Lapida

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Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania
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lunes, 10 de septiembre de 2012

Leyendas Puertorriqueñas. Las once mil vírgenes


 
El Dr. Cayetano Coll y Toste (30 noviembre 1850 hasta 19 noviembre 1930), fue un historiador y escritor puertorriqueño. Él era el patriarca de una familia prominente de Puerto Rico, con educadores, políticos y escritores.

Entre sus muchas obras escritas están:
"El Boletín Histórico de Puerto Rico" (Boletín Histórico de Puerto Rico),
"Crónicas de Arecibo" (Anales Arecibo) y
"Leyendas y Tradiciones Puertorriqueñas" (Puerto Rico Leyendas y Tradiciones).

Su investigación sobre la historia de Puerto Rico dio a la gente una idea de la isla desde los tiempos de los Taínos hasta 1927. Una de sus obras "El Vocabulario Indo-antillana" es valiosa para comprender el modo de vida de los taínos. Sus obras son de lectura obligatoria en las escuelas de Puerto Rico y universidades.

 
 
I
El general inglés Abercromby(1) en 1797 dirigióse contra la isla de Trinidad(2), comandando una formidable escuadra de sesenta velas y habiéndose apoderado fácilmente de aquella tierra, hizo rumbo a la de Puerto Rico y desembarcó sus aguerridas tropas en las playas de Cangrejos en son de conquista.

Gobernaba este país el general don Ramón de Castro y prontamente puso la ciudad en estado de defensa. Se tocó la generala. Se distribuyó la guarnición. Se cortó el puente de San Antonio. Se organizaron ganguiles(3), pontones y baterías flotantes en lanchas cañoneras y se levantaron patrullas en cuerpos volantes para recorrer y defender los campos circunvecinos de las incursiones y depredaciones del enemigo. Se publicó un bando para que las mujeres, los niños y los viejos abandonaran la ciudad, quedando solo los hombres útiles para tomar las armas.

No fue posible evitar el desembarco de las tropas inglesas, porque los navíos anclados en la ensenada de Cangrejos, barriendo la playa con metralla, protegían las chalupas y botes que desembarcaban las tropas enemigas cerca de la playa llamada la Torrecilla.

El general Abercromby situó su cuartel general en la Casa del Obispo cerca de la iglesia de San Mateo y empezó a avanzar hacia poniente. Al llegar al Puente de San Antonio le detuvo la cortina de fuego de este fortin, que fué destruido en 1896, y la metralla del Castillo de San Gerónimo. Entonces levantó trincheras en Miramar (en aquella época se llamaba el Rodeo y posteriormente El Olimpo) y en el Condado. No le fué posible pasar adelante, aunque tomó los polvorines de Miraflores. Si recio y sostenido era el fuego de cañón y mortero del inglés, porfiada era la defensa de la plaza. El sitio empezó el 17 de abril y el 29 del mismo mes continuaba en iguales condiciones, peleando sitiados y sitiadores con empeño y denuedo.

II
El obispo Trespalacios (4), que regía esta diócesis ayudó a Castro hidalgamente con personal eclesiástico para todos los puestos de la guarnición, hasta los de peligro, y además dinero. La Cruz y la Espada marchaban de común acuerdo en la defensa de San Juan.

El 30 de abril se presentó a su lIustrisima el Provisor y le dijo:
-Señor Obispo, ¿por qué no hacemos una rogativa para implorar el auxilio del cielo?
-Tiene usted mucha razón. Hagamos una rogativa dedicada a Santa Catalina, santa del día y patrona del primer castillo que se hizo en esta ciudad, que hoy es casa de los Gobernadores, y también la dedicaremos a Santa Ursula y a las once mil vírgenes, de quienes soy devoto especial.
-y ¿cómo se dispondrá la procesión?
-Pues toda la ciudad tomará parte en eIla. El que no tenga vela de cera la llevará de esperma o sebo y los muy pobres llevarán antorchas de tabonuco. Yo la presidiré con el Cabildo eclesiástico y las autoridades.
Saldremos de la Catedral y recorreremos todas las calles de la capital y al romper el alba regresaremos al templo para celebrar una misa cantada a toda orquesta.

Tal como lo dispuso el señor obispo tuvo efecto la grandiosa rogativa, con el aditamento de haber echado a vuelo todas las campanas de las iglesias.

III
A las nueve de la noche los espías ingleses que atalayaban, avisaron al cuartel de Abercromby, que se notaba gran movimiento dentro de la ciudad, que se oían grandes repiques de campanas y se vislumbraban grandes luminarias hacia el oeste.

-Estarán recibiendo refuerzos de los campos, dijo el general inglés; y añadió: Mis fragatas, que vigilan la entrada del puerto no pueden acercarse por el fuego que les hacen los baterias del castillo de la entrada.

Y dio órdenes para que las trincheras de El Rodeo y del Condado avivaran lo más intensamente posible el fuego contra la ciudad. Y que hubiera acción de mosquetería sostenida contra las lanchas cañoneras.

A las doce de ta noche volvieron los vigías a notificar al general Abercromby que las luces iban creciendo dentro de la ciudad y que ahora se dirigían al este. Abercromby reunió su estado mayor y le dijo:
-Llevamos cerca de un mes en la fajina de este sitio y no hemos adelantado una pulgada. Tenemos lo que tomamos el primer día y nada más. La plaza está muy bien defendida. Por otra parte la disentería empieza a hacer estragos en nuestra tropa. El agua de que disponemos es muy mala. Hay que tener en cuenta, que los vecinos de los campos, fuertes y aguerridos, van viniendo a socorrer la Capital y no podemos evitarlo. Esta noche se prepara, indudablemente, una gran salida de los sitiados, al primer cuarto de la madrugada para atacar nuestro campamento. Creo, pues, llegado el momento de reembarcar la tropa.

