Lapida

Lapida
Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania

domingo, 9 de septiembre de 2012

Vida de los Santos por Rev. Alban Butler

Santas Úrsula y compañeras vírgenes, vírgenes y mártires.

 
Alban Butler (Northamptonshire, Inglaterra, 1709 - Saint-Omer, Francia, 1773) fue un sacerdote católico y hagiógrafo.

Fue educado en el colegio inglés Douai, donde tras su ordenación en 1735 tuvo sucesivamente los cargos de filosofía y divinidad. Laboró por algún tiempo como sacerdote misionero en Staffordshire, tuvo varias posiciones como tutor a jóvenes nobles católicos, y fue finalmente apuntado como presidente del seminario inglés en St Omer, donde permaneció hasta su muerte.

La gran obra de Butler, The Lives of the Fathers, Martyrs and Other Principal Saints ("Butler's Lives of the Saints" - La Vida de los Santos),1 resultado de treinta años de investigación, primeramente se publicó en cuatro volúmenes, en Londres en 1756-1759, conteniendo la vida de 1,486 santos.

La obra Lives of the Saints ha pasado por muchas ediciones y traducciones. Una edición revisada en 12 volúmenes, fue publicada por el padre Herbert Thurston, SJ, entre 1926 y 1938. La segunda edición fue publicada en 1956 por Donald Attwater.



INICIO DEL PREFACIO DEL LIBRO VIDA DE LOS SANTOS

CARDENAL SPELLMAN

Por dos siglos, las "Vidas de los Santos" de Butler se han considerado como autorizada norma de los principales santos más conocidos por los católicos de habla inglesa. Esta última edición, completamente revisada por el competente erudito, Sr. Donald Attwater, se ha hecho en vista de la creciente demanda de datos precisos sobre los elegidos propuestos a nuestra veneración y emulación.
Encontraremos aquí una maravillosa constelación de victorias de hombres, mujeres y niños, que se enfrentaron a dificultades y peligros y que, con su triunfo, hacen patente el cumplimiento del fin que Dios tuvo al crearnos. Después de soportar heroicamente las pruebas y tormentos de este mundo, para la mayor honra y gloria de Dios, viene la recompensa de la eterna felicidad con El en el cielo.


Alban Butler. Vida de los Santos
Pag. 167

Santas Úrsula y compañeras vírgenes, vírgenes y mártires
fecha: 21 de octubre
†: c. s. IV - país:Alemania
canonización:pre-congregación

Cerca de Colonia, en Germania, conmemoración de las santas vírgenes que entregaron su vida por Cristo, en el lugar de la ciudad donde después se levantó una basílica dedicada a santa Úrsula, virgen inocente, considerada como la principal del grupo.
patronazgo: Úrsula es patrona de Colonia, de las jóvenes, de la juventud, los maestros, educadores y comerciantes de telas, de las Universidades de Colonia, Viena y Coimbra; protectora en tiempo de guerra, para pedir un buen matrimonio, una muerte tranquila, y contra las enfermedades de la infancia y los tormentos del purgatorio.

refieren a este santo: Santa Isabel de Schönau
La Iglesia trata con gran reserva el caso de santa Úrsula y sus compañeras, martirizadas en Colonia. La comisión nombrada por Benedicto XIV tenía el proyecto de suprimir su fiesta, que llegó a considerarse por completo fantástica y carente de todo valor. Ya el Martirologio Romano de 1922 suprimía algunas referencias históricas, como el tradicional número de once mil vírgenes, y las circunstancias concretas del martirio. Al respecto, puede ser útil comparar las redacciones respectivas de los elogios de 1922 y de la edición de 2001:
«En Colonia Agripina, santas Úrsula y compañeras, quienes, a causa de la religión cristiana y de la preservación de la virginidad, fueron asesinadas por los Hunos, llevando a término su vida en el martirio; muchos de sus cuerpos fueron conservados en Colonia.» (Martirologio de 1922)
«Cerca de Colonia, en Germania, conmemoración de las santas vírgenes que entregaron su vida por Cristo, en el lugar de la ciudad donde después se levantó una basílica dedicada a santa Úrsula, virgen inocente, considerada como la principal del grupo.» (Martirologio de 2001)

Es notable la desaparición de toda circunstancia histórica, quedando todo el peso del elogio en la basílica construida en honor de las mártires, que, como veremos luego, es lo único concreto de toda esta memoria.

