Lapida

Lapida
Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania

jueves, 16 de agosto de 2012

Elisabeth de Schónau. Comentarios sobre el Liber revelationum Elisabeth de sacro exercitu virginum Coloniensium


REVISTA CHILENA DE LITERATURA
Noviembre 2007, Número 71, 43-62

I. ESTUDIOS

ELISABETH DE SCHÓNAU: AUTORIDAD VISIONARIA Y LA PRESENCIA DE LOS SANTOS

María Eugenia Góngora

Universidad de Chile
mgongora@uchile.cl

This book is about the joining of Heaven and Earth,
and the role, in this joining, of dead human beings.
Peter Brown, "The Holy and the Grave"





RESUMEN /ABSTRACT

En este ensayo quiero explorar algunas características de Elisabeth de Schónau( 1129-1164) como escritora visionaria, y mostrar cómo su obra sobre el martirio de Santa Úrsula, el Liber revelationum Elisabeth de sacro exercitu virginum Coloniensium (Libro de las revelaciones de Elisabeth sobre el santo ejército de vírgenes de Colonia), escrita después de 1156 y ampliamente leída y difundida entre sus contemporáneos, puede ilustrar algunos usos de la autoridad visionaria en el ámbito del culto a los santos y sus reliquias.

Palabras clave: culto a los santos, arbitros de lo sagrado, autoridad visionaria.


Elisabeth ingresó en el monasterio doble de Schonau (cercano a la ciudad de Koblenz, situada a orillas del Rhin) cuando tenía 12 años de edad. Después de su primera experiencia visionaria registrada en su escritura, y luego de sufrir períodos de graves dudas y dificultades, empezó a componer sus tres Libros de visiones, su tratado sobre La resurrección de la bienaventurada Virgen María y su Libro de las vías de Dios, escrito este último después de visitar a su contemporánea Hildegard de Bingen, cuyo primer libro visionario se denominó Scivias, un neologismo que puede ser interpretado como el imperativo "Conoce las vías [del Señor]". El Libro de las revelaciones que es el objeto de estudio de este ensayo es su última obra conocida, además de un número reducido de cartas que se han conservado. Las dudas sobre sí misma, el temor a las tentaciones diabólicas y diversos problemas emocionales acompañaron a Elisabeth durante toda su primera época como visionaria, y sus enfermedades y dolores nunca desaparecieron del todo. Por otra parte, sus trances extáticos eran precedidos de estados de fuerte inquietud y de sentimientos de dolor, sobre todo en la primera época de su ocurrencia.

Elisabeth elaboró sus visiones en su obra escrita mayormente con la colaboración de su hermano Ekbert3, quien se convirtió en monje en el monasterio masculino de Schonau unos tres años después del inicio de la experiencia visionaria de su hermana; desde ese momento, Ekbert intervino no solamente en la edición de sus trabajos, sino que aprovechó la especial relación de su hermana con los santos para formular preguntas sobre algunos puntos de la doctrina cristiana y de las creencias. Elisabeth repetía -a veces con algún grado de dificultad, según su propia confesión- estas preguntas a sus numerosos visitantes celestiales, así como al ángel que actuaba a menudo como su guía durantes sus frecuentes trances. Luego transmitía las respuestas a Ekbert y a otros que la consideraban como una intermediaria autorizada para acceder al conocimiento teológico. En su Libro de las visiones, Elisabeth escribe que tuvo visiones de Jesús, María, los ángeles y de numerosos santos, especialmente durante los oficios litúrgicos y en los días de fiesta dedicados a ellos; a menudo compartía sus experiencias con su comunidad religiosa y, en términos generales, se puede decir que sus visiones se producían de acuerdo al calendario litúrgico, de manera predecible, lo que facilitaba las preguntas y los contactos con los santos que se le aparecían como 'viniendo a esta atmósfera', tal como la visionaria suele describir sus manifestaciones. Es también importante mencionar que estas experiencias no marginaron a Elisabeth dentro de su propia comunidad, ni la excluyeron de otras formas de autoridad; de hecho, poco antes de 1156, fue elegida magistra del monasterio femenino de Schónau, confirmando así su autoridad como visionaria y también como guía de las religiosas a su cargo.

LA HISTORIA DE SANTA ÚRSULA

En 1156 y debido a los trabajos que se venían realizando desde 1106 en un terreno fuera de los muros de la ciudad, se descubrió un antiguo cementerio en las inmediaciones de Colonia4; en ese momento, Elisabeth ya era reconocida como una autoridad visionaria. Estos hallazgos y el problema de la identificación de los cuerpos revivió el interés público en la figura de Santa Úrsula y pocos dudaron entonces de que los restos encontrados en el cementerio pertenecían a su 'ejército' de once mil vírgenes y mártires, un número que ha sido frecuentemente atribuido al error de un escriba.

El culto de Santa Úrsula, de larga data en la ciudad de Colonia, se sostenía, en primer lugar, en la existencia de una inscripción fechada probablemente en el siglo iv o v y que se encontró en la primitiva basílica que está en la base de la actual iglesia de Santa Úrsula5; en esta inscripción latina se menciona el martirio sufrido por unas santas vírgenes, muertas por su fe en Cristo. Durante varios siglos, se puede constatar la ausencia de nueva documentación sobre esta historia, hasta que en los siglos vm y ix encontramos, por ejemplo, un Oficio que conmemora la pasión de esas santas vírgenes, y los Calendarios y Sacraméntanos de esos siglos mencionan ya algunos de sus nombres; en 848, el Martirologio de Wandelbert de Prüm registra la existencia de monumentos erigidos en memoria de miles de vírgenes guerreras muertas por los enemigos de Cristo. En un códice del siglo x encontramos ya la mención expresa de once nombres: Martha, Saula, Brictola, Gregoria, Saturnina, Sabatia, Pinnosa, Ursola, Sentía, Palladia y Saturia. Hacia el 922, un sermón, probablemente dedicado a una comunidad de monjas de Colonia, conmemora la fiesta de la compañía de vírgenes guerreras el día 21 de octubre; en este sermón encontramos los primeros elementos de una narrativa, y es interesante hacer notar que en esta versión no es Úrsula, sino la princesa Pinnosa la que guía el ejército de vírgenes que deja las islas británicas para escapar de la persecución de los romanos que estaban bajo el mando de Maximiano (235-238), para terminar siendo muertas por los soldados romanos en Colonia.

Otro texto importante aparece también en el siglo x, y es conocido como la Passio I y por sus palabras iniciales "Fuit pervetustd'', ha sido normalmente atribuido al monje flamenco Herric de St. Bertin. En esta versión aparece ya el nombre de Úrsula como la santa que guía la expedición, y las doncellas de su compañía son finalmente muertas por los hunos y no por soldados romanos. Aparece también aquí por primera vez el nombre de Córdula, la virgen que se escondió primeramente por temor a la muerte, pero se presentó ante los hunos al día siguiente de la muerte de sus compañeras y sufrió también el martirio; Córdula se convierte en la protagonista de un relato visionario en el que se relatan las revelaciones de la monja Helentrude, quien floreció alrededor del año 1050 y vivió en el monasterio de Heerse, cerca de Paderborn.

Inmediatamente anterior a El libro de las revelaciones de Elisabeth, el texto más conocido es la Passio II, en la que se relatan las circunstancias del martirio de Úrsula; esta es una obra dedicada muy probablemente a una comunidad de religiosas de Colonia, como lo fue el ya mencionado sermón del 922, y fue ampliamente difundida en más de cien manuscritos; este texto es también conocido por sus palabras iniciales, 'Regnante domino', y data de alrededor del año 1100.

De acuerdo con esta versión, Úrsula, la hermosa y devota joven hija de Deonatus, un rey cristiano de la Gran Bretaña, rechaza casarse con el hijo de un poderoso rey pagano; no queriendo causar daño a su propio padre por causa de este rechazo, impone ciertas condiciones que implican la postergación de la boda por tres años. También solicita la construcción de once barcos y la reunión, bajo su conducción, de once mil vírgenes. Siguiendo las indicaciones recibidas en un sueño, en el cual se le anuncia su futuro martirio, Úrsula y sus compañeras abandonan las costas de Gran Bretaña y navegan por el río Rhin hasta Tiel, Colonia y Basilea. Ya en Colonia, un ángel se le había aparecido a la princesa, pidiéndole que continuara su viaje por tierra en peregrinación a Roma y luego regresase a Colonia, donde ella y sus compañeras recibirían el martirio. Y así sucedió: en su viaje de regreso desde Roma, Úrsula y la multitud de vírgenes que la acompañaban fueron atacadas y muertas por los hunos que en ese momento ponían sitio a la ciudad de Colonia.

Es importante hacer notar que esta versión enfatizaba la presencia exclusiva de mujeres en este 'ejército de amazonas', así como la descripción detallada de sus ejercicios navales y militares antes de iniciar su peregrinación a Roma y su viaje a Colonia. De acuerdo con Regnante domino, fue en las afueras de esta ciudad que el rey de los hunos (probablemente Atila, aunque no aparece explícitamente nombrado en el texto), atraído por la belleza de Úrsula, le ofreció matrimonio; luego de ser rechazado por ésta, atacó y mató a toda su compañía.

LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

Como ya hemos mencionado, desde comienzos del siglo XII -y por razones de defensa militar- se iniciaron importantes excavaciones fuera de los muros de Colonia y, ya a mediados del mismo siglo, aparecieron ciertos elementos preocupantes en lo que resultó ser un gran cementerio primitivo: muchos de los cuerpos pertenecían a hombres y niños, haciendo casi imposible justificar su presencia si se tenía en cuenta la historia de Santa Úrsula y sus once mil vírgenes enterradas en las afueras de la ciudad, según la versión hasta entonces aceptada de su martirio, transcrita en el ya mencionado texto Regnante domino. Por lo demás, tampoco los nombres que se encontraron en las inscripciones lapidarias correspondían a los nombres mencionados en la leyenda; otras tumbas no tenían inscripción alguna y no podían ser consideradas como reliquias auténticas de un 'ejército' compuesto solamente por mujeres.