Todos los oficiales de su estado mayor fueron de igual parecer. Se dió la orden de embarque. Se tocó la generala. Y a la mañana siguiente, primero de mayo, estaba completamente levantado el sitio.

IV
En la iglesia Catedral, después de la misa cantada, se entonó el Tedéum laudamus y luego predicó su Ilustrísima.

Un hermano de mi abuela, teniente de Milicias, que entró en la plaza el 22 de abril con una compañía de Milicianos de Arecibo, refería el espléndido triunfo de Santa Ursula y las once mil vírgenes. Mi abuela, que murió de noventa y siete años. y recibió de labios de su hermano la histórica narración, me contaba que las once mil vírgenes, gracias al obispo Trespalacios, que las había implorado a tiempo, salvaron la ciudad del saqueo de los ingleses. Que aquella memorable noche fué cuando más tronó el canon enemigo, y que las balas se volvían de mitad de camino contra los sitiadores y no caían en la ciudad. Y que cuando la gran rogativa entraba en Catedral terminó de repente el cañoneo y desaparecieron los enemigos.

También así lo estuve yo creyendo mucho tiempo; pero después he sabido que Santa Ursula y las once mil vírgenes eran bretonas y he pensado, que de haber venido en aquella ocasión hubiera sido en ayuda de sus paisanos, a pesar de lo que juraba y perjuraba el hermano de mi abuela.

De modo que, respetando la buena fe de nuestros mayores y su bella tradición, me inclino a creer que quienes obligaron a los ingleses a levantar el asedio fueron el gobernador don Ramón de Castro con su activa dirección y enérgico carácter y los férreos puños de los Mascaró, Vizcarrondo. Andino, del Toro, Linares, Lara, Diaz y demás valientes que supieron defender el terruño de la invasión extranjera.

NOTAS
1. Abercromby. Sir Ralph Abercromby, ilustre soldado inglés, nacido en 1734, y muerto en 1801. Se distinguió en las guerras con Holanda, encargándose de una expedición contra la Américas Españolas, en cuyo viaje fue que ocurrió el ataque contra San Juan de Puerto Rico a que se refiere la leyenda.
De vuelta a su patria mandó las fuerzas inglesas destinadas a Egipto, donde sí obtuvo varias acciones de guerra afortunadas contra los franceses, muriendo de resultas de una herida que recibió en el último de estos combates. En sus memorias el General Abercromby relata el ataque de San Juan en la siguiente forma:
“La expedición quizás se emprendió muy a la ligera. Carecíamos de informes suficientes, y, a decir la verdad, son difíciles de obtener. Los marinos, contrabandistas y comerciantes saben un poco más de lo que a su negocio afecta: tan sólo los militares o los hombres de gran espíritu de observación podrían  alcanzar informes correctos. Abbe Raynal pasa como escritor de poco crédito, pero en este punto ha estado acertado. Después de la reducción de Trinidad, el Almirante convino conmigo que debía hacerse algo, y como ambos, él y yo, habíamos recibido refuerzos e instrucciones de atacar a Puerto Rico, determinamos probar fortuna, confiando un poco en la debilidad del enemigo. Le encontramos bien preparado, con guarnición más fuerte que la nuestra y con artiIIería poderosa. l.as tropa ciertamente, eran de la peor clase, mas detrás de murallas, no podían menos que cumplir con éxito su deber"

2. Trinidad. Pequeña isla situada en la costa Nordeste de la América del Sur. Tiene una superficie de 4,550 kilómetros cuadrados; y cuenta con alrededor de 250,000 habitantes ingleses, españoles, franceses, y negros. La industria más considerable es la del asfalto. Fué descubierta por Colón el 31 de julio de 1498 y perteneció a España hasta que los ingleses la conquistaron en 1797, cuya conquista fue ratificada por el Tratado de Amiens de 1802.

3. ganguiles. Pequeño barco, el cua1 solo tiene un palo y la popa semejante a la proa, de manera que navega hacia adelante o hacia atrás, como sea necesario.

4 . Trespalacios. Felipe José de TrespaIacios fue canónigo de Santo Domingo, de donde pasó a ser obispo de Puerto Rico. Más tarde ocupó la Silla Episcopal de la Habana. Llegó a esta isla el año de 1788 comisionado por el rey para hacer división del obispado de Cuba. Falleció en 1799.

 
 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Los Mártires, grandezas del Cristianismo


SANTA URSULA Y LAS ONCE MIL VÍRGENES Y MÁRTIRES.

por el Conde de Fabraquer


José Muñoz Maldonado (Alicante, 6 de febrero de 1807 - 1875), primer conde de Fabraquer desde el 26 de mayo de 1847 y vizconde de San Javier, periodista, novelista, historiador, jurista y político español.

Ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, dirigió el Semanario Pintoresco Español, El Museo de las Familias, El Mentor de la Infancia, El Domingo y Flor de la Infancia. Historiador, novelista por entregas y autor dramático, escribió crónicas, cuentos, leyendas de la Historia de España, bajo el título de La España caballeresca, Los Misterios del Escorial, Historia, leyenda, tradiciones, Historias, tradiciones y leyendas de las Imágenes de la Virgen aparecidas en España.

Colaboró en la revista ilustrada madrileña El Globo Ilustrado1 y en El Panorama, Periódico de Literatura y Arte; fue un habitual traductor de folletines franceses de Paul de Kock; también tradujo Los Miserables de Víctor Hugo. Fue senador vitalicio en la legislatura 1867-1868 y por la provincia de Zamora en la de 1872-1873.




En los primeros atlas del siglo llI, época bárbara y feroz, en que la, fe sufría las persecuciones de los hombres, uno de los siete distritos del reino de la Hibernia, llamado hoy Irlanda, era gobernado por un hombre según el corazón de Dios.

