliza las iglesias de Alemania en honor a San Úrsula, Representa el dictado musical a la santa, en la que el coro de las vírgenes entonaba una melodía mientras que Joseph cuidadosamente lo iba anotando. Él les pidió que repitieran las partes difíciles varias veces, hasta que lograba captar exactamente lo que debía escribir.

La oración al final de la pieza está en prosa, que comprende doce expresiones cortas de acción de gracias por los misterios de la vida de Cristo, por ejemplo, sobre la llegada de los Reyes Magos: "Gracias a ti, Señor Jesucristo, que una estrella guió a los reyes para ti, el Rey de la Gloria. Así que tú puedes, a través de ti mismo, llevarnos también hacia ti". En Colonia los Reyes Magos nunca han sido olvidados. Cuando era niño Herman Joseph vio sus preciosas reliquias depositadas en la catedral durante el episcopado de Rainald de Dassel.

Esta y los otros cantos de Herman Joseph que han llegado hasta nosotros, nos dan una idea de su espiritualidad. Cabe destacar que, excepto por la secuencia  “Virginalis turma sexus", todas sus creaciones musicales son oraciones para el uso privado.

Durante mucho tiempo, en la larga historia del Cristianismo, el canto de los salmos ha sido suficientes para la litrugia. Los himnos y oraciones comunes se añadieron a medida que la liturgia  se abría a tales oraciones privadas, como experiencia contemporánea.

Nuevos elementos de culto entraron entonces en el marco litúrgico, los cuales eran tan flexibles como variados. Aunque no fue geográficamente variada, la liturgia estaba abierta para el desarrollo de la práctica devocional, así que estaba llena de vida, como de nuevo volvería a ser en la Francia del siglo XVII.




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Para tener una idea de cómo sonaba esa música, hemos incluído un video con las dos últimas estrofas de la secuencia y su letra en inglés

Virginalis turma sexus,
secuencia medieval e Colonia

 


2. La segunda oración existente de Herrman Joseph sobre las once mil vírgenes, "O Vernantes Christi Rosae", es un largo poema dirigida a Santa Úrsula y sus compañeras, a quienes, al igual que cualquier buen cristiano de Colonia, se dedicó con ternura. Comienza, "0h rosas primaverales de Cristo." La autoría de Herman se afirma por la aparición de la palabra columbelae, palomitas, que su biógrafo puntualiza que era un uso habitual del Santo:

15 Oh vírgenes, pequeños corderos,  
     palomitas queridas de Cristo,
     Libres de astucia, libres de engaño!

De este himno no hemos encontrado una muestra musical para saber cómo era cantado.




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lunes, 10 de septiembre de 2012

Laudes de Santa Ursula por Hildegard von Bingen



Santa, vidente, sanadora y compositora: todo parece haber sido dicho acerca de Hildegard von
Bingen. Y sin embargo, aún queda mucho por descubrir sobre su música. Las interpretaciones que han aparecido en los últimos años han tendido a separarse de su contexto y presentar una clase de música que está limitada por una visión de la Edad Media, despojada de la inspiración presentada por la liturgia, o es música mucho más cercana a una concepción de la espiritualidad ilustrada por el movimiento de la Nueva Era, que a los valores de la civilización del siglo 12. Con la finalidad de presentar una faceta diferente de esta personalidad extraordinaria, Ensemble Organum ha tratado de repensar la música de Hildegard dentro del contexto estético y litúrgico de la Renania del siglo 12, en la continuidad de la  tradición litúrgica benedictina post Carolingia, sino también como parte del espíritu creativo que aceleró el Siglo 12.
Se ha prestado especial atención al estudio de los timbres vocales de uso común en los conventos de la época, especialmente el empleo de la voz de pecho, el registro más bajo de la voz femenina. La producción musical de Hildegard es esencialmente litúrgica y, como el Ordo Virtutum, una obra de moralidad destinada a la edificación de las monjas, consiste en responsorios, antífonas, himnos, secuencias y aleluyas. La mayoría de sus composiciones, las que pertenecen a las tres primeras categorías, se escribieron para el oficio divino, y algunas pocas para la Misa, la cual no es sorprendente en el contexto litúrgico del siglo 12.
Eran, de hecho. los oficios menos “canónicos” que la celebración de la Misa, las piezas de las cuales fueron casi inmutablemente fijadas por la tradición, que en su estructura se prestaban a sí mismas para las innovaciones, no tanto en su forma como en contenido.
Así, el siglo 12 vio el florecimiento de una multitud de composiciones generalmente dedicado a los santos que iban a ser honrado en alguna forma especial. Estas piezas tomaban principalmente la forma de antífonas, responsoriales y a veces himnos que eran recuentos poéticos de los principales acontecimientos en la vida del santo y elogió de sus virtudes. La función de las antífonas era introducir y concluir el canto de un salmo: El texto daba el sentido en la que el salmo iba a ser meditado, mientras que la música definía la fórmula en la que el salmo era recitado. El responsorio ocurría en los oficios de maitines justo después de las clases, pero a veces sirve para subrayar una procesión o una estación ante las reliquias de un santo. La totalidad o una parte del ciclo litúrgico podía ser compuesto, consistiendo de 9 responsorios y antífonas para maitines -12 en la
tradición monástica- las antífonas y los himnos para laudes, prima y tercia, una secuencia para la Misa, antífonas y el himno de Vísperas.