En la iglesia de Santa Úrsula, en Colonia, hay una inscripción latina, que data probablemente de la segunda mitad del siglo IV o principios del siglo V. Su texto dice:
 

DIVINIS FLAMMEIS VISIONIB. FREQVENTER
ADMONIT. ET VIRTVTIS MAGNÆ MAI
IESTATIS MARTYRII CAELESTIVM VIRGIN
IMMINENTIVM EX PARTIB. ORIENTIS
EXSIBITVS PRO VOTO CLEMATIVS V. C. DE
PROPRIO IN LOCO SVO HANC BASILICA
VOTO QVOD DEBEBAT A FVNDAMENTIS
RESTITVIT SI QVIS AVTEM SVPER TANTAM
MAIIESTATEM HVIIVS BASILICÆ VBI SANC
TAE VIRGINES PRO NOMINE. XPI. SAN
GVINEM SVVM FVDERVNT CORPVS ALICVIIVS
DEPOSVERIT EXCEPTIS VIRCINIB. SCIAT SE
SEMPITERNIS TARTARI IGNIB. PVNIENDVM


No hay una traducción aceptable del texto, ya que se trata de una inscripción bastante oscura. Pero parece conmemorar el hecho de que un tal Clemacio, senador, tuvo ciertas visiones en las que se le ordenó que emprendiese la reconstrucción en ese lugar, que era de su propiedad, de la basílica de las vírgenes que habían sido martirizadas allí. Debe tenerse presente que la inscripción no dice nada sobre el número y los nombres de las vírgenes, ni sobre la época y las circunstancias de su martirio, no nombra a Úrsula ni a los Hunos. Toda su importancia proviene de que menciona, si es que la inscripción está bien datada en el siglo IV o V, una básilica anterior, quizás preconstantiniana, testigo de un culto muy antiguo. Esta es toda la base sobre la que descansa el culto de santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, cuya leyenda es tan famosa.

La forma más antigua de la leyenda es un sermón compuesto en Colonia, probablemente a principios del siglo IX, con motivo del día de la fiesta. El autor confiesa que no existía entonces ningún escrito sobre el martirio y se limita a repetir la leyenda oral, sin dar pruebas sobre la veracidad de su contenido. Las doncellas eran muy numerosas, tal vez varios miles. La principal era Vinosa o Pinosa. El martirio tuvo lugar durante la persecución de Maximiano. Según una variante, las vírgenes habían llegado a Colonia con la Legión Tebana, aunque el autor se inclina más bien a pensar que eran originarias de Inglaterra. Ninguno de los martirologios clásicos de la época menciona a estas mártires, pero Usuardo conmemora a las vírgenes Marta y Saula y sus compañeras, martirizadas en Colonia y Wandelberto de Prüm, mediados del siglo IX, habla de los millares de vírgenes de Cristo que padecieron el martirio a orillas del Rin el 21 de octubre.

La primera mención del nombre de santa Úrsula, que formaba parte de un grupo de unas pocas vírgenes (no once mil), data de fines del siglo IX. Varias fuentes litúrgicas de esa época, dicen que santa Úrsula formaba parte de un grupo, pero a veces menciona a cinco, otras ocho, otras once vírgenes; por ejemplo: Úrsula, Sencia, Gregoria, Pinnosa, Marta, Saula, Brítula, Saturnina, Rabacia, Saturia, y Paladia. Por supuesto que ninguno de estos documentos es anterior al siglo IX, pero al menos son testimoniso independientes a las leyendas ursulinas -que recién comenzaban a circular- y su testimonio no queda invalidado por dichas leyendas. En una sola de estas listas Úrsula está primera.