Aquel rey generoso y sabio se llamaba Theonote. Su mujer era sumisa y piadosa, y su matrimonio había sido bendecido con una hija que desde sus primeros años parecía eminentemente favorecida por el cielo. Los paganos de aquella isla contaban que las hadas habían bailado alrededor de la cuna de Úrsula, y le habían dado la belleza y las gracias. ! Los cristianos decían que los ángeles y la Santa Madre Dios habían derramado sobre ella los tesoros del candor y de la castidad! … Úrsula, agradable a Dios y a los hombres, crecía en el retiro como una azucena cuyo perfume debía embalsamar un día el palacio del Rey de los reyes.

La fama de la belleza y de las gracias de la joven virgen se había difundido lejos, y el rey Theonote vio un día llegar a su palacio a Conan, hijo de un rey vecino llamado Agrippino, que no era conocido de los cristianos sino por persecuciones que les hacía padecer. El joven príncipe venia a pedir la mano de Úrsula; empero la bendita virgen tuvo horror a aquella unión. Temió sin embargo declarar su negativa, porque la petición de Conan estaba apoyada por Agrippino y todos temían sus victoriosas armas. Úrsula, con el corazón lleno de angustia, oró largo tiempo. Se durmió al fin, con un tranquilo sueño, y entonces  oyó una voz que le decía que fuese a un país lejano a aguardar allí la voluntad de Dios. La joven al despertarse, declaró las órdenes del cielo, y sus padres se apresuraron a secundarlas.

Se prepararon los navíos y las compañeras de Úrsula, elegidas entre las más nobles familias, se dispusieron a seguir a la real fugitiva en su misteriosa peregrinación. Un gran número de vírgenes se postraban a los pies de sus padres para solicitar si bendición al despedirse; y todas ellas animadas con un santo fervor, se embarcaron en las naves, cuyos blancos pabellones ofrecían la imagen la cruz. Jóvenes llenas de entusiasmo, y unidas por un voto solemne de castidad, las servían de escolta y de defensa. Los sacerdotes repetían las palabras de Dios;  y al eco de los himnos sagrados se hizo a la vela la escuadra.

Impelida la escuadra  por el viento divino, se adelantó desde las costas de Irlanda hasta la embocadura del Rhin; y subiendo el curso de aquel río, llegó delante de Colonia, ciudad real y poderosa que debía a los romanos el brillo con que resplandecía ante todas las ciudades de la Germania.

Anclaron los navíos delante de aquella ciudad y Úrsula creyó haber llegado al término de su viaje; pero una segunda visión le anunció que la revelación de su suerte le aguardaba en Roma, y que de los labios del soberano Pontífice (entonces oscuro é ignorado) sabría su futuro destino.
Sumisa, cual el joven Samuel a las divinas inspiraciones, la princesa volvió á seguir el curso de su peregrinación, la escuadra volvió a subir el Rhin; pero al llegar a Basilea las jóvenes viajeras seguidas de los sacerdotes y de los caballeros, abandonaron sus navíos y continuaron el camino á pié para Italia.

Nada las detuvo, ni las heladas cumbres ni las amenazadoras rocas, ni 'las nieves amontonadas por los siglos, ni la abierta sima de los precipicios; y superando todos los obstáculos, llegaron al fin ante la ciudad Reina. Entraron con respeto en la ciudad consagrada, purificada por el holocausto de aquellos mártires que tenían ya altares en las frías regiones donde el mismo César no había podido penetrar. El venerable Siricio, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, recibió la errante tropa con un amor paternal; oró con ella en el sepulcro de los Apóstoles; la guió en las catacumbas, asilo sagrado donde los vivos se albergaban cerca de los muertos; y movido también por una visión profética, anunció á Úrsula que volvería a pasar los montes, y que llegaría a las orillas del Rhin, donde la palma del martirio la aguardaba.

Volvieron a pasar los Alpes, llegaron a Basilea, y los buques, siguiendo el curso del rio, las transportaron ante las murallas de Colonia, que saludaron cual un lugar de triunfo y de descanso!
En aquel tiempo reinaba en Roma, es decir, en el mundo entero, un soldado bárbaro salido de las tribus de los godos, que más tarde anonadaron por sus belicosas irrupciones el Imperio Romano, débil, afeminado y ya caduco. Maximino se había revestido la púrpura teñida con la sangre de su predecesor. El imperio se estremecía a su nombre; el Senado ofreció sacrificios, a fin de que permaneciese alejado de Roma y los cristianos veían en él el heredero de los furores de Nerón y de Domiciano.

En aquel momento Maximino había plantado sus águilas en las orillas del Rhin; y los viajeros de la Irlanda vieron desde lejos las alineadas tiendas que formaban su numeroso campamento. Apenas hubieron puesto el pié sobre la orilla cuando fueron asaltados por una nube de dardos y de flechas: les llegaba el martirio por la mano de los compañeros feroces del Emperador. Las vírgenes fueron inmoladas sobre los humeantes cadáveres de los Sacerdotes, y los caballeros heridos por la espada recibían con alegría el golpe  que abreviaba su peregrinación, y les abría las puertas del cielo: solo Úrsula escapó a la matanza.

Fue arrastrada delante de Maximino: aquel bárbaro la miró, y un rápido amor se apoderó de su corazón: le enseñó á un lado los lictores, y al otro el altar del campo donde los sacerdotes iban a ofrecer un sacrificio.
-¡Sé mi mujer, o muere! dijo.
 Sonrióse Úrsula, y respondió:
-Estoy pronta a morir.
Inmediatamente dio la señal a los verdugos, y la joven doncella, atravesado el pecho con un dardo, pasó á gozar de las delicias celestiales.

Tal es la historia de Úrsula y de sus compañeras, cuyos restos se veneran aún todavía en la Catedral de Colonia.