En 1156, Gerlach, abad del monasterio de Deutz -muy cercano a Colonia- pidió a Elisabeth que investigara estos hallazgos por medio de su experiencia visionaria, y que planteara las preguntas relevantes a los santos que podrían eventualmente explicar las evidentes discrepancias entre la narrativa hagiográfica hasta entonces aceptada y los hallazgos arqueológicos en el cementerio de las afueras de la ciudad. Sabemos además que Elisabeth había mencionado brevemente, en su Primer libro de las visiones, (cap. 13), una visión suya en la que Santa Úrsula se le habría aparecido y, por otra parte, conocía bien el texto de la ya mencionada Passio II de Santa Úrsula, Regnante domino; lo menciona varias veces en su propia obra, si bien no por su nombre.

Su Libro de las revelaciones, surgido de esta circunstancia especial y de la petición expresa del abad de Deutz, puede ser comprendido entonces, al menos en una primera lectura, como un ejemplo de la autoridad visionaria puesta al servicio del culto de los santos y del refuerzo de otra manifestación de lo sagrado, es decir, del poder y de la presencia activa de los santos en sus cuerpos. La creencia en el poder de los cuerpos de los santos que encontramos en el budismo, el islam y el cristianismo es un hecho bien establecido en la tradición académica; quisiera solamente mencionar aquí La religion dans son essence et ses manifestations, la obra clásica que Gennep van der Leeuw publicó en 19556. Más recientemente. André Vauchez ha escrito: "Antes de ser una cualidad del alma o un estado espiritual, de acuerdo a la mentalidad común la santidad es considerada, en primer lugar, como una energía (virtus) que se manifiesta a través de un cuerpo" (499, la traducción es mía).

Es importante recordar asimismo que, durante los siglos medievales, el proceso de identificación de las reliquias a través de una visión era normalmente considerado más importante que el examen de cualquier evidencia externa. En las palabras de Patrick J. Geary,

la evidencia más contundente provenía de la intervención sobrenatural del santo o de la santa, que indicaba dónde se podían encontrar sus restos. Más adelante, durante el proceso de autentificación de las reliquias, los santos mostraban a menudo que éstas eran ge-nuinas mediante una intervención milagrosa. Así, el impulso inicial que llevaba al reconocimiento de una posible reliquia se producía a menudo en forma de una visión en la cual el santo aparecía a una persona santa y le revelaba dónde podían ser encontrados sus restos. Esta persona era a menudo un miembro respetado o venerado dentro de su comunidad, cuya autoridad surgía de su oficio o de su santidad (204, traducción mía).

EL LIBRO DE LAS REVELACIONES

El Libro de las revelaciones de la sagrada compañía de mártires de Colonia7es un texto particularmente interesante, entre otros factores, porque su autora logra, en mi perspectiva, sortear las dificultades y conflictos que le plantean, por una parte, su evidente escepticismo y la necesaria afirmación de su propia autoridad, y, por otra, su fuerte devoción y su creencia en la presencia y el poder de los santos, tanto en sus reliquias como en sus propias visiones. Es importante recordar que su ya mencionado escepticismo no era algo inusual en este tipo de investigaciones; cuando se le solicitaba a una persona de autoridad que enfrentara la difícil tarea de proclamar o negar la autenticidad de una reliquia, el escepticismo era en verdad una actitud no solo esperable sino necesaria8. En este contexto, cito nuevamente a Patrick J. Geary:

Los presupuestos culturales sobre las reliquias, su valor y su utilidad, eran ampliamente compartidas (...) Lo que estaba a menudo en discusión, sin embargo, era la identificación de una tumba o de un cuerpo en relación con el santo: ¿cómo estar cierto de que esos huesos no pertenecían a un pecador cualquiera? Incluso aquellos que no dudaban de la eficacia y el valor de las reliquias podían tener dudas graves con respecto a la identidad de unos restos óseos en particular (203, traducción mía).

Considero que es posible afirmar que su experiencia visionaria previa no le planteó a Elisabeth mayores dudas ni problemas de discernimiento; recordemos, por otra parte, que sus trances estaban precedidos de sufrimientos emocionales y físicos y que, según sus propias afirmaciones, las acciones de sus 'visitantes celestiales' le provocaron asimismo, y más de alguna vez, algún tipo de dolor. Así, su ángel guía la azotó durante una de sus visiones (Primer libro de las visiones, capítulo 78) y María le demostró su descontento por causa de las supuestas faltas cometidas por las religiosas de su comunidad: desvió su rostro de ella durante varias de sus apariciones (Segundo libro de las visiones, capítulos 11-13). Podemos leer en su Libro de las revelaciones, en cambio, que el problema de la autenticidad de las reliquias de los mártires de Colonia sí parece haber dado origen a un problema de discernimiento importante, y así lo manifiesta Elisabeth en esta obra.

El Libro de las revelaciones se presenta claramente como una investigación que se va desplegando como narración mediante una serie de diálogos visionarios -revelationes9, como lo explícita el mismo título de la obra- que refieren las experiencias de la visionaria a lo largo de un año, y que se centran en la solución de los numerosos problemas de identificación de los restos encontrados en el cementerio de Colonia. A diferencia de los tres Libros de las Visiones y del Libro de las vías divinas, en los cuales percibimos claramente la intervención editorial de Ekbert, este Libro se inicia con un Prefacio escrito por Elisabeth en primera persona, dirigiéndose ella misma a sus lectores. Así, al escribir en primera persona y al crear una serie de vividos diálogos que apuntan a una experiencia cercana de la presencia de los santos y, sobre todo, al explicitar el juicio y el correspondiente proceso de discernimiento que se le ha solicitado, la autora está en pleno control de su texto, de tal manera que éste aparece también como una significativa manifestación de autoridad:

Prefacio sobre la sagrada compañía de las vírgenes de Colonia

A ti que abrigas piadosos sentimientos por las cosas santas, yo, Elisabeth, sirviente de las siervas del Señor que están de Schónau, daré a conocer lo que me ha sido revelado por la gracia de Dios sobre la compañía de vírgenes de Santa Úrsula, reina de Bretaña, quien en tiempos antiguos sufrió martirio por Cristo en las cercanías de la ciudad de Colonia. Como yo me resistía mucho, algunos hombres de buena reputación me insistieron para que yo investigase estos asuntos con detención y no me permitieron quedarme en silencio. En verdad, yo sé que aquellos que se oponen a la gracia de Dios en mí, aprovecharán esta ocasión para azotarme con sus palabras. Sin embargo, sobrellevaré esto de buena voluntad porque espero recibir alguna recompensa si tantos mártires son honrados por aquello que el Señor se digna hacer a través de mis esfuerzos (Clark, Elisabeth 213, traducción mía).

Las dificultades de Elisabeth para hacer públicas sus revelaciones privadas son evidentes todavía en este Prefacio de 1156, aunque la autoridad de Elisabeth como visionaria era ahora ampliamente aceptada. Así, en este breve texto suyo, podemos 'leer' el conflicto interior presente en muchos de sus escritos: su temor a las críticas y a las posibles burlas 'de los que se oponen a la gracias de Dios' y, por otra parte, su certidumbre con respecto a la importancia de sus visiones y su esperanza de ganar una recompensa celestial.

La narrativa de Elisabeth sobre su investigación visionaria se inicia propiamente cuando su monasterio adquirió las reliquias de dos cuerpos encontrados en el cementerio de Colonia; uno de estos pertenecía a una mujer, presumiblemente la mártir Verena, una prima de Santa Úrsula; el otro, a un varón desconocido. Las visiones se iniciaron en el momento mismo de la translación de sus cuerpos a Schonau; es importante hacer notar que la visionaria afirma haber recibido la confirmación de la santidad de Verena incluso antes de saber de la llegada de las reliquias: en mi lectura, ella subraya de este modo su autoridad y su autonomía visionarias; sus poderes proceden solamente de Dios.

Entre otros se encontró una mártir de gran valor en cuya tumba se podía leer una inscripción en la que se leía "Santa Verena, virgen y mártir" (...) Mientras la comunidad de nuestros hermanos la esperaba a la entrada de la iglesia, yo estaba sentada en mi habitación. Antes de haber recibido noticias de su llegada, recibí el testimonio divino sobre su santidad. Caí en trance y en el camino por el cual eran trasladados sus sagrados huesos, vi algo que parecía como una llama brillante en la forma de una esfera. Un ángel extraordinariamente hermoso la precedía, y llevaba un incensario humeante en una mano y una candela encendida en la otra. (...) Al día siguiente, cuando una misa solemne se estaba celebrando para venerar [las reliquias], yo estaba en el Espíritu, y esa virgen se me apareció, de pie en su celestial resplandor, maravillosamente coronada y gloriosamente adornada con la palma de la victoria. Le dirigí la palabra y le pregunté si su nombre era verdaderamente el que nos había indicado. Le pregunté asimismo pro el nombre del otro mártir cuyo cuerpo había sido traído con el suyo, pero sin un nombre determinado.

Ella respondió diciendo: "Mi nombre es el que has escuchado. Estuvo a punto de ser inscrito de otro modo por error, pero logré prevenir al autor de la inscripción. El mártir Cesarius venía conmigo y, cuando entró en este lugar, la paz entró con nosotros (Clark, Elisabeth 214, traducción mía).

La serie de visiones y sueños de las que Elisabeth se valió para realizar su investigación se inició, como vemos, con esta solemne procesión de entrada de reliquias en el monasterio de Schónau; las visiones terminaron al cabo de un año, como ella lo escribe, justo antes de la fiesta de Santa Úrsula y las once mil vírgenes -el 21 de octubre de 1157- con la 'apoteosis' de las santas Verena y Úrsula apareciendo a Elisabeth en compañía de una multitud de mártires, hombres y mujeres. En esta oportuna visión final, Úrsula responde las preguntas de la visionaria sobre las circunstancias de su muerte, sin dejar dudas sobre las relaciones entre su ejército de doncellas y los hombres que habían compartido su martirio, revelando todas sus circunstancias en detalle; Elisabeth logra alcanzar así una solución definitiva en su investigación y puede emitir una 'sentencia' definitiva, habiendo comprobado la autenticidad de las reliquias gracias a su autoridad visionaria.

En esta misma perspectiva, la estructura del Libro de las revelaciones podría ser comprendida, formalmente, como la de una investigación judicial10. Elisabeth describe a sus lectores cómo planteó diversas preguntas y problemas, cuáles fueron las respuestas que recibió de sus 'testigos', cómo investigó la autenticidad de las inscripciones funerarias que el abad de Deutz le envió como evidencia para llegar a formarse un juicio apropiado. La presencia de los santos en las reliquias e inscripciones, así como la presencia de los santos en la serie de diálogos y testimonios que se suceden unos a otros y, por cierto, la visión final de Úrsula y Verena son los puntos 'altos' que van marcando los avances de la investigación visionaria de Elisabeth, destinada a confirmar y renovar la memoria de Úrsula y sus acompañantes.