En la composición de la fiesta de Santa Úrsula, Hildegard se inspiró el ciclo litúrgico más completo. Tenemos 2 responsorios, 9 antífonas de las cuales 6 están destinados específicamente para el oficio de laudes, una secuencia para la Misa, después el Aleluya antes del Evangelio, y un himno para laudes o vísperas. Los dos responsorios podían ser cantados, ya sea como respuesta de maitines, o al final de Laudes o de tercias, para marcar la gran procesión antes de la misa, o bien al final de las vísperas. Para ayudar al oyente a restituir el trabajo de Hildegard a su contexto, decidimos reconstituir el oficio de laudes por competo para la fiesta de Santa Úrsula.

El oficio de laudes, el primero de la Liturgia de las Horas, era una celebración de la llegada del sol y empezaba a al final de la noche. El canto del himno correspondía con el amanecer para que los primeros rayos del sol pudieran ser saludados entonando  el cántico evangélico, el Benedictus, el canto de Zacarías, alabanza de cuando él se enteró del nacimiento de su hijo Juan el Bautista, que iba a proclamar la inminente venida del Mesías. En los días de gran solemnidad el altar se incensaba durante el canto del Benedictus.

La historia de Santa Úrsula y sus once mil compañeras, fue una de las leyendas más populares de la Edad Media, especialmente en las regiones del Rhin. La leyenda se remonta a los inicios del siglo quinto, cuando una inscripción en piedra que se encuentra en Colonia, registra la reconstrucción por un Clematius de una iglesia memorial en el lugar del martirio de un número de doncellas, de los cuales no hay nombres ni otros datos. Alrededor del siglo noveno se hace ya mención de "miles" • que se supone que han sido martirizadas bajo el emperador Maximiano (286-310). En el siglo siguiente, el número había aumentado a 11,000 y la historia se convirtió en una leyenda dorada.

El descubrimiento en Colonia en 1155 de un cementerio romano, fue tomado como la tumba de las mártires, añadido a las elaboraciones absurdas del romancero piadoso, originando un fervor renovada del culto popular de Santa Ursula. Esto se ve confirmado por el oficio compuesto por Hildegard en su honor poco después de que estas reliquias se encontraran. El Papa Benedicto XIV (1740-1758), no obstante, intentó eliminar al grupo de la lista de Mártires romanos,  hasta que el culto fue finalmente suprimido por el Papa Pablo VI en 1969.

Una versión dice que Ursula - "el osito" -, era una doncella cristiana, la hija del rey de Bretaña, prometida en matrimonio con el hijo del rey de Gran Bretaña, que, sin embargo, era un pagano. La futura novia aceptó el matrimonio con la condición de que su prometido se convirtiera después de una peregrinación a Roma que les llevaría tres años, mientras tanto ella podría, naturalmente, conservar su virginidad. Ella pidió ser acompañada por diez jóvenes doncellas como compañeras, así también de la nobleza. A cada una de ellas se le unió un millar de otras vírgenes, haciendo un total de once mil. Multitudes de hombres sabios y piadosos, entre ellos varios obispos, reunidos para contemplar esta maravilla, y demás está decirlo, para velar por su virginidad. El convoy comenzó, cruzó el mar y navegó por el Rin hasta Colonia donde la peregrinación debía continuar a pie hasta Roma. El Papa, abrumado por tan grande manifestación de la fe, abandonó su cargo para unirse al ejército de las vírgenes, las acompañó en su viaje de retorno, sólo para sufrir el martirio con todas ellas en las crueles manos de los hunos y su líder Atila que, cautivado por la belleza de Úrsula, trató en vano de poseerla.