Cuando en 1156 se descubrieron en Colonia una docena de sepulcros con inscripciones, que expresaban encerrar los restos de Santa Úrsula y de sus, compañeras, los escritores ascéticos, muy comunes en aquella época de ardiente fe, se dieron gran pena y trabajo en reconstruí, con ayuda de unos huesos reducidos a polvo, una historia devorada por los siglos. Por de pronto, un franciscano fue el que arrancó de aquellos silenciosos testigos la genealogía de Úrsula, hija de un príncipe de la Irlanda y parienta de muchas casas soberanas.

Vienen en seguida los cronistas ambicionando la gloria de fijar la fecha del martirio de Santa Úrsula: empero mientras coloca el uno este suceso en el año 384, su émulo, para mayor exactitud, la aproxima hasta en 453, sin que podamos decir cuál de ellos se equivoca o si se engañan los dos. Después vienen los legendarios con la pretensión de determinar el número de las compañeras de Úrsula. Los unos la dan once, los otros mil, otros once mil, número adoptado por la creencia popular y al que se debe las Once mil vírgenes. Adriano de Valois y el padre Sirmond, personajes muy doctos, reconocen que los legendarios, simples traductores de un antiguo martirologio, han tomado la palabra Undecimillia, nombre propio de la única compañera de Úrsula, por una expresión numérica, y reducen el número de Once mil a la simple unidad. Sin embargo, en el Oficio Divino se hace mención de Santa  Úrsula y sus compañeras.

Si la historia y la leyenda de Santa Úrsula nos dejan algunos detalles que desear, en cambio de esto, tenemos la evidencia de la gran veneración que inspiró su memoria y de los muchos prodigios que en bien de la humanidad obró el Señor en su sepulcro.

Su culto, adoptado con entusiasmo religioso, hacía mucho tiempo por los habitantes de Colonia, se difundió rapidísimamente en el siglo XII por toda la cristiandad. Tres corporaciones sabias, las más ilustres del mundo literario y científico de entonces, la Sorbona de París, la universidad de Coímbra en Portugal y la de Viena en Austria, la proclamaron por su Patrona y venían todos los años en el día de su festividad, el 21 de octubre, a postrarse delante de su imagen.

Santa Úrsula, que condujo al cielo a tantas almas santas que ella había formado con su instrucción y sus ejemplos, es mirada como el modelo de las personas que se aplican a dar una educación a la juventud, y bajo su invocación se han formado gran número de establecimientos religiosos para la educación de las jóvenes doncellas.

En 1537 la bienaventurada Ángela, llamada de Brescia, en la Lombardía, porque había permanecido largo tiempo en aquella ciudad, instituyó las Ursulinas. Doncellas o viudas reunidas en congregación libres en un principio de votos, se consagraron a la educación de las jóvenes de su sexo. Después de algunos años de satisfactorias pruebas, el papa Paulo III, edificado de su celo, autorizó su instituto por un breve de 1544. Más tarde, en 1572, a instancia, de San Carlos Borromeo, el Pontífice Gregorio XII erigió la nueva congregación en Orden religiosa, bajo la regla de San Agustín, y obligó a las Ursulinas a guardar clausura.

A los tres votos ordinarios de religión tuvieron que añadir el cuarto voto de educar gratuitamente a las niñas. El pontífice Paulo V aprobó la regla de esta Orden también en su bula de 13 de junio de 1612. La utilidad de esta Orden, establecida en Francia en un principio, la ha hecho rápidamente multiplicarse por todo el mundo cristiano. En España hay Ursulinas con clausura, en Murcia y en Sigüenza. Hay Ursulinas también, en otras varias provincias, donde, a pesar de las bulas de Gregorio XIII y de Paulo V, estas comunidades religiosas persisten en la regla de Ángela de Merici, su fundadora; y no han querido pronunciar sino votos simples y sin someterse a clausura; pero de todos modos prestan un gran servicio a la Religión y a la sociedad!!!


 
 

viernes, 7 de septiembre de 2012

La campanita de las once mil vírgenes

Tradiciones de Guadalajara, México.
Este artículo está tomado de: http://200.57.131.60/tradiciones/la-campanita-de-las-once-mil-virgenes

Cabildo Eclesiástico en Guadalajara

Aquellos tiempos eran otros.  El acompasado fluir de los días dejaba en el aire una transparencia de dicha. Así vivía la gente, en una entrañable paz que bien se les retrataba en el semblante.

La ciudad misma tenía otro aspecto: las calles asoleadas y anchas, las plazas sombreadas de árboles inmensos, las casas encaladas de blanco, sin otro adorno que el de sus recios portones de mezquite remachados de clavos y el aldabón de forja muy compuesta, o la manita de llamar, que ponía resonancias de júbilo, de expectación, de zozobra en el silencio del barrio.

Convento en Guadalajara

También los ruidos… Qué distintos a los de ahora, los ruidos que movían la vida de la vieja Guadalajara: un repiquetear de herraduras sobre el empedrado de las calles y luego un largo silencio. El pregón característico del vendedor de pan y luego el silencio otra vez en todo lo ancho de la calle. La música lánguida desde un piano escondido en la penumbra de una de aquellas salas, y la melodía que traspasaba las cortinas de encaje desde la intimidad de aquella casona.

Luego las campanas: el toque cristalino de una campanita y el grave tañer de la campana mayor de catedral. Los vecinos conocían la voz de cada campana. Las sentían como seres vivos. Estaban enterados de la hora en que debía escucharse cada toque.

Entonces… allá por los años del setecientos al ochocientos. Guadalajara estaba llena de conventos. Las gentes sentían profunda reverencia hacia estas casas. Pasaban por aquellos portones y se santiguaban devotas como sabiendo que detrás de aquéllos se guardaba un aire puro de contemplaciones y continua alabanza a Dios.

Pero así, todo lo que sucedía tras de los tapiales cubiertos de jazmines y rosales, era luego conocido en la ciudad; no había detalle, el más nimio, no había el más simple acontecimiento conventual que no anduviera al poco tiempo de boca en boca, ya causando sorpresa, ya despertando albores de contento, ya poniendo en los pechos el susto, la impresión de las cosas eternas.