Sin embargo, ya a principios del siglo X se comenzó a hablar de «once mil» vírgenes, aunque no se sabe cómo ni por qué. Se puede quizás pensar que se juntó el dato de las once de uno de los listados litúrgicos, con la idea de «miles de vírgenes» en el Rin, que provenía de otras fuentes, según vimos; y según una teoría, la abreviación «XI M.V.» (undecim martyres virgines) se tradujo equivocadamente por undecim milia virgines. Sea como sea que se haya llegado a pasar de un puñado de no más de once a nada menos que once mil, para el siglo X estaban todos los elementos básicos de tan fantástica história, y sólo faltaba que la imaginación popular y moralizante dieran una forma agradable y transmisible a todo este conjunto.

ésta es, pues, la forma que tomó más tarde en Colonia: Un rey pagano solicitó la mano de Úrsula, hija de un monarca cristiano de Inglaterra. La joven quería permanecer virgen y obtuvo un plazo de tres años, que empleó en continuas travesías marítimas. Tenía diez damas de honor y cada una de ellas, lo mismo que Úrsula, llevaba mil compañeras. La expedición constaba de once navíos. Al cumplirse el plazo de tres años, los vientos arrastraron los navíos a la desembocadura del Rin. La caravana de doncellas se dirigió entonces a Colonia y después, a Basilea. Allí desembarcaron Úrsula y sus compañeras, quienes cruzaron los Alpes y fueron a Roma a visitar el sepulcro de los Apóstoles. Después, volvieron por el mismo camino a Colonia. Como Úrsula se rehusase a contraer matrimonio con el rey de los hunos, fue asesinada por los bárbaros junto con todas sus compañeras. Los ángeles se encargaron de dispersar a los asesinos, de suerte que los habitantes de la ciudad pudieron recuperar los cadáveres. Clemacio construyó en su honor una basílica.

Godofredo de Monmouth, en el siglo XII, da otra versión de origen galo, no menos fantástica: El emperador Maximiano, es decir, Magno Clemente Máximo, conquistó las Galias el año 383 y fundó en Bretaña una colonia inglesa, compuesta en gran parte por soldados, bajo las órdenes de Cinán Meiriadog. Cinán pidió al rey de Cornwall, llamado Dionoto, que enviase algunas mujeres para poblar la colonia. Dionoto respondió generosamente y envió a su propia hija, Úrsula y a otras 11.000 doncellas nobles, así como a 60.000 jóvenes del pueblo. Úrsula, que era muy hermosa, debía contraer matrimonio con Cinán. Pero una tempestad arrastró los navíos hacia el norte, a unas islas extrañas pobladas por los bárbaros, y las doncellas murieron a manos de los hunos y de los pictos.

La versión de Colonia constituye la leyenda que podríamos llamar «oficial». Esa versión sitúa el martirio en el año 451: «Atila y los hunos, cuando se replegaban después de su derrota en la Galia, tomaron Colonia, que era entonces una ciudad cristiana muy floreciente. Sus primeras víctimas fueron Úrsula y sus compañeras inglesas» (así rezaba una antigua lección del Breviario en Inglaterra). En el curso del siglo XII, la historia se complicó aún más, gracias a las «revelaciones» de santa Isabel de Schönau y del beato Germán José, canónigo premonstratense. Actualmente, todo el mundo está de acuerdo en que tales revelaciones eran puramente ilusorias, pero en la época en que tuvieron lugar se «descubrieron» en Colonia (1155) numerosas reliquias e inscripciones (naturalmente falsas), que pasaban por ser los epitafios de san Ciriaco Papa, de san Marino de Milán, de san Papunio, rey de Irlanda, de san Picmenio, rey de Inglaterra y de otros muchísimos personajes imaginarios que habían sufrido el martirio con santa Úrsula y sus compañeras. Las pretendidas «revelaciones» del beato Germán (si es que existieron realmente) eran aún más sorprendentes que las de santa Isabel, ya que tenían por finalidad resolver los múltiples problemas de la leyenda y explicar la presencia de los huesos de hombres y aun de niños recién nacidos, entre los restos de las mártires. Indudablemente lo que se descubrió en 1155 fue una fosa común. Por otra parte, todos los indicios nos llevan a pensar que los dos abades de Deutz falsificaron impíamente los hechos y complicaron en el fraude a santa Isabel y al beato Germán, sin que éstos lo supiesen. Todavía se conserva una gran cantidad de «reliquias» en la iglesia de Santa Úrsula en Colonia, sin contar las que se hallan esparcidas en el mundo entero.