También es importante hacer notar que en este proceso no son solamente los santos que habrían formado parte de la compañía de Úrsula los que aportaron sus testimonios; María y el ángel-guía de Elisabeth se hicieron también presentes en sus visiones para construir, con sus afirmaciones y con su palabra autorizada, una nueva narrativa que no solo confirmó los hallazgos arqueológicos como 'reliquias auténticas' de Santa Úrsula y su séquito, sino que creó un 'ejército' de nuevos mártires que reaparecerán en relatos posteriores a la obra de Elisabeth y que fueron compuestos sobre todo en el siglo xm; de todos ellos, la Legenda Áurea de Jacobus de Vorágine es ciertamente la más conocida compilación de vidas de santos11.

LA INVESTIGACIÓN

Los extractos del Libro de las revelaciones que presentamos a continuación nos pueden mostrar con algún mayor detalle cómo Elisabeth enfrentó su investigación, en sus principales etapas. Preguntó a los santos que se le aparecieron en sus visiones, sobre todo acerca de la presencia de restos de hombres en el cementerio de Colonia, teniendo en cuenta las anteriores versiones del martirio de Santa Úrsula, y de la versión denominada Regnante domino, en particular. Uno de esos santos le explica a Elisabeth que esos hombres habían acompañado a las once mil vírgenes como guardianes;

Estas palabras me hicieron caer en graves dudas. En verdad, como otros que habían leído la historia de las vírgenes provenientes de [Gran] Bretaña, pensaba que esa santa compañía había hecho su peregrinación sin la escolta de varones (Clark, Elisabeth 215, traducción mía).

Las mismas dudas, muy comprensibles por cierto, surgen cuando Verena le explica a Elisabeth que uno de los cuerpos correspondía a un Papa desconocido, llamado Ciríaco:

Después que hube examinado el catálogo de los pontífices romanos y no encontré por parte alguna el nombre de San Ciríaco, pregunté nuevamente a la bienaventurada Verena. Un día que se presentó a mi vista, le pregunté por qué no estaba su nombre inscrito junto a los de los otros prelados de Roma (Clark, Elisabeth 217-8, traducción mía).

Elisabeth terminará por aceptar la explicación de la santa sobre la malicia de los clérigos romanos que borraron el nombre de Ciríaco del catálogo de los Papas porque osó dejar su alto cargo y seguir a Úrsula a su martirio. El sucesor de este Papa desconocido debería ser el papa Anterus, quien reinó efectivamente entre los años 235 y 236 DC. Esta última fecha situaría el martirio de Úrsula en la primera parte del siglo m. Según la versión de Regnante domino, sin embargo, encontramos una alusión al rey Atila (cuya invasión de la Galia está fechada en el año 451); este anacronismo es notado por Elisabeth; cuando plantea su pregunta a Verena, ésta lo explica mencionando una supuesta conspiración de dos príncipes romanos llamados Maximus y Affricanus, que se aliaron con un príncipe de los hunos llamado Julius. Temiendo la expansión del cristianismo, y por odio a Santa Úrsula y a su ejército de doncellas, estos dos príncipes romanos animaron a Julius a "guiar a su ejército, perseguirnos y destruirnos" (Clark, Elisabeth 224, traducción mía) como lo expresa Santa Verena.

El escepticismo de Elisabeth se hace de nuevo manifiesto cuando se le habla de un cierto Jacobus, un hombre que tuvo el tiempo suficiente, se le dice, para completar todas las inscripiciones de las tumbas de los mártires de Colonia, antes de ser él mismo asesinado:

Pregunté sobre el día de su martirio, porque no era creíble -de acuerdo a esa narración- que él pudiera haber sido muerto en el mismo día en que las vírgenes sufrieron el martirio (Clark, Elisabeth 218, traducción mía).

Esta pregunta es respondida por Verena, quien, reconociendo la dificultad de realizar estas inscripciones con tal rapidez, menciona que Jacobus recibió la ayuda de varios otros hombres, y que fue muerto tres días después del martirio de los demás, a su propia petición, con el objeto de poder realizar este trabajo importante para la posterior identificación de los mártires.

Por último, a propósito de la presencia del novio de Úrsula entre los cuerpos encontrados en el cementerio, Elisabeth plantea sus preguntas a su propio ángel y guía:

Me preguntaba por estas cosas, pensando que era totalmente increíble a la luz de la historia que el novio de Santa Úrsula hubiera muerto como mártir. Un día, el ángel del Señor que a menudo me visitaba, se manifestó en su forma ante mí. Le pregunté diciendo: "Señor... ¿cómo puede ser que él estuviera unido a ella en el martirio, cuando se ha escrito que ella escapó del matrimonio con él?" (Clark, Elisabeth 220, traducción mía).

En relación con todos estos problemas, podemos pensar que el escepticismo de Elisabeth se asemeja básicamente al nuestro. Pero debemos recordar también que su tipo de escepticismo tiene poco que ver, por ejemplo, con la bien conocida crítica de un autor del mismo siglo XII como Guibert de Nogent, cuyas consideraciones sobre el culto a las reliquias se acerca notablemente a las posteriores perspectivas que podemos calificar de 'ilustradas'12. En mi propia perspectiva, la actitud de Elisabeth es, sin duda, funcional a la eventual identificación de los cuerpos encontrados en Colonia como pertenecientes a las doncellas mártires, a sus parientes y amigos. Y es ciertamente durante la segunda fase de su investigación en la que se hace manifiesta su aceptación aparentemente ingenua de las respuestas que recibe durante sus visiones; esta aceptación es la que marca la distancia más evidente con respecto a nuestras ideas y creencias actuales.

INTERPRETACIONES

En su Prefacio a las Obras Completas de Elisabeth, editadas por Anne L. Clark en su versión inglesa, el Libro de las revelaciones es descrito por Barbara Newman como "una obra que, significativamente, es la más ajena e incluso repugnante para el gusto moderno" (XV, traducción mía). Después de esta afirmación, Newman desarrolla su propia lectura del Libro como un "romance [o novela de aventuras] hagiográfico", el que ha sido interperetado por algunos autores como "ficción supersticiosa en la que, además, [Elisabeth] permitió que sus dones fueran manipulados con fines comerciales evidentes" (xvi, traducción mía). Ella misma, por su parte, propone leer el Libro como "una representación idealizada de la vida religiosa. Al servicio de su propia devoción y la del abad Gerlach, [Elisabeth] no sólo se dedicó a explicar las discrepancias entre la leyenda tradicional y los nuevos hallazgos arqueológicos, sino que también construyó una teoría conscientemente revisionista [de la leyenda]" (xvi, traducción mía).

En esta misma línea de interpretación, Newman hace notar que Elisabeth no solo reduce la "violencia y el voyerismo típico de las leyendas de las vírgenes y mártires" sino que, más importante aún, "transforma una vasta leyenda de un ejército de amazonas... en una visión de amistad armoniosa y de colaboración entre los sexos" (xvi, traducción mía). En este sentido, podríamos entender mejor la curiosa historia de Ciríaco, ese Papa desconocido, cuyo nombre habría sido borrado de los registros papales por aquellos clérigos que no pudieron comprender ni aceptar su decisión de renunciar a su cargo para unirse al grupo que acompañó a Úrsula de regreso a Colonia y al martirio; según el relato de Elisabeth, su ejemplo fue seguido por numerosos obispos y laicos piadosos. En las palabras de Newman, "la compañía de mártires se convierte en una enredada y omniabarcante genealogía: cada una de las santas goza de la compañía de al menos un hermano o hermana, una tía, un tío o un primo" (xvii, traducción mía). Reconstituida como una Sagrada Familia, como aquella familia fecunda que rodeaba a María y a Jesús en las pinturas medievales tardías, esta santa 'compañía' se convierte en un microcosmos análogo a la iglesia celeste y es un espejo idealizado de la iglesia en la tierra (Newman xvii).

Es en verdad un elemento importante de la narrativa de Elisabeth el que en su intento de explicar los hallazgos arqueológicos de Colonia, el Libro de las revelaciones crea una nueva 'familia extendida' de mártires y santos. En la perspectiva de Newman, la fuerte solidaridad y los lazos familiares que se manifiestan en el relato de Elisabeth podrían aludir también a un concepto religioso arcaico, el de la beata stirps, 'le lignage saint' que ha sido descrito, entre otros, por André Vauchez (209-215). Al realizar esta importante innovación, deberíamos subrayar que el Libro de las revelaciones dejó ciertamente atrás el fuerte carácter 'amazónico' del ejército de doncellas que acompañaron a Úrsula según los relatos anteriores y, por otra parte, ejerció una fuerte influencia en las versiones posteriores de la historia de este grupo de mártires, como hemos ya mencionado anteriormente.

En mi perspectiva, es difícil aceptar la primera afirmación de Barbara Newman, es decir, que el Libro de las revelaciones es 'ajeno' y 'repugnante a la mentalidad moderna' y, al mismo tiempo, asumir en su totalidad su propia línea de interpretación. En mi lectura del Libro, el texto de Elisabeth es, al mismo tiempo, fascinante, cómico y 'ajeno'; en verdad, prefiero que permanezca como un texto 'difícil' y que no se convierta en un texto que podamos fácilmente comprender y leer al aceptar -sin reservas- las interpretaciones de Newman, por atractivas y 'seguras' que nos parezcan; mi problema con su lectura es que deja de lado los aspectos difíciles e incluso cómicos que podemos encontrar en este texto, en cuanto lectores actuales. Pienso que es justamente su extrañeza la que deberíamos intentar asumir, y al hacerlo, podríamos quizás comprender, al menos en parte, nuestras propias perplejidades13.