La mole del antiguo convento de Santa Mónica, en la calle Zaragoza,
entre Reforma y San Felipe

Por eso pudo saberse y circuló por entre el vecindario una noticia aterradora que saltó, nadie supo cómo, las bardas del Convento de Santa Mónica: que allí se tenía de cuando en cuando el aviso de la muerte de las religiosas agustinas que poblaron esta casa.

Así se decía: que las Mónicas podían tener aviso de su muerte, gracias al toque de una campanita que sonaba cuando alguna de ellas iba a morir. Este toque caminaba, caminaba por los claustros, se enredaba por entre los plumbagos sacudiendo sus florecitas azules, se iba por los pasillos de muros cubiertos con letreros y admoniciones eternas, y luego, de repente, iba a detenerse a la puerta de una celda.

Ya no cabía la menor duda. Allí estaba la señal sobrenatural de la muerte de la monja en cuya celda se detuvo el tintinear de la campanita: una campanita que, por más señas, decían que era tocada por las once mil vírgenes, denominación que correspondía nadie sabía a ciencia de esa celestial legión de almas que rondaban por los caminos del cielo… y a veces bajaban a la tierra.

Luego de ese toque no quedaba la menor duda. Allí estaba el aviso de la muerte de una de las monjas de la comunidad. No parecía que para ninguna de ellas hubiera estupor, sorpresa o miedo ante la inminencia de la muerte. Al fin monjas, imbuidas en el pensamiento de la eternidad y penetradas del significado que tiene la muerte, sino como una puerta que se abre a la entrega deleitosa de la visión divina… Todo eso que el creyente recuerda en los helados vientos del mes de difuntos.

Al parecer, antes que entristecerse, felicitaban las monjas a la hermana elegida para presentarse ante el Supremo Juez, ayudándola a prepararse con oraciones y cantos, y luego la llevaban a que se recostara por sí misma, en quietud beatífica, en el tabloncillo que se servía de lecho, para esperar su hora.

Decían que eso pasaba dentro del convento de las Mónicas; pero en el exterior, los vecinos, la gente que aseguraba haber oído como un eco lejano el repique de la campanita misteriosa, se estremecían en lo más recóndito de su ser… Porque en el común de los humanos, la muerte siempre es temida, su cercanía siempre aterroriza, su proximidad clava agujas frías en el cuerpo de un hombre.

En la Guadalajara de aquellos siglos sucedían estas cosas. Y aquellos hombres como los de hoy, vivían preocupados con el pensamiento de la muerte, se estremecían a los toques lúgubres de dos campanas que anuncian, en dobles, la muerte de un amigo.
Por eso sin duda circulaba con tanta fuerza el comentario y se hacían mil conjeturas, cuando alguien decía haber oído claramente en el aire quieto de la mañana, en la temblorosa luz de un atardecer, el toque de la campanita de las once mil vírgenes.


El claustro central del Convento de Santa Mónica, conocido como Patio de los Ángeles.
 
 
Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes
Manuel Caban, santero
 
 

jueves, 16 de agosto de 2012

Nombres de algunas de las 11 mil vírgenes

Las once mil vírgenes, Santa Úrsula de Colonia (Siglo III)

Este trabajo fué publicado originalmente por secciones en el sitio http://es.paperblog.com/users/santos/

Publicado el 21 octubre 2010 por Santos

Una misteriosa inscripción en la iglesia de Santa Úrsula de Colonia y las reliquias de una joven martirizada dieron pie al nacimiento de una de las leyendas más conocidas de la Edad Media, la vida de Santa Úrsula y las once mil vírgenes. Aunque es más que probable que ni la existencia de la santa ni de su numeroso acompañamiento sea real, lo cierto es que la imagen, veneración y reconocimiento hacia este personaje se prolongó en el tiempo.
La leyenda de Santa Úrsula
La historia de una bella princesa proveniente de las Islas Británicas tomó múltiples formas y fue cantada como romance por los caminos de la Europa Medieval. Según la tradición, Úrsula era la hija del rey inglés Donatu de Dummonia y fue prometida a un príncipe, Conan Meriadoc de Armórica, la actual Bretaña francesa. La joven, de profunda piedad, había hecho votos secretos de castidad. Para proteger su virginidad sin provocar un conflicto entre las dos dinastías, pidió que su matrimonio se pospusiera tres años, tiempo en el que Úrsula esperaba que su futuro marido se convertiera al cristianismo.
En el tiempo de espera Úrsula organizó una peregrinación a Roma, viaje al que se unieron un séquito de once mil jóvenes vírgenes. Después de un largo periplo por Europa consiguieron llegar a la ciudad eterna pero al volver, en Colonia, se toparon con las peligrosas y violentas huestes del mismísimo Atila. Los hunos apresaron a las jóvenes que fueron martirizadas y decapitadas. La bella Úrsula enamoró al jefe de los hunos pero al negarse a ser su esposa también sufrió martirio siendo saeteada hasta morir.
Una lápida y unas reliquias como origen de la leyenda
En el coro de la iglesia de Santa Úrsula aparece tallado un texto en el que, al parecer, narra el periplo de Úrsula y las once mil vírgenes. Unos huesos encontrados en el cementerio de la antigua colonia romana Agripinensis fueron declarados como reliquias y atribuidos a la joven Úrsula. Estas fueron las dos pruebas que iniciaron la leyenda, junto con un posible error de interpretación de unos números y nombres de las vírgenes que dio pie al número “once mil”. Una leyenda que en la actualidad se acepta como tal, con mínimos fundamentos históricos.
De la Sorbona a la creación de las ursulinas
A pesar de sus débiles bases históricas, la leyenda y la devoción a Santa Úrsula se extendió por toda Europa y en muchos lugares se erigieron iglesias en su honor. En el siglo XIII la universidad de París, la Sorbona, la adoptaba como patrona convirtiéndose en la protectora de los estudiantes universitarios en todo el periodo medieval.
Su aparición en un sueño de otra santa, Santa Angela de Mérici, sería la razón para darle su nombre a la congregación creada por ésta, las ursulinas.