Esta leyenda está llena de anacronismos, pero es sumamente instructiva como refiexión de la mentalidad popular de ese periodo de la historia y de la manera en que los hechos históricos fueron interpretados por la imaginación visionaria. Se trata de una glorificación de un deliberado estado de virginidad que, para los primeros cristianos era un factor esencial del progreso civilizador en reacción a la sexualidad brutal de las sociedades paganas.

La primera antífona compuesta por Hildegard evoca la misericordia de Dios para con Ursula y sus compañeras que, a los ojos de todo el pueblo les procuraba un beso de paz. La segunda antífona explica como las vírgenes que vinieron de todas partes fueron recibidas por Úrsula, las cuales a través de la pureza de sus virtudes que trajeron el paraíso celestial a la tierra. La tercera antífona nos habla de los hombres sabios y piadosos de la misma tierra, de Bretaña y de otras regiones que se unieron a ellas para preservar su virginidad y protegerlas. La cuarta antífona nos recuerda que Dios designó a la primera mujer para someterse a la vigilancia de los hombres. La quinta antífona  presenta a los Salmos 148, 149 y 150 - los dos últimos no han sido incluídos en este trabajo debido a las limitaciones de tiempo de grabación en un CD - los cuales son canciones de alabanza a toda la creación. Es debido a estos Salmos que el Oficio fue llamado Laudes matutinos. La antífona nos da un poco de la visión cosmológica, un ejercicio de cara a la naturaleza visionaria de Hildegard: el aire y todas las criaturas que incluye en sus Oficios participa en la armonía del firmamento que comunica su energía a ellos.
Por último, la sexta antífona anuncia la proclamación del Evangelio y el cántico nos dice que a través de su martirio estas vírgenes, sostenidas por la fuerza divina, desplegaron el estandarte de la virginidad.

El himno Cum vox sanguinis demuestra el profundo conocimiento que Hildegarda tenía de la Biblia y de la tradición exegética de su tiempo. Se relata la visión de una procesión sobrenatural inmensa en la cual Ursula y sus compañeras, después de haber sacrificado su sangre, están de pie ante el trono de Dios. Está repleto de imágenes del Antiguo Testamento. Las palabras ya no hacen alusión a los acontecimientos en la historia de Úrsula, pero hacen uso de la alegoría para mostrar cómo la santidad de Ursula, como la de Cristo, está en relación con los grandes profetas del Antiguo Testamento. Encontramos referencias al encuentro de Abraham con Dios en las llanuras de Mambré (Gn 18, 1.15), la sustitución por el carnero para reemplazar el sacrificio de Isaac (Génesis 22, 13), el sacrificio de animales en la ley antigua (Lev. 1. 1,15), y la visión en la que a Moisés se le permitió ver la espalda de Dios, pero no su rostro (Éxodo 33, 20-23). Estos episodios fueron considerados respectivamente, como prefiguraciones de la revelación de la trilogía divina, del sacrificio de Cristo, y de lo incompleto de la revelación hebrea.

La respuesta Spiritui sancto rinde homenaje al Espíritu Santo que suscitó la organización de todas estas vírgenes como palomas que vuelan hacia el cielo. Al igual que Abraham, ellas dejaron sus países de origen para seguir el llamado de Dios.
La última frase de la respuesta, que se repite dos veces, es una evocación final de Ursula quien se desgarró del amor de su prometido, orientado hacia el martirio simbolizado por el cordero. La música es de una tristeza infinita.

La música de Hildegard tiene la intención de añadir un mayor grado de contemplación a la liturgia. A menudo toma la forma de una declamación lenta y solemne destinada a permitir al oyente que absorba cada palabra y planta en su mente la imagen floreciente que, como se trata de la vida puede ser contemplado. Es una música que es exactamente lo contrario de la música cisterciense, cuyas reglas habían sido definidas treinta años antes. La escalas modales, tanto auténticas y plagiadas, utilizadas por Hildegard exceden los rangos limitados fijados por Guy d'Eu, el teórico de la orden del Císter. Los cromatismos y los cambios del final de la modalidad son otras "irregularidades" denunciadas por los cistercienses sobre las obras de Hildegard. Desde este punto de vista, quizá fue, con un cierto sentido del humor, que Hildegard presentó el monasterio cisterciense de Villers su volumen de las Sinfonías - el manuscrito que hemos utilizado para esta grabación.