ARBITRO DE LO SAGRADO

Como sabemos, el Libro de las revelaciones de Elisabeth apareció en un momento crítico de la historia del culto de Santa Úrsula en Colonia14, enfrentado por Gerlach de Deutz con la ayuda de Elisabeth, gracias a su autoridad visionaria. Podemos decir que se le pidió convertirse en 'arbitro de lo sagrado' (Brown 1995, 60) y facilitadora de unas prácticas religiosas que pudieron haber caído en descrédito si los restos arqueológicos no hubiesen concordado con la tradición hagiográfica hasta entonces vigente; el texto de Elisabeth puede ser considerado como un testimonio de su autoridad visionaria puesta a prueba en esta circunstancia específica; esto significó sin duda un desafío y un peligro que debía ser superado mediante un compromiso entre la autoridad de Elisabeth y las fuertes exigencias del culto de los santos en el contexto específico de la devoción a Santa Úrsula en Colonia. En mi lectura, Elisabeth parece haber logrado superar, en términos generales, las tensiones involucradas en su tarea, al invocar con fuerza el papel que a ella misma le cupo como testigo y como visionaria, predestinada por Dios a esclarecer los acontecimientos que rodearon el martirio de Úrsula y sus acompañantes.

Como un ejemplo de este significativo elemento de su narrativa, quisiera citar unos párrafos del capítulo 5, en el que encontramos una descripción de las circunstancias en las que ocurrieron sus visiones, y quizás más importante aún, una afirmación de su propio papel como reveladora de los detalles del martirio de Santa Úrsula, largamente escondidos; así, su conocimiento revelado sobrepasará en autoridad el de lo relatos anteriores sobre este acontecimiento:

5...Mientras se celebraba el Oficio de la Misa en honor a [los santos Judas y Simón], me sobrevino un cierto tormento del corazón, el que solía sufrir cuando los misterios de Dios empezaron a serme revelados. Después de haber sido atormentada por largo tiempo, caí en éxtasis, y así quedé en paz. Mientras estaba en el espíritu, como era usual en mi, miré a los cielos y vi a los ya mencionados mártires surgiendo desde el lugar del esplendor en el que yo solía ver visiones de los santos. Bajaron en profundidad hacia la atmósfera inferiorflonge in inferiorem aerem procedentes], y el ángel del Señor, mi guía fiel, los precedió. Hablando como suelo hacerlo cuando estoy en trance, me dirigí a ellos diciendo: "Gracias a vuestra gran bondad, mi señor y mi señora, que os habéis dignado visitarme ahora de esta manera, aunque no os estaba rindiendo servicio en este momento". A estas palabras me respondió la bienaventurada Verena: "hemos sentido que el deseo de tu corazón nos ha convocado con fuerza y por eso hemos venido a visitarte". Entonces pregunté: "Mi señora, ¿qué significa que se hayan encontrado también los cuerpos de obispos enterrados en el lugar de vuestro martirio? ¿Y deberíamos creer en los nombres inscritos en las lápidas allí encontradas? y ¿quién los escribió?" Ella me respondió: "Hace largo tiempo Dios te predestinó para esto, para que estas cosas que hasta ahora eran desconocidas sobre nosotros se manifestaran a través de ti... Puesto que el Señor se ha dignado revelarte lo que Él ha decidido dar a conocer sobre nosotros, debes tomar la resolución de ayunar con agua y pan cada vigilia de nuestra pasión, por el resto de tu vida..." (Clark, Elisabeth 215-16, traducción mía).

La lectura del Libro de las revelaciones se abre por cierto a muchos y variados temas y problemas: por ejemplo, la importancia de la leyenda de Úrsula en la historia del arte, así como en la historia de las órdenes religiosas; el importante problema del sentido de la historia de Úrsula y de sus compañeras y compañeros en el martirio, sobre todo desde una mirada de género; el alcance de la tradición hagiográfica y del tema de la autoría, así como los problemas de la escritura y la lectura en una comunidad monástica y sus efectos formativos15. En este estudio me he limitado, sin embargo, a una perspectiva que puede ayudarnos a leer el Libro de las revelaciones como una 'investigación judicial' escrita por una mujer religiosa del siglo XII en primera persona, y con fuertes elementos autobiográficos en la narrativa de sus revelaciones; esta es también una 'investigación' que dio origen a todo un nuevo linaje de santos, a una nueva historia y a una nueva memoria; por último, no podemos dejar de lado el hecho relevante de que se trata de un texto que da testimonio de la autoridad y el discernimiento de Elisabeth como escritora visionara.

Por otra parte, se puede pensar que el reforzamiento del culto de Santa Úrsula en Colonia mediante su validación fue ciertamente el resultado que las instituciones eclesiásticas de su tiempo, el abad Gerlach de Deutz y la propia Elisabeth deseaban y esperaban, sin duda alguna. Al escribir el Libro de las Revelaciones, una obra fundamentada en su autoridad de escritora y visionaria, ella logró ejercer las funciones de arbitro y de facilitadora del culto de estos santos y santas, y de sus reliquias; de ese modo, confirmó por una parte su obediencia a la Iglesia institucional y, por otra, confirmó también su propia autoridad visionaria: al usar sus poderes, Elisabeth pudo establecerse como una testigo relevante de la historia de Santa Úrsula, especialmente predestinada por Dios para dar a conocer la verdadera historia de los mártires de Colonia. Y así, gracias a la presencia de aquellos mártires y santos muertos hace tantos siglos, pudo ella misma convertirse en el 'lugar', el locus en el que "el cielo se reúne con la tierra", para usar las palabras de Peter Brown que citamos al inicio de este trabajo; a través de sus visiones, "el cielo se abrió hacia la tierra... y los santos y los ángeles se convirtieron en nuestros amigos cercanos", como escribió Ekbert de Schónau en su carta a las religiosas de Andernach a la muerte de su hermana16.

NOTAS

1 La traducción literal del título de la obra debería ser El libro de las revelaciones sobre el sagrado ejército de los mártires de Colonia. Existe una traducción alemana reciente, a cargo de Peter Dinzelbacher.

2 La única edición crítica de los manuscritos latinos es la de F. W. E. Roth. Ver Liber revelationum Elisabeth de sacro exercitu virginum Coloniensum, 123-138. De acuerdo con Kurt Kóster, existen actualmente 77 manuscritos de esta obra (104).

3 Una discusión detallada sobre la colaboración entre Ekbert y su hermana Elisabeth se puede encontrar en la tesis doctoral de Anne L. Clark, "The Spirituality of Elizabeth of Schonau, a Twelfth-Century Visionary", especialmente en pp. 23-32 y 145-178. Ver también para este tema Kurt Ruh, Geschichte der abendlandischen Mystik, Zweiter Band: Frauenmystik undFranziskanische Mystik. München, 1993. 63-80.

4 Este cementerio, probablemente romano o proveniente de los primeros tiempos de la evangelización de la Renania, estuvo situado entre las primitivas iglesias dedicadas a Santa Úrsula y a San Kunibert en Colonia, y llegó a ser conocido como elAger Ursulanum (Campo de Úrsula) en el siglo XII.

5 Para las líneas principales del desarrollo de la leyenda de Úrsula, he consultado la ya mencionada obra de Kurt Kóster (106-113). En su versión inglesa de la Passio II (Regnante domino), Pamela Sheingorn y Marcelle Thiébaux proporcionan una útil información sobre los principales elementos narrativos de la leyenda, que son los antecedentes del Libro de las revelaciones de Elisabeth, así como de las versiones posteriores de la historia de su martirio, claramente influidos por la obra de la visionaria. Ver "The Passion of St. Ursula and the Eleven Thousand Virgins" (Regnante domino). Estoy citando de la traducción impresa en Mary-Ann Stouck, Ed., Medieval Saints. A Reader. Peterborough (Ontario, Canada): Broadview Press, 1999. 518-533. Una introducción más extensa y sistemática puede ser encontrada en www.peregrina.com/translations/trans.html

6 "Un saint est d'abord un étre humain dont le corps posséde des qualités divinement puissantes...la personne du saint recule entiérement derriére sa potentialité corporelle", "Souvent l'on ne peut méme pas affirmer que le saint fait des miracles; c'est sa puissance qui les opere" (Van der Leeuw 232); "Un saint, c'est d'abord un cadavre, tout ou partie... son saints les morts; mieux encore, est sainte la potentialité des morts" (234), "Outre le christianisme, les religions oú les saints jouent un grand role sont l'Islam et le bouddhisme" (235).

7 El título de la obra de Elisabeth mantiene la denominación de 'ejército de mártires' que la traducción inglesa de Anne L. Clark ha dej ado fuera. El título original nos remite a la relación que se estableció tempranamente entre el 'ejército' de Úrsula y los mártires de la Legión Tebana, también venerados en Colonia, en San Gereon, una antigua iglesia de peregrinación de la ciudad.

8 La duda inicial es una fase necesaria de la santificación, así como lo vemos hasta el día de hoy en los procesos de canonización que se llevan a cabo en Roma, y esto es especialmente evidente en la admisión de los milagros. Así, el advocatus diaboli realiza una función indispensable en toda canonización.

9 Ver una discusión sobre las características generales de la literatura de Revelación en Peter Dinzelbacher, Revelationes, fase. 57.

10 Sobre la importancia de los testigos y el proceso judicial de las canonizaciones, ver el texto de M. E. Goodich, "The Judicial Foundings of Hagiography in the Central Middle Ages".

11 Ver asimismo la obra de Vincent de Beauvais en su Speculum Historíale (Libro 21. capítulos 40-44).

12 Para la obra de Guibert de Nogent, véase Medieval Hagiography: An Anthology, edición de Thomas Head, así como la traducción de De sanctis et eorum pigneribus in Opera varia, en la edición crítica de R.Huygens. En síntesis, Guibert plantea que la vida y las obras son las que manifiestan la verdadera santidad, y no la creencia ingenua que fundamentaría la creencia popular en el poder de las reliquias.

13 Quisiera recordar aquí la frase de Jean-Claude Schmitt en un estudio sobre las visiones de Hildegard de Bingen y su rechazo a los sueños. Schmitt nos recuerda que para nosotros, como lectores actuales, es más fácil comprender los sueños que comprender las visiones del modo específico en que esa autora registró las suyas (360). Esto significa que esas visiones son de hecho 'ajenas' para nosotros, y me parece que esa observación se aplica muy apropiadamente a nuestra lectura del Libro de las revelaciones de Elisabeth. Ver J.-C. Schmitt, "Hildegard von Bingen oder die Zurückweisung des Traums", en Alfred Haverkamp, Ed. HildegardvonBingen in ihrem historischen Umfeld. Mainz: Verlag Philipp von Zabern, 2000. 351-373.