Continúo la serie dedicada a Santa Úrsula, interrumpida hace un tiempo: Sacando de por aquí y por allá, he logrado aumentar la lista de las mártires asociadas al grupo de Úrsula, y de reliquias veneradas en diversos sitios, como compañeras de Santa Úrsula, sin que tengan el menor fundamento. Simplemente, como ya se ha dicho antes, al no saber de quien es la reliquia, se atribuye a las 11.000 vírgenes. En algunos casos es probable que provengan de Colonia, pero eso no les da más autenticidad. Esta lista no pretende ser única ni exclusiva, ¡ni mucho menos histórica!. Sólo la pongo como curiosidad sobre nombres añadidos a las compañeras de Santa Úrsula, los diversos sitios donde se veneran, etc. 11.000 vírgenes dan para mucho, por tanto, faltarán unas cuantas, de seguro que habrán más por ahí por esos mundos de Dios... y de Úrsula.

Las iré poniendo poco a poco, porque sin llegar a 11.000, son muchas, y algunas con su historia propia. Y también iré contando de donde se han sacado algunos nombres (recuerdo que la terminación "is" a veces es traducida como "a"), su culto y demás. En el caso de repetirse el nombre, pongo cuantas haya con el mismo nombre.

Santa Adela.
 Santa Adelina.
 Santa Adhamaris (tres).
 Santa Adwigis.
 Santa Agatia.
 Santa Águeda.
 Santa Albina (dos).
 Santa Alburgis.
 Santa Aldegundis.
 Santa Aleidys (tres).
 Santa Alejandra (cuatro).
 Santa Alquina (dos).
 Santa Alstride.
 Santa Amabilia (dos).
 Santa Amada (dos)
 Santa Amarancia.
 Santa Amfitea.
 Santa Amoenis (dos).
 Santa Ana (tres).
 Santa Anacleta (tres).
 Santa Anastasia.
 Santa Ancira.
 Santa Ancirana.
 Santa Andolfia.
 Santa Angelina (dos).
 Santa Apolínea.
 Santa Apolonia.
 Santa Armingeris.
 Santa Athlea.
 Santa Axpara (dos).
 Santa Babila.
 Santa Balbina (cinco).
 Santa Beatriz (dos).
 Santa Benedicta (cuatro).
 Santa Benigna (tres).
 Santa Berengardis (dos).
 Santa Bertha (dos).
 Santa Bilonna.
 Santa Blandina.
 Santa Blanditia.
 Santa Blandula (dos).
 Santa Blasila (dos).
 Santa Bonifacia.
 Santa Bonina.
 Santa Brígida (4 de febrero).
 Santa Cafinia
 Santa Calamanda.
 Santa Cándida (tres, una en Friburgo; otra en Tortosa; otra en Villanueva).
 Santa Caridad (tres).
 Santa Carpófora (dos).
 Santa Cecilia.
 Santa Ceferina.
 Santa Celindris (cuatro).
 Santa Cipriana.
 Santa Clara.
 Santa Clemate.
 Santa Clemencia (dos).
 Santa Clementina.
 Santa Cleomale.
 Santa Cleopatra (seis).
 Santa Clopatra.
 Santa Clorindis.
 Santa Columba o Colombina (dos).

Santa Úrsula: y compañeras II

Publicado el 24 octubre 2010 por Santos

Continúo la lista de las mártires tenidas como parte de las 11.000 vírgenes:

Santa Cordula (tres). La más famosa (en la imagen) se celebra el 22 de octubre y evidentemente sólo es pura leyenda. Según esta, pertenecía al grupo de Úrsula, pero se escondió en un barco y escapó a la masacre. Al otro día lo lamentó, se presentó al jefe de los hunos y fue condenada a muerte. En una visión apareció a Santa Helmtrudis de Neuenheerse (31 de mayo) y le pidió que se celebrase su fiesta al día siguiente de Santa Úrsula, ya que no había muerto ese mismo día. Es copatrona de Colonia y Tortosa. Colonia y Rímini pretenden tener reliquias suyas. Se representa con un pequeño bote y una flecha en la mano, o una lanza.

Santa Cornula.
 Santa Crischona (venerada en Basilea).
 Santa Cristancia.
 Santa Cristina.
 Santa Cunegunda (venerada en Basilea).
 Santa Daría.
 Santa Daula.
 Santa Demetria.
 Santa Deponencia.
 Santa Despondea.
 Santa Devota.
 Santa Dionisia (dos).
 Santa Donata.
 Santa Dorotea: Otra de la que se inventó una leyenda propia. Sería hija de los reyes de Normandía, Doroteo y Lucía. Sus hermanas fueron una de las Lucía y una de las Germana de la lista. Estaba comprometida con un noble príncipe desde un año antes de unirse a Úrsula. Conociendo que el príncipe la quería más por lujuria que por amor, lo abandonó, para unirse al grupo de las vírgenes de Úrsula, con las consecuencias conocidas.