Su trabajo revela las grandes preocupaciones de los músicos de su tiempo y refleja una tradición de
canto que llegó a pesar en el siglo 12, cuando las melodías se empezaban a escribir en la notación personal. Esto luego se convirtió en necesario para indicar al tenor las exactas graduaciones y ciertas combinaciones que difícilmente podían se justificas por los teóricos. Aunque ciertas características habían sido santificadas por la costumbre, como la frecuente inestabilidad de los modos en “D” en los cuales la alteración de la nota segunda parece cambiarlas a los modos de “E”, lo cual algunos extremistas declararon irregular y por lo tanto que debía ser prohibido. Estas variaciones a menudo debían haber estado presentes en el canto carolingio - que aún se mantienen vigentes en el canto bizantino -, pero algunos pensadores del siglo 12 lo encontraron difícil de entender. Así, la obra de Hildegard aparece, en el contexto eclesiástico de su tiempo, como una vigorosamente nueva canción tradicional. Ella utiliza la quintaesencia del lenguaje musical post-carolingio moldeado por la fuerza de números cuyo papel musical en el siglo 12 podrían ser claramente enunciados gracias a la maestría de la notación diastemática (en el que los grados de la escala están definidos). Era, en un sentido noble, una síntesis admirable de una tradición del lenguaje musical y su racionalización por números al servicio de un texto que preparaba el camino a la más exaltada contemplación litúrgica.
Marcel Perés.

PISTAS DE AUDIO


Letra en Latín


                          


 
 
 
 

 
 
          
 
 
 
 
 

jueves, 16 de agosto de 2012

Missa in honorem Sanctae Ursulae. Michael Haydn


Missa in honorem Sanctae Ursulae

 Michael Haydn completó la Missa in honorem Sanctae Ursulae, Klafberg I: 18, MH 546, el 5 de agosto de 1793, probablemente para el uso en la ceremonia en la que Úrsula Oswald, la hija de un amigo, emitió los votos religiosos en la abadía benedictina de Frauenwörth Chiemsee [1] (como Santa Úrsula era su santo onomástico). Debido a este hecho, la misa es a veces conocida como la Misa Chiemsee.

Esta misa se ​​ha denominado como la más "mozartiana" de todas las misas compuestas por Richard Michael Haydn.



La partitura pide un cuarteto de solistas vocales, coro mixto, 2 fagotes, 2 trompetas en do, timbales y cuerdas con un órgano a tocar bajo continuo. Además, Haydn hubiera esperado tres trombones para duplicar "las voces más bajas en tutti de coro", un segundo órgano para reproducir en continuo tutti corales, como los descritos por Leopold Mozart.


1. "Kyrie" Un poco Adagio, Do mayor tiempo, común
2. "Gloria" Allegro, en do mayor, 3/4
3. "Credo" Allegro, C vez mayor, común -.
4. "Et incarnatus est .." Adagio, un menor de edad, 3/4 -
5. "Et resurrexit ..." Vivace assai
6. "Sanctus" Adagietto, mehr langsam, Do mayor, 3/4 - "sunt coeli Plenipotenciario ..." alegro
7. "Benedictus" Allegro moderato, sol mayor, el tiempo común - ". Osanna ..." 3/4, C mayor
8. "Agnus Dei" Andante Comodo, Do mayor, 3/4 -.
9. "Dona nobis pacem ..." Allegro molto

Haydn trató esta configuración de la misa común "a lo largo de las líneas sinfónico" en lugar de "a la manera de la Cantata antigua Misa".  Las consecuencias del tratamiento son que incluyen el cuarteto de solistas que actúa más como "un lámina para la coral tutti "y el uso de la fuga", como el principal medio de la elaboración temática. "

Este trabajo pronto encontró una amplia aceptación más allá del ámbito inicialmente previsto de sus orígenes, como se indica por las numerosas copias que se encuentran en los conventos de Austria.
1) Kyrie



2) Gloria


3) Credo


4) Et incarnatus est


5) Et resurrexit tertia die


6) Sanctus


7) Benedictus


8) Agnus Dei
 

9) Dona nobis pacem

 


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