14 Debemos recondar aquí el ciclo de canciones que Hildegard de Bingen (1098-1179) compuso en honor de Santa Úrsula y las once mil vírgenes.

15 Sobre estos temas, ampliamente discutidos por la crítica en los últimos años, ver los artículos recientes de Jeroen Deploige, "Anonymat et paternité littéraire dans Phagiographie des Pays-Bas méridionaux (ca. 920-ca. 1320)" en E. Renard, M. Trigalet, X. Hermand et P. Bertrand, eds., "Scribere sanctorum gesta" (77-107); Ineke van 't Spijker, "Model reading: Saint's Lives and Literature of Religious Formation in the Eleventh and Twelfth Centuries" en E. Renard, M. Trigalet, X. Hermand et P. Bertrand, Eds., "Scribere sanctorum gesta" (135-156). A propósito de la influencia de Elisabeth en la tradición hagiográfica de Ursula, ver Peter Dinzelbacher, Revelationes: "Doch der Glaube an die Authentizitat solcherTexte konnte noch weiterreichen: manche mittelaterliche Historiker benutzen sie, um andere Quellen zu korrigieren. So schreibt Alberich von Troisfontaines, dass hinsichtlich der Geschichte Kólns " omnes usque ad tempus istius Elizabeth errabant historiarum scriptores et cronographi", erst durch die Offenbarungen Elisabeths von Schónau über die hi. Ursula und ihre elftausend Jungfrauen sei der historische korrekte Sachverhalt bekannt worden". La cita de Alberich es Chron. a. a. 238 (MGH SS XXIII, p. 683), p. 66. Véase también la tesis doctoral de Anne L. Clark, en su capítulo sobre la veneración de los santos: "...Elizabeth's book about Ursula and her companions must be seen as expressing her own deep commitment to the veneration of these martyrs. These saints were mostly women, women who were martyred for their dedication to virginity, a focus of Elizabeth's own religious life, and they dwelled in heaven where they could graciously intercede for someone who had done so much to promote their honour... Elizabeth's Revelatio ties together two crucial aspects of the spiritual life of her community: the dedication to virginity and the veneration of exemplary, powerful saints" (275).

16 Ekbert of Schónau, The Death of Elisabeth en la edición de Anne L. Clark (256, mi traducción). Para la edición latina de la carta de Ekbert a las monjas Andernach sobre la muerte de Elisabeth (De Obitu), ver F. W. E. Roth (363-377).

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Nombres de algunas de las 11 mil vírgenes

Las once mil vírgenes, Santa Úrsula de Colonia (Siglo III)

Este trabajo fué publicado originalmente por secciones en el sitio http://es.paperblog.com/users/santos/

Publicado el 21 octubre 2010 por Santos

Una misteriosa inscripción en la iglesia de Santa Úrsula de Colonia y las reliquias de una joven martirizada dieron pie al nacimiento de una de las leyendas más conocidas de la Edad Media, la vida de Santa Úrsula y las once mil vírgenes. Aunque es más que probable que ni la existencia de la santa ni de su numeroso acompañamiento sea real, lo cierto es que la imagen, veneración y reconocimiento hacia este personaje se prolongó en el tiempo.
La leyenda de Santa Úrsula
La historia de una bella princesa proveniente de las Islas Británicas tomó múltiples formas y fue cantada como romance por los caminos de la Europa Medieval. Según la tradición, Úrsula era la hija del rey inglés Donatu de Dummonia y fue prometida a un príncipe, Conan Meriadoc de Armórica, la actual Bretaña francesa. La joven, de profunda piedad, había hecho votos secretos de castidad. Para proteger su virginidad sin provocar un conflicto entre las dos dinastías, pidió que su matrimonio se pospusiera tres años, tiempo en el que Úrsula esperaba que su futuro marido se convertiera al cristianismo.
En el tiempo de espera Úrsula organizó una peregrinación a Roma, viaje al que se unieron un séquito de once mil jóvenes vírgenes. Después de un largo periplo por Europa consiguieron llegar a la ciudad eterna pero al volver, en Colonia, se toparon con las peligrosas y violentas huestes del mismísimo Atila. Los hunos apresaron a las jóvenes que fueron martirizadas y decapitadas. La bella Úrsula enamoró al jefe de los hunos pero al negarse a ser su esposa también sufrió martirio siendo saeteada hasta morir.
Una lápida y unas reliquias como origen de la leyenda
En el coro de la iglesia de Santa Úrsula aparece tallado un texto en el que, al parecer, narra el periplo de Úrsula y las once mil vírgenes. Unos huesos encontrados en el cementerio de la antigua colonia romana Agripinensis fueron declarados como reliquias y atribuidos a la joven Úrsula. Estas fueron las dos pruebas que iniciaron la leyenda, junto con un posible error de interpretación de unos números y nombres de las vírgenes que dio pie al número “once mil”. Una leyenda que en la actualidad se acepta como tal, con mínimos fundamentos históricos.
De la Sorbona a la creación de las ursulinas
A pesar de sus débiles bases históricas, la leyenda y la devoción a Santa Úrsula se extendió por toda Europa y en muchos lugares se erigieron iglesias en su honor. En el siglo XIII la universidad de París, la Sorbona, la adoptaba como patrona convirtiéndose en la protectora de los estudiantes universitarios en todo el periodo medieval.
Su aparición en un sueño de otra santa, Santa Angela de Mérici, sería la razón para darle su nombre a la congregación creada por ésta, las ursulinas.

Continúo la serie dedicada a Santa Úrsula, interrumpida hace un tiempo: Sacando de por aquí y por allá, he logrado aumentar la lista de las mártires asociadas al grupo de Úrsula, y de reliquias veneradas en diversos sitios, como compañeras de Santa Úrsula, sin que tengan el menor fundamento. Simplemente, como ya se ha dicho antes, al no saber de quien es la reliquia, se atribuye a las 11.000 vírgenes. En algunos casos es probable que provengan de Colonia, pero eso no les da más autenticidad. Esta lista no pretende ser única ni exclusiva, ¡ni mucho menos histórica!. Sólo la pongo como curiosidad sobre nombres añadidos a las compañeras de Santa Úrsula, los diversos sitios donde se veneran, etc. 11.000 vírgenes dan para mucho, por tanto, faltarán unas cuantas, de seguro que habrán más por ahí por esos mundos de Dios... y de Úrsula.

Las iré poniendo poco a poco, porque sin llegar a 11.000, son muchas, y algunas con su historia propia. Y también iré contando de donde se han sacado algunos nombres (recuerdo que la terminación "is" a veces es traducida como "a"), su culto y demás. En el caso de repetirse el nombre, pongo cuantas haya con el mismo nombre.

Santa Adela.
 Santa Adelina.
 Santa Adhamaris (tres).
 Santa Adwigis.
 Santa Agatia.
 Santa Águeda.
 Santa Albina (dos).
 Santa Alburgis.
 Santa Aldegundis.
 Santa Aleidys (tres).
 Santa Alejandra (cuatro).
 Santa Alquina (dos).
 Santa Alstride.
 Santa Amabilia (dos).
 Santa Amada (dos)
 Santa Amarancia.
 Santa Amfitea.
 Santa Amoenis (dos).
 Santa Ana (tres).
 Santa Anacleta (tres).
 Santa Anastasia.
 Santa Ancira.
 Santa Ancirana.
 Santa Andolfia.
 Santa Angelina (dos).
 Santa Apolínea.
 Santa Apolonia.
 Santa Armingeris.
 Santa Athlea.
 Santa Axpara (dos).
 Santa Babila.
 Santa Balbina (cinco).
 Santa Beatriz (dos).
 Santa Benedicta (cuatro).
 Santa Benigna (tres).
 Santa Berengardis (dos).
 Santa Bertha (dos).
 Santa Bilonna.
 Santa Blandina.
 Santa Blanditia.
 Santa Blandula (dos).
 Santa Blasila (dos).
 Santa Bonifacia.
 Santa Bonina.
 Santa Brígida (4 de febrero).
 Santa Cafinia
 Santa Calamanda.
 Santa Cándida (tres, una en Friburgo; otra en Tortosa; otra en Villanueva).
 Santa Caridad (tres).
 Santa Carpófora (dos).
 Santa Cecilia.
 Santa Ceferina.
 Santa Celindris (cuatro).
 Santa Cipriana.
 Santa Clara.
 Santa Clemate.
 Santa Clemencia (dos).
 Santa Clementina.
 Santa Cleomale.
 Santa Cleopatra (seis).
 Santa Clopatra.
 Santa Clorindis.
 Santa Columba o Colombina (dos).

Santa Úrsula: y compañeras II

Publicado el 24 octubre 2010 por Santos

Continúo la lista de las mártires tenidas como parte de las 11.000 vírgenes:

Santa Cordula (tres). La más famosa (en la imagen) se celebra el 22 de octubre y evidentemente sólo es pura leyenda. Según esta, pertenecía al grupo de Úrsula, pero se escondió en un barco y escapó a la masacre. Al otro día lo lamentó, se presentó al jefe de los hunos y fue condenada a muerte. En una visión apareció a Santa Helmtrudis de Neuenheerse (31 de mayo) y le pidió que se celebrase su fiesta al día siguiente de Santa Úrsula, ya que no había muerto ese mismo día. Es copatrona de Colonia y Tortosa. Colonia y Rímini pretenden tener reliquias suyas. Se representa con un pequeño bote y una flecha en la mano, o una lanza.

Santa Cornula.
 Santa Crischona (venerada en Basilea).
 Santa Cristancia.
 Santa Cristina.
 Santa Cunegunda (venerada en Basilea).
 Santa Daría.
 Santa Daula.
 Santa Demetria.
 Santa Deponencia.
 Santa Despondea.
 Santa Devota.
 Santa Dionisia (dos).
 Santa Donata.
 Santa Dorotea: Otra de la que se inventó una leyenda propia. Sería hija de los reyes de Normandía, Doroteo y Lucía. Sus hermanas fueron una de las Lucía y una de las Germana de la lista. Estaba comprometida con un noble príncipe desde un año antes de unirse a Úrsula. Conociendo que el príncipe la quería más por lujuria que por amor, lo abandonó, para unirse al grupo de las vírgenes de Úrsula, con las consecuencias conocidas.