Santa Ebbina.
 Santa Efemeria.
 Santa Egera.
 Santa Eimonia.
 Santa Electa.
 Santa Elegancia.
 Santa Eleonora.
Santa Eleuteria (seis).
 Santa Eligencia.
 Santa Eligenda (dos).
 Santa Elizabet (seis).
 Santa Elledera (dos).
 Santa Elmoida.
 Santa Elpis.
 Santa Elpris.
 Santa Emerencia.
 Santa Emerenciana.
 Santa Emiliana (dos).
 Santa Enclética.
 Santa Endara.
 Santa Eraclea.
 Santa Erdelea.
 Santa Ermina.
 Santa Ermonia.
 Santa Esperanza (cuatro).
 Santa Espléndida.
Santa Esponcia (venerada en Francia)
 Santa Espreciana
 Santa Eucaria (tres).
 Santa Euchodia (dos).
 Santa Euchonia (tres).
 Santa Eudomia (dos).
 Santa Eudonia (tres).
 Santa Eudoxia (dos).
 Santa Eufasia
 Santa Eufemia
 Santa Eufrasia (dos).
 Santa Eufrodia (dos).
 Santa Eufronia (dos).
 Santa Eufrosina (nueve).
 Santa Eugenia (diez).
 Santa Eulalia (cinco).
 Santa Eumorfia
 Santa Eunomia (ocho).
 Santa Eupara
 Santa Europa (tres)
 Santa Eusebia (seis)
 Santa Eustaia
 Santa Eustaquia
 Santa Eustemia
 Santa Eustochia (tres)
 Santa Eustodia.
 Santa Eustora
 Santa Eustorgia
 Santa Eustragia
 Santa Eustragisila.
 Santa Eustremia
 Santa Euticia (siete)
 Santa Eutonia
 Santa Eutropia (cinco)
 Santa Eutrópida
 Santa Eviora
 Santa Evodia (cinco)
 Santa Evortia (dos)
 Santa Experancia

Santa Úrsula y compañeras III

Publicado el 29 octubre 2010 por Santos



Y siguen las mártires de Colonia...

Santa Fe.
 Santa Felicissima (dos).
 Santa Felicitas (tres).
 Santa Fenea.
 Santa Fideana.
 Santa Filadelfa (en la imagen, el cráneo venerado en Colonia)
 Santa Filadema.
 Santa Filaedria.
 Santa Fileria.
 Santa Filippa.
 Santa Filogena (dos).
 Santa Filomena (cuatro).
 Santa Firmindina.
 Santa Fleurina (en Tournai).
 Santa Flora (seis).
 Santa Florencia (siete).
 Santa Florentina (tres).
 Santa Florina.
 Santa Formosa.
 Santa Frontonia.
 Santa Fulgena.
 Santa Fulquira.
 Santa Gelamia.
 Santa Gelasia (tres).
 Santa Gelidonia.
 Santa Geminiana (cuatro).
 Santa Genela.
 Santa Generosa.
 Santa Genoveva (siete).
 Santa Geofreda.
 Santa Geramia.
 Santa Gerasina (cinco).
 Santa Gerburga.
 Santa Gerenia.
 Santa Germana (dos, una de ellas hermana de Dorotea y de una de las Lucía).
 Santa Gertrudis (tres).
 Santa Grata.
 Santa Gregoria.
 Santa Guillermina.
 Santa Guyana.
 Santa Hectoria.
 Santa Helena (tres).
 Santa Helpridia.
 Santa Helprodia.
 Santa Herdara.
 Santa Herengardis.
 Santa Hermegardis.
 Santa Hermingardis.
 Santa Hermolaa (siete).
 Santa Hildegunda.
 Santa Hiwana.
 Santa Hodierna (tres).
 Santa Hodiernia.
 Santa Honesta (en Tournai).
 Santa Iconia.
 Santa Ida (hermana de Odilia).
 Santa Imma (hermana de Odilia).
 Santa Immeria.
 Santa Inducta.
 Santa Inés (dos, una celebrada el 28 de agosto).
 Santa Ipocridia.
 Santa Irmtraud.
 Santa Isamia.
 Santa Isanna.
 Santa Ivoritta.
 Santa Jacinta (tres).
 Santa Jeronia.
 Santa Josippa o Josefa (tres).
 Santa Jotha.
 Santa Juana.
 Santa Judit.
 Santa Julia (tres).
 Santa Juliana (diez).
 Santa Julita (cuatro).
 Santa Justina (cuatro).
 Santa Justicia.

Santa Úrsula y compañeras IV

Publicado el 05 noviembre 2010 por Santos



Y sigue la retahíla...

Santa Juvenalia.
 Santa Lacedomia.
 Santa Lánguida.
 Santa Leticia (venerada en Ayerbe, Aragón. En la imagen).
 Santa Liburga.
 Santa Liburcia.
 Santa Lucencia (dos).
 Santa Lucía (trece, una de ellas hermana de Dorotea y de una de las Germana).
 Santa Lucrecia (tres).
 Santa Luminosa (dos).
 Santa Lupina.
 Santa Macaria.
 Santa Mactande.
 Santa Magmara.
 Santa Magmorach.
 Santa Magna.
 Santa Marcela (dos).
 Santa Mardié.
 Santa Margarita (diez).
 Santa María (cuatro).
 Santa Marta (dos. Este nombre siempre aparece en las listas más antiguas, junto a Brítula, Pinnosa o Sencia)
 Santa Matilda.
 Santa Matrona.
 Santa Meandra.
 Santa Mechtonde.
 Santa Melandria (dos).
 Santa Melchia.
 Santa Meldonia.
 Santa Mellifrodica.
 Santa Melquis.
 Santa Menandra.
 Santa Meransen.
 Santa Matilda (dos).
 Santa Micronia.
 Santa Mobilia (cuatro).
 Santa Modesta.
 Santa Natalia (dos).
 Santa Nazaria.
 Santa Nestoria.
 Santa Nicoletta (ocho) Esta tiene tela por donde cortar, todas necesitan un artículo para ellas.
 Santa Nobiliana (tres, una es hermana de una de las Nicoletta y de una de las Europa; otra es hija de Eunomia y hermana de Sinclética y una de las Sincera).
 Santa Octonia.