Santa Ebbina.
 Santa Efemeria.
 Santa Egera.
 Santa Eimonia.
 Santa Electa.
 Santa Elegancia.
 Santa Eleonora.
Santa Eleuteria (seis).
 Santa Eligencia.
 Santa Eligenda (dos).
 Santa Elizabet (seis).
 Santa Elledera (dos).
 Santa Elmoida.
 Santa Elpis.
 Santa Elpris.
 Santa Emerencia.
 Santa Emerenciana.
 Santa Emiliana (dos).
 Santa Enclética.
 Santa Endara.
 Santa Eraclea.
 Santa Erdelea.
 Santa Ermina.
 Santa Ermonia.
 Santa Esperanza (cuatro).
 Santa Espléndida.
Santa Esponcia (venerada en Francia)
 Santa Espreciana
 Santa Eucaria (tres).
 Santa Euchodia (dos).
 Santa Euchonia (tres).
 Santa Eudomia (dos).
 Santa Eudonia (tres).
 Santa Eudoxia (dos).
 Santa Eufasia
 Santa Eufemia
 Santa Eufrasia (dos).
 Santa Eufrodia (dos).
 Santa Eufronia (dos).
 Santa Eufrosina (nueve).
 Santa Eugenia (diez).
 Santa Eulalia (cinco).
 Santa Eumorfia
 Santa Eunomia (ocho).
 Santa Eupara
 Santa Europa (tres)
 Santa Eusebia (seis)
 Santa Eustaia
 Santa Eustaquia
 Santa Eustemia
 Santa Eustochia (tres)
 Santa Eustodia.
 Santa Eustora
 Santa Eustorgia
 Santa Eustragia
 Santa Eustragisila.
 Santa Eustremia
 Santa Euticia (siete)
 Santa Eutonia
 Santa Eutropia (cinco)
 Santa Eutrópida
 Santa Eviora
 Santa Evodia (cinco)
 Santa Evortia (dos)
 Santa Experancia

Santa Úrsula y compañeras III

Publicado el 29 octubre 2010 por Santos



Y siguen las mártires de Colonia...

Santa Fe.
 Santa Felicissima (dos).
 Santa Felicitas (tres).
 Santa Fenea.
 Santa Fideana.
 Santa Filadelfa (en la imagen, el cráneo venerado en Colonia)
 Santa Filadema.
 Santa Filaedria.
 Santa Fileria.
 Santa Filippa.
 Santa Filogena (dos).
 Santa Filomena (cuatro).
 Santa Firmindina.
 Santa Fleurina (en Tournai).
 Santa Flora (seis).
 Santa Florencia (siete).
 Santa Florentina (tres).
 Santa Florina.
 Santa Formosa.
 Santa Frontonia.
 Santa Fulgena.
 Santa Fulquira.
 Santa Gelamia.
 Santa Gelasia (tres).
 Santa Gelidonia.
 Santa Geminiana (cuatro).
 Santa Genela.
 Santa Generosa.
 Santa Genoveva (siete).
 Santa Geofreda.
 Santa Geramia.
 Santa Gerasina (cinco).
 Santa Gerburga.
 Santa Gerenia.
 Santa Germana (dos, una de ellas hermana de Dorotea y de una de las Lucía).
 Santa Gertrudis (tres).
 Santa Grata.
 Santa Gregoria.
 Santa Guillermina.
 Santa Guyana.
 Santa Hectoria.
 Santa Helena (tres).
 Santa Helpridia.
 Santa Helprodia.
 Santa Herdara.
 Santa Herengardis.
 Santa Hermegardis.
 Santa Hermingardis.
 Santa Hermolaa (siete).
 Santa Hildegunda.
 Santa Hiwana.
 Santa Hodierna (tres).
 Santa Hodiernia.
 Santa Honesta (en Tournai).
 Santa Iconia.
 Santa Ida (hermana de Odilia).
 Santa Imma (hermana de Odilia).
 Santa Immeria.
 Santa Inducta.
 Santa Inés (dos, una celebrada el 28 de agosto).
 Santa Ipocridia.
 Santa Irmtraud.
 Santa Isamia.
 Santa Isanna.
 Santa Ivoritta.
 Santa Jacinta (tres).
 Santa Jeronia.
 Santa Josippa o Josefa (tres).
 Santa Jotha.
 Santa Juana.
 Santa Judit.
 Santa Julia (tres).
 Santa Juliana (diez).
 Santa Julita (cuatro).
 Santa Justina (cuatro).
 Santa Justicia.

Santa Úrsula y compañeras IV

Publicado el 05 noviembre 2010 por Santos



Y sigue la retahíla...

Santa Juvenalia.
 Santa Lacedomia.
 Santa Lánguida.
 Santa Leticia (venerada en Ayerbe, Aragón. En la imagen).
 Santa Liburga.
 Santa Liburcia.
 Santa Lucencia (dos).
 Santa Lucía (trece, una de ellas hermana de Dorotea y de una de las Germana).
 Santa Lucrecia (tres).
 Santa Luminosa (dos).
 Santa Lupina.
 Santa Macaria.
 Santa Mactande.
 Santa Magmara.
 Santa Magmorach.
 Santa Magna.
 Santa Marcela (dos).
 Santa Mardié.
 Santa Margarita (diez).
 Santa María (cuatro).
 Santa Marta (dos. Este nombre siempre aparece en las listas más antiguas, junto a Brítula, Pinnosa o Sencia)
 Santa Matilda.
 Santa Matrona.
 Santa Meandra.
 Santa Mechtonde.
 Santa Melandria (dos).
 Santa Melchia.
 Santa Meldonia.
 Santa Mellifrodica.
 Santa Melquis.
 Santa Menandra.
 Santa Meransen.
 Santa Matilda (dos).
 Santa Micronia.
 Santa Mobilia (cuatro).
 Santa Modesta.
 Santa Natalia (dos).
 Santa Nazaria.
 Santa Nestoria.
 Santa Nicoletta (ocho) Esta tiene tela por donde cortar, todas necesitan un artículo para ellas.
 Santa Nobiliana (tres, una es hermana de una de las Nicoletta y de una de las Europa; otra es hija de Eunomia y hermana de Sinclética y una de las Sincera).
 Santa Octonia.

Santa Úrsula y compañeras V

Publicado el 08 diciembre 2010 por Santos



Y siguen las chicas de Úrsula:

Santa Odilia (dos. Una de ella es la más famosa, que también tendrá su artículo propio).
 Santa Oliva (dos).
 Santa Orsmarie (o Ursitia).
 Santa Osanna.
 Santa Paladia.
 Santa Palemonia.
 Santa Palodora (cuatro).
 Santa Panefreda (venerada en Francia).
 Santa Papia.
 Santa Penecia.
 Santa Peregrina (dos).
 Santa Perionia.
 Santa Perpetua (cuatro).
 Santa Pinnosa (seis. En algunas versiones es una de ellas la “capitana” del grupo y no Úrsula) En la imagen.
 Santa Pionia.
 Santa Placata.
 Santa Placensia (tres).
 Santa Plácida (cinco).
 Santa Plenaria.
 Santa Polemia.
 Santa Polodoxia (dos).
 Santa Porfiria.
 Santa Portura.
 Santa Praxedema.
 Santa Práxedes (cuatro).
 Santa Preciosa (tres).
 Santa Precipua.
 Santa Preclara (seis).
 Santa Prepotencia (dos).
 Santa Principalia (o Principesca).
 Santa Prisca.
 Santa Proba (dos).
 Santa Probancia.
 Santa Proca.
 Santa Procea.
 Santa Prodicia.
 Santa Protea (dos).
 Santa Prudencia (cuatro).
 Santa Rabacia.
 Santa Regedia.
 Santa Regina (1 de junio y 21 de octubre).
 Santa Residea.
 Santa Residia (dos).
 Santa Resindis (tres).
 Santa Rigilda.
 Santa Ruberta (dos).

Santa Úrsula y compañeras VI

Publicado el 14 enero 2011 por Santos



Siguiendo con la lista de las "11.000" vírgenes y mártires compañeras de Santa Úrsula. En la imagen, un collage con 6 de los 15 cráneos conservados en la iglesia de Santa María Magdalena de Kermt, Bélgica.

Santa Sabacia.
 Santa Sabina.
 Santa Sacrosa.
 Santa Salutaria.
 Santa Sapientia (siete).
 Santa Sapora.
 Santa Saturia.
 Santa Saturnina.
 Santa Saula (parece siempre en todas las listas, como una de las principales).
 Santa Sefronia.
 Santa Segunda.
 Santa Semibaire (venerada en Francia).
 Santa Sencia.
 Santa Serapia.
 Santa Serena (cuatro).
 Santa Sibilia (siete).
 Santa Sibonia (dos).

Santa Sigillindis o Sigellende. 30 de agosto y 21 de octubre.
 El Acta Santorum recoge la memoria de esta santa, venerada en la iglesia de los Santos Macabeos de Saussaye, Colonia, como una de las compañeras de Santa Úrsula. Pero no da más datos, porque, evidentemente, no los hay. Tal vez podrían ser unas reliquias trasladadas desde el enorme relicario de las vírgenes, a las que dieron nombre.

Santa Silvana (dos).
 Santa Silvaria.
 Santa Simenia o Simonia.
 Santa Simera.
 Santa Simfronia.
 Santa Sincera (seis).
 Santa Sinforiana (dos).
 Santa Sinteria.
 Santa Sirapionia.
 Santa Societas (venerada en la Basílica de San Maximino, Provenza, Francia. El nombre es todo un símbolo: “compañera”).
 Santa Sofía (cuatro).
 Santa Sontie.
 Santa Sperans o Spes.
 Santa Splendida.
 Santa Sponcia (venerada en Francia).
 Santa Spreciana.
 Santa Sufragia.

Santa Úrsula y compañeras. VII

Publicado el 20 enero 2011 por Santos



Y termino la lista de las vírgenes mártires de Colonia. Como dije al inicio, no hacían 11.000, pero aún así, son muchas. Algunas merecen artículos aparte, como Nicoletta.

Santa Tecla (dos).
 Santa Teodora.
 Santa Thasis.
 Santa Thelindris.
 Santa Tiberia (tres).
 Santa Urstitia (o Ursitia).

Santa Tumette. 4 de mayo, tercer domingo de mayo y 21 de octubre.
En realidad parece la confusión de una santa desconocida con el culto a Santa Julvette (15 de abril), hermana de San Maudez (2 de septiembre y 18 de noviembre). Según el Acta Sanctorum, Tumette no será relacionada con las mártires de Santa Úrsula hasta el siglo XIII, en la obra “Dialogus Miraculorum”, de Cesáreo de Heisterbach, el cual, en el Libro VIII, Capítulo 85, dice que en la casa cisterciense de Volkerode, Turingia hubo en un tiempo un abad gran devoto de las reliquias. En una ocasión, el Señor le mostró en una visión la iglesia de las 11000 vírgenes de Colonia, y le hizo saber que en una pared estaban escondidos dos relicarios de dos vírgenes mártires del grupo. Les pone nombre: Tumette y Eleumata Cristancia (o Sencia).

Tumette ha tenido su culto propio y algunas reliquias han sido repartidas. Se le venera en Kerity, Bretaña (donde el tercer domingo de mayo sale una procesión en su honor), Névez de Plomeur y Landunvez (ambas en Finisterre), la ciudad (Finisterre) lleva su nombre. En la imagen, un bello relicario de Tumette en forma de barco, conservado en el museo de Tau.

Santa Ursula (la líder y otras tres).
 Santa Valeria (venerada en Francia).
 Santa Vedasta.
 Santa Venusta (tres).
 Santa Verena (tres).
 Santa Verenia (dos).
 Santa Verona.
 Santa Veronia.
 Santa Vibrande (confundida en ocasiones con Wibaude).
 Santa Vicencia (venerada en Marsella, se cree sea confusión con San Vicente Mártir).
 Santa Victoria.
 Santa Virgilia (dos).
 Santa Virginia (dos).
 Santa Virgulta.
 Santa Vivencia (dos).
 Santa Vlatimalia.
 Santa Vultura (dos).
 Santa Walburga.
 Santa Wibaude.
 Santa Wilhelma (o Willena).
 Santa Zafirina (o Ceferina).
 Santa Zoia (dos).



Biografía de Santa Ursula. Año Cristiano Edición 1864 P.J. Croisset

Biografía de Santa Ursula y compañeras.



AÑO CRISTIANO TOMO 10
DIA VEINTE Y UNO.
SANTA URSULA Y SUS COMPAÑERAS, VIRGENES Y MARTIRES.

La memoria de santa Úrsula y sus compañeras fue tan celebre en toda la universal Iglesia desde el fin del cuarto siglo, a cuyo tiempo se señala la época de su glorioso martirio, que, habiéndose perdido la verdadera historia de él , los más de los escritores se tomaron la libertad de sustituir otra según el genio particular de cada uno, llena por la mayor parte de hechos fabulosos y de circunstancias poco verosimiles.

La más segura es la que se halla en un manuscrito muy antiguo, que se conserva en el Vaticano, y de él hemos sacado nosotros la que vamos a referir.

Nació santa Úrsula hacia el año 362 en la isla de la Gran Bretaña, donde reinaba a la sazón con esplendor y con fervor la religión cristiana en la mayor parte de sus provincias. Fue hija de Dionot, rey de Cornuaille, y de Daria, princesa en nada inferior a su marido, ni en la nobleza de la sangre, ni en el ejercicio de la virtud, en que colocaba todo el verdadero merito. Siendo los padres tan virtuosos, desde luego reconocieron por una de sus más esenciales obligaciones la cristiana educación de su hija, creciendo el cuidado con que se dedicaron a desempeñarla a vista de las bellas prendas que casi desde la cuna comenzaron a despuntar en la tiernecita princesa.


En ninguna niña se descubrió nunca ni entendimiento más brillante, ni natural más feliz; en fin, todo lo que admira, todo lo que enamora y todo lo que embelesa en aquella tierna edad, todo se veía reunido en la niña Úrsula. Un corazón noble, benéfico, generoso; un espíritu vivo, desembarazado, dócil; unas inclinaciones propensas todas a la virtud, y una hermosura tan peregrina, que en la edad de doce años era ya celebrada Úrsula por una de las más hermosas princesas de toda la Europa. A todas estas brillantes cualidades añadía nuevo esplendor y nuevo lustre su sobresaliente virtud. Siendo Úrsula de tan despejado entendimiento, necesariamente había de descubrir la vanidad de todos los bienes criados y la falsa brillantez de todas las grandezas del mundo.

Este fondo de religión con que el cielo la había prevenido desde su infancia iba perfeccionando cada día mas y mas las luces de su razón y los movimientos de su espíritu, desestimando ella misma aquella su rara hermosura que tanto celebraban los demás, por considerarla como una caduca flor que se comienza a marchitar desde que comienza a lucir. Por esto, nunca fue de su gusto el fausto, ni la ostentación, ni la magnificencia, que nacen, digámoslo así, con las princesas.

Desde sus primeros anos comprendió que en todos los estados debía ser la modestia el más bello
ornamento de una doncella cristiana; y despreciando generosamente las mas lisonjeras esperanzas de su alto nacimiento, los mas halagüeños atractivos de la corte, y los más delicados inciensos del general aplauso, no bien conoció a Jesucristo cuando deseo con apasionado amor no tener nunca otro esposo. Ni el Salvador la había prevenido con tantas y tan singulares gracias sino para formar en Úrsula una de sus más queridas esposas, siendo la tierna devoción que el mismo le había inspirado a su divina madre la Virgen de las vírgenes, como dichoso presagio de que nunca perdería la flor de la virginidad, a la que el Señor quiso también añadir la gloria de mártir.

Era general de las tropas del emperador Graciano en la Gran Bretaña el tirano Máximo, por sobrenombre Flavio Magno Clemente, el cual se hizo proclamar emperador el ano de 382; paso el mar, y desembarco con todo su ejército en las costas de aquella parte de las Galias que se llamaba Armorica, es decir, marítima, y se apodero de toda ella. Uno de sus oficiales generales, llamado Conan, príncipe bretón y cristiano de profesión, se señalo tanto en aquella expedición por su valor y por su conducta, que Máximo le hizo gobernador de la Armorica, la que poco después se llamo menor Bretaña, cuando Conan la comenzó a mandar con el titulo de duque , que también se le confirió. Estableció el duque su residencia en la ciudad de Nantes, y dejo en el país una gran parte de tropas, compuesta casi toda de Bretones o de Ingleses; y como no estaba casado, determino buscar una mujer, en cuya elección tuvo poco en que detenerse, no ignorando las bellas prendas de que estaba Úrsula dotada, su virtud y su rara hermosura.

Envió una diputación al rey de Cornualles, pidiéndole a su hija la princesa para esposa; y como casi todos los señores que le seguían, oficiales y soldados, estaban también solteros, encargo a los diputados que juntamente con la princesa trajesen también de la isla todas las doncellas que pudiesen para casarlas con ellos. Fueron recibidos del rey con distinción; y como tenia bien conocido el merito del duque, oyó con gusto la proposición que se le hizo de su parte, y prometió darle por esposa a la princesa su hija; pero no le fue tan fácil lograr su consentimiento por esta alianza, aunque tan ventajosa, y aunque Conan era un príncipe cristiano, dueño ya y soberano de una de las provincias más dilatadas y mas opulentas de las Galias. Eran diferentes los pensamientos de Úrsula; porque, educada en la virtud, y criada en un gran concepto, amor y estimación de la virginidad, oyó con disgusto la proposición, y no dio respuesta a ella. Amábala tiernamente el rey su padre; pero sin embargo, pareciéndole que aquel matrimonio era muy ventajoso para ella y para él, determino valerse de toda su autoridad para obligarla al consentimiento.

En vano le represento lo mucho que la repugnaba aquel estado, y su deseo de no conocer otro esposo que al mismo Jesucristo; nada pudieron adelantar sus ruegos, ni sus razones, ni sus lagrimas. En fin, arrancóle su consentimiento la rendida sumisión que profesaba a sus padres, pero reservándose la libertad de. apelar a las ordenes del mismo Dios; y animada con una viva confianza en la bondad de aquel divino Salvador, a quien deseaba ardientemente tener por esposo, se fue a postrar a sus pies, y le suplico se dignase de admitirla por esposa suya .

Bien sabéis vos, divino dueño mío, decía Úrsula en su fervorosa oración, bien sabéis vos los más íntimos afectos de mi pobre corazón: las grandezas del mundo no le han tentado jamás, ni mucho menos le han podido deslumbrar todas sus aparentes brillanteces. Vos solo sois el dulce objeto de sus amorosas ansias; vos el único blanco a que se dirigen sus encendidos proyectos. Arbitro sois, dueño sois de todos los sucesos de la vida; fácilmente podréis desbaratar todas las medidas de los hombres, por concertadas que sean. No desechéis, Señor, mis humildísimos ruegos; dignaos tomar debajo de vuestra protección a la menor de todas vuestras esclavas; dirigidlo todo a mi salvación y a vuestra gloria, según vuestra santa y divina voluntad.

Ibanse acalorando entre tanto los preparativos para el embarco de la princesa, y de todas partes se había juntado gran número de doncellas, las más señoras de distinción, que debían acompañar a Úrsula, yendo destinadas para esposas de los oficiales bretones.

Cuando todo estuvo prevenido para el embarco, pasaron a Londres Úrsula y sus compañeras. Esperaron tiempo favorable para hacerse a la vela, y entre tanto tenia Úrsula frecuentes conversaciones con ellas, hablándoles por lo común de la falsa brillantez de los bienes, honras y estimaciones de esta vida, de la insustancialidad y apariencia de las grandezas del mundo, de su caducidad y poca subsistencia; y como eran todas cristianas, dejaba caer muchas veces la conversación sobre la dicha de aquellas felices almas que no tenían otro esposo que a Jesucristo.

Poseía la santa eminentemente todas aquellas prendas que embelesan, ganando los corazones; era en alto grado discreta y entendida; hablaba con gracia y con gala; era en extremo virtuosa, y acompañaba todos estos grandes talentos con una suavidad y con una modestia que verdaderamente encantaban; con lo que, se hizo tan dueña de la estimación y de los corazones de todas aquellas doncellas, que ya lodos sus deseos y toda su ambición se reducía a no querer amar a otro que solo a Jesucristo. Nunca vio el mundo tanto número de doncellas juntas mas cristianas.