Santa Úrsula y compañeras V

Publicado el 08 diciembre 2010 por Santos



Y siguen las chicas de Úrsula:

Santa Odilia (dos. Una de ella es la más famosa, que también tendrá su artículo propio).
 Santa Oliva (dos).
 Santa Orsmarie (o Ursitia).
 Santa Osanna.
 Santa Paladia.
 Santa Palemonia.
 Santa Palodora (cuatro).
 Santa Panefreda (venerada en Francia).
 Santa Papia.
 Santa Penecia.
 Santa Peregrina (dos).
 Santa Perionia.
 Santa Perpetua (cuatro).
 Santa Pinnosa (seis. En algunas versiones es una de ellas la “capitana” del grupo y no Úrsula) En la imagen.
 Santa Pionia.
 Santa Placata.
 Santa Placensia (tres).
 Santa Plácida (cinco).
 Santa Plenaria.
 Santa Polemia.
 Santa Polodoxia (dos).
 Santa Porfiria.
 Santa Portura.
 Santa Praxedema.
 Santa Práxedes (cuatro).
 Santa Preciosa (tres).
 Santa Precipua.
 Santa Preclara (seis).
 Santa Prepotencia (dos).
 Santa Principalia (o Principesca).
 Santa Prisca.
 Santa Proba (dos).
 Santa Probancia.
 Santa Proca.
 Santa Procea.
 Santa Prodicia.
 Santa Protea (dos).
 Santa Prudencia (cuatro).
 Santa Rabacia.
 Santa Regedia.
 Santa Regina (1 de junio y 21 de octubre).
 Santa Residea.
 Santa Residia (dos).
 Santa Resindis (tres).
 Santa Rigilda.
 Santa Ruberta (dos).

Santa Úrsula y compañeras VI

Publicado el 14 enero 2011 por Santos



Siguiendo con la lista de las "11.000" vírgenes y mártires compañeras de Santa Úrsula. En la imagen, un collage con 6 de los 15 cráneos conservados en la iglesia de Santa María Magdalena de Kermt, Bélgica.

Santa Sabacia.
 Santa Sabina.
 Santa Sacrosa.
 Santa Salutaria.
 Santa Sapientia (siete).
 Santa Sapora.
 Santa Saturia.
 Santa Saturnina.
 Santa Saula (parece siempre en todas las listas, como una de las principales).
 Santa Sefronia.
 Santa Segunda.
 Santa Semibaire (venerada en Francia).
 Santa Sencia.
 Santa Serapia.
 Santa Serena (cuatro).
 Santa Sibilia (siete).
 Santa Sibonia (dos).

Santa Sigillindis o Sigellende. 30 de agosto y 21 de octubre.
 El Acta Santorum recoge la memoria de esta santa, venerada en la iglesia de los Santos Macabeos de Saussaye, Colonia, como una de las compañeras de Santa Úrsula. Pero no da más datos, porque, evidentemente, no los hay. Tal vez podrían ser unas reliquias trasladadas desde el enorme relicario de las vírgenes, a las que dieron nombre.

Santa Silvana (dos).
 Santa Silvaria.
 Santa Simenia o Simonia.
 Santa Simera.
 Santa Simfronia.
 Santa Sincera (seis).
 Santa Sinforiana (dos).
 Santa Sinteria.
 Santa Sirapionia.
 Santa Societas (venerada en la Basílica de San Maximino, Provenza, Francia. El nombre es todo un símbolo: “compañera”).
 Santa Sofía (cuatro).
 Santa Sontie.
 Santa Sperans o Spes.
 Santa Splendida.
 Santa Sponcia (venerada en Francia).
 Santa Spreciana.
 Santa Sufragia.

Santa Úrsula y compañeras. VII

Publicado el 20 enero 2011 por Santos



Y termino la lista de las vírgenes mártires de Colonia. Como dije al inicio, no hacían 11.000, pero aún así, son muchas. Algunas merecen artículos aparte, como Nicoletta.

Santa Tecla (dos).
 Santa Teodora.
 Santa Thasis.
 Santa Thelindris.
 Santa Tiberia (tres).
 Santa Urstitia (o Ursitia).

Santa Tumette. 4 de mayo, tercer domingo de mayo y 21 de octubre.
En realidad parece la confusión de una santa desconocida con el culto a Santa Julvette (15 de abril), hermana de San Maudez (2 de septiembre y 18 de noviembre). Según el Acta Sanctorum, Tumette no será relacionada con las mártires de Santa Úrsula hasta el siglo XIII, en la obra “Dialogus Miraculorum”, de Cesáreo de Heisterbach, el cual, en el Libro VIII, Capítulo 85, dice que en la casa cisterciense de Volkerode, Turingia hubo en un tiempo un abad gran devoto de las reliquias. En una ocasión, el Señor le mostró en una visión la iglesia de las 11000 vírgenes de Colonia, y le hizo saber que en una pared estaban escondidos dos relicarios de dos vírgenes mártires del grupo. Les pone nombre: Tumette y Eleumata Cristancia (o Sencia).

Tumette ha tenido su culto propio y algunas reliquias han sido repartidas. Se le venera en Kerity, Bretaña (donde el tercer domingo de mayo sale una procesión en su honor), Névez de Plomeur y Landunvez (ambas en Finisterre), la ciudad (Finisterre) lleva su nombre. En la imagen, un bello relicario de Tumette en forma de barco, conservado en el museo de Tau.

Santa Ursula (la líder y otras tres).
 Santa Valeria (venerada en Francia).
 Santa Vedasta.
 Santa Venusta (tres).
 Santa Verena (tres).
 Santa Verenia (dos).
 Santa Verona.
 Santa Veronia.
 Santa Vibrande (confundida en ocasiones con Wibaude).
 Santa Vicencia (venerada en Marsella, se cree sea confusión con San Vicente Mártir).
 Santa Victoria.
 Santa Virgilia (dos).
 Santa Virginia (dos).
 Santa Virgulta.
 Santa Vivencia (dos).
 Santa Vlatimalia.
 Santa Vultura (dos).
 Santa Walburga.
 Santa Wibaude.
 Santa Wilhelma (o Willena).
 Santa Zafirina (o Ceferina).
 Santa Zoia (dos).



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