Era Úrsula su modelo, y sus ejemplos dejaban muy atrás a sus palabras. Púsose en fin el viento favorable para hacer en breve tiempo el tránsito de Inglaterra a la menor Bretaña, y se embarco toda aquella numerosa comitiva de santas vírgenes; pero Úrsula jamás perdía de vista la estrella que la guiaba; y aunque los vientos eran muy favorables para arribar en pocas horas a las costas que buscaban, siempre conservo la esperanza de ver cumplidos sus fervorosos deseos. Con efecto, apenas perdieron de vista las de Inglaterra cuando se levanto una furiosa tormenta, que lleno de terror a toda la escuadra, amenazándola con un funesto naufragio.

No dudo entonces santa Úrsula que Dios había oído sus amorosas ansias; estaban todas y todos en una silenciosa consternación, y sola Úrsula se mantenía serena, tranquila y distante de todo temor. Animo, hijas mías, decía a sus compañeras con un aire y en un tono que manifestaba visiblemente su confianza y su alegría, animo, y nada temáis. Servimos a un Dios y tenemos un esposo que manda a los vientos y a los mares; sacrifiquémosle generosamente nuestras vidas, y dejemos los horrores de la muerte a los que tienen la desgracia de no conocerle; pero nosotras tengamos confianza en su gran misericordia.

Sosegó a todas sus compañeras, y aun a toda la tripulación la intrépida seguridad de nuestra santa; pero enfureciéndose los vientos cada instante más y más, y cediendo en fin los buques a las tempestades, toda la escuadra fue arrojada hacia los mares del norte, sobre las costas de la Galia Bélgica. Abrigóse Úrsula con su ilustre tropa en el puerto de Tiel, hacia la embocadura del Rin, en el país que se llama hoy el ducado de Gueldres, y se asegura que desde allí, siguiendo la corriente del mismo Rin, navego hasta Colonia, teatro del glorioso triunfo que el cielo les tenia prevenido.

Noticioso el emperador Graciano del levantamiento del tirano Máximo, e informado de su desembarco en las costas de las Galias, hallándose sin suficiente numero de tropas para hacerle resistencia, llamo en su socorro a los Hunos, nación barbará de la antigua Sarmacia, que, habiendo salido de los confines de su país, se había derramado por toda la Germania, ocupando a lo largo las márgenes del Rin, y extendiéndose hasta la Galia Bélgica. Eran naturalmente crueles y feroces; y añadiéndose a esto las supersticiones paganas, de que todos hacían profesión, llevaban la desolación por todos los países donde ponían el pie.

Mandaba a estos barbaros su general Gauno que tenía entonces la campana por el emperador Graciano contra el tirano Máximo; y luego que descubrieron navíos bretones, enemigos del emperador, los atacaron, y se apoderaron de ellos fácilmente por el corto número de soldados que los venían escoltando. No cabe en la expresión lo sorprendidos que quedaron al ver que toda aquella flota solo venia cargada de doncellas cristianas, destinadas para ser esposas de los oficiales y de los soldados bretones, sus enemigos, y que era la principal de todas una princesa, futura esposa del duque Conan, generalísimo del ejército de Máximo.

La misma extraña aventura que tanto sorprendió a los barbaros, descubrió a nuestra santa los secretos de una particular providencia, que la lleno de consuelo y de alegría. Entonces conoció Úrsula que habían sido benignamente oídas sus amorosas ansias, y que, admitiéndola Jesucristo por esposa suya, se dignaba añadir a la gloriosa palma de virgen la triunfante corona de mártir. Animada de nuevo valeroso espíritu, y encendida en nuevo fervoroso celo, hablo a todas sus compañeras como heroína cristiana; exalto la preciosísima perla de la virginidad, por cuya conservación debían estar prontas a perder los bienes y la vida; exhortólas con tanta gracia, con tanta viveza y con tanta energía a derramar por la fe hasta la última gota de su sangre, que toda aquella dichosa tropa de vírgenes, convertido en gozo y aliento el primer terror, consideraba ya a los barbaros como ministros de su dicha, y solo suspiraba por la gloriosa corona del martirio.

Quiso el general del ejército ver a Úrsula, cuya peregrina hermosura le habían alabado mucho, y quedo tan ciegamente prendado de ella, que no perdono diligencia ni medio para rendirla, para intimidarla y para vencerla. Pero la santa le hablo con tan cristiana constancia, con tanta resolución y con tanta majestad, que, cambiada en furor la brutal pasión de aquellos barba ros, se arrojaron con espada en mano a todas aquellas vírgenes. A unas las atravesaron con el acero, a otras con las flechas, y a todas las degollaron, pasando todas a aumentar la corte del Cordero celestial, llevando en las manos la duplicada palma del martirio y de la virginidad. Sucedió este glorioso triunfo el día 21 de octubre del año de 383, celebrando desde entonces la santa Iglesia con grande solemnidad la ilustre memoria de santa Úrsula y sus compañeras vírgenes y mártires. Fueron sepultados sus cuerpos en el territorio de Colonia, de donde se esparcieron después sus santas reliquias por toda la cristiandad.

Con el tiempo, se fundó en la Iglesia una celebre congregación de religiosas compuesta de doncellas y de viudas  que siguen la regla de san Agustín, bajo el nombre y la protección de santa Úrsula, y por eso se llaman Ursulinas, las cuales están todas sujetas a los obispos. No es ponderable la utilidad de este instituto en beneficio del público, no solo por los ejemplos de religiosidad, de modestia, de observancia y de todas las virtudes, que tanto edifican en todas partes a los fieles, sino por la bella educación que se da a las niñas y doncellas más adultas, instruyéndolas con tanto celo como caridad y feliz suceso, según el espíritu de su instituto, que, no habiendo degenerado un punto de su primitivo fervor, nunca ha tenido necesidad de reforma.

El ano de 1537 introdujo este instituto en Italia la bienaventurada Ángela de Brescia; el de 1544 le aprobó Paulo III; y el de 1582 le sujeto a la clausura y a los votos religiosos el papa Gregorio XIII, a solicitud de san Carlos Borromeo, que siempre le tuvo muy dentro de su corazón.

El año 1611 fundó las Ursulinas en Francia Magdalena de Huilier, señora de Santa Beuva, siendo el primer convento el de Paris, de donde se extendieron con inmensa utilidad por todo el reino. Es verdad que ya en el ano de 1606 la madre Ana de Jantona de Dijon, tan ilustre por su eminente virtud, como por el celo con que promovió la cristiana educación de las tiernas doncellas, había fundado en Dole las Ursulinas del Franco Condado, que, sin estar sujetas a la clausura, ha mas de un siglo que son el asombro y la felicidad de los pueblos que logran la dicha de tenerlas, sin que jamás hayan aflojado ni en la perfección, ni en el primitivo fervor de su sagrado instituto, educando a las niñas en el más puro espíritu del cristianismo con el celo que cada día las colma de nuevas bendiciones; edificando a tantos con su ejemplar modestia, como con aquella puntual observancia que nunca se desmintió, y ejercitándose con indecible bien en todas las obras de caridad que se proporcionan a su estado. En breve tiempo hizo maravillosos progresos esta ilustre congregación; pues en menos de treinta años se vio propagada en Dole, en Vesoult, en Besanzon, en San Hipolito, en Arbois, en Porentruy, en Grav, en Pontalier, en Friburg de los Suizos, en Lucerna, en Cleval y Ornans.

La misa es en honor de las santas, y la oración la siguiente:

Da nobis, quaesumus, Domine
Deus noster , sanctarum virgirnirn
fet martyrum tuanim Ursula;
et sociarum ejus paimas incessabili
devotione venerari, ut
quas digna mente non possumus
celebrare, humiiibus sallem
frequentemus obsequiis.
Per Dominum nostrum.,,

 Suplicámoste, Señor Dios
nuestro, nos concedas la gracia
de que veneremos con tierna
y continua devoción los triunfos
de las santas vírgenes y mártires
Úrsula y sus compañeras,
para que, ya que no podemos
honrarlas como merecen, les
tributemos a lo menos nuestros
humildes obsequios. Por nuestro Señor...



Missa in honorem Sanctae Ursulae. Michael Haydn


Missa in honorem Sanctae Ursulae

 Michael Haydn completó la Missa in honorem Sanctae Ursulae, Klafberg I: 18, MH 546, el 5 de agosto de 1793, probablemente para el uso en la ceremonia en la que Úrsula Oswald, la hija de un amigo, emitió los votos religiosos en la abadía benedictina de Frauenwörth Chiemsee [1] (como Santa Úrsula era su santo onomástico). Debido a este hecho, la misa es a veces conocida como la Misa Chiemsee.

Esta misa se ​​ha denominado como la más "mozartiana" de todas las misas compuestas por Richard Michael Haydn.



La partitura pide un cuarteto de solistas vocales, coro mixto, 2 fagotes, 2 trompetas en do, timbales y cuerdas con un órgano a tocar bajo continuo. Además, Haydn hubiera esperado tres trombones para duplicar "las voces más bajas en tutti de coro", un segundo órgano para reproducir en continuo tutti corales, como los descritos por Leopold Mozart.


1. "Kyrie" Un poco Adagio, Do mayor tiempo, común
2. "Gloria" Allegro, en do mayor, 3/4
3. "Credo" Allegro, C vez mayor, común -.
4. "Et incarnatus est .." Adagio, un menor de edad, 3/4 -
5. "Et resurrexit ..." Vivace assai
6. "Sanctus" Adagietto, mehr langsam, Do mayor, 3/4 - "sunt coeli Plenipotenciario ..." alegro
7. "Benedictus" Allegro moderato, sol mayor, el tiempo común - ". Osanna ..." 3/4, C mayor
8. "Agnus Dei" Andante Comodo, Do mayor, 3/4 -.
9. "Dona nobis pacem ..." Allegro molto

Haydn trató esta configuración de la misa común "a lo largo de las líneas sinfónico" en lugar de "a la manera de la Cantata antigua Misa".  Las consecuencias del tratamiento son que incluyen el cuarteto de solistas que actúa más como "un lámina para la coral tutti "y el uso de la fuga", como el principal medio de la elaboración temática. "

Este trabajo pronto encontró una amplia aceptación más allá del ámbito inicialmente previsto de sus orígenes, como se indica por las numerosas copias que se encuentran en los conventos de Austria.
1) Kyrie



2) Gloria


3) Credo


4) Et incarnatus est


5) Et resurrexit tertia die


6) Sanctus


7) Benedictus


8) Agnus Dei
 

9) Dona nobis pacem

 


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