Dejando a un lado la leyenda, la inscripción de Clemacio dice que éste restauró una pequeña basílica o cella memorialis, que probablemente había sido saqueada por los francos alrededor del año 353 (y por tanto carece de toda relación con los hunos). Ahí se hallaba el sepulcro de las mártires, y Clemacio prohibió que se diese sepultura en ese lugar a otras personas. El texto de la inscripción no indica absolutamente que se tratase de un vasto cementerio en el que había millares de esqueletos. Durante la Edad Media, se inventaron, poco a poco, los nombres de las compañeras de santa Úrsula que figuran en diversos calendarios y martirologios. Una de las invenciones más famosas y quizás más entrañables, sea la de «santa Córdula», que atemorizada por el martirio escapó de la matanza, pero «al día siguiente, arrepentida, se entregó a los hunos y fue la última que conquistó la palma del martirio» (así lo decía la inscripción del Martirologio Romano de 1922, retirada en la actualidad).

Según se sabe, la autora de esta invención fue la monja Helentrudis de Heerse en el documento «Fuit tempore». De cada detalle la predicación ha sacado ejemplos notables y valores permanentes; la iconografía, qué duda cabe, se ha recreado en pintar de mil maneras distintas estos «hechos». Aun en la teología del siglo XX no sabríamos a qué hace referencia el libro de Hans Urs von Bathasar «Córdula, o el acontecimiento auténtico», si no tuviéramos conocimiento de estos desarrollos legendarios. Pero, como lo hemos señalado otras veces, el Martirologio no es un reservorio de leyendas entrañables, sino la celebración de hechos de la fe veraces y fundamentales, que dieron lugar a la nuestra. Muchas veces no tenemos para ellos más que la vaga evocación de una basílica cuyo recuerdo subsistió, o un nombre que ha quedado desprovisto de toda densidad. La historia de la fe nos ofrece muchas veces esa «ascesis de la curiosidad» que la leyenda pretende suavizarnos. Pero lo que debe permanecer es el recuerdo de que nuestra fe está construida sobre martirios auténticos, aunque no conozcamos de ellos más que los retazos que lograron fijarse en una inscripción o un pergamino borroso.

El P. Víctor de Buck consagró al estudio de la leyenda 230 páginas in-folio en Acta Sanctorum, oct., vol. IX (1858). El cardenal Wiseman resumió dicho artículo en un discurso que no fue publicado en sus obras completas; puede leerse en un volumen titulado Essays on Religión and Litterature, publicado por Manning (1865), donde aparece con el nombre de The Truth of Supposed Legends and Fables (pp. 285-286); ahí mismo se encontrará un facsímil de la inscripción de Clemacio. El P. de Buck aportó muchos datos nuevos y útiles para la solución del problema, ya que publicó varios de los textos más importantes, pero sus investigaciones posteriores no han confirmado sus conclusiones, particularmente por lo que se refiere a su hipótesis de que la fiesta conmemora el asesinato de un gran número de vírgenes cristianas, llevado a cabo por los hunos el año 451. El estudio más importante que ha aparecido desde entonces, es el del eminente especialista en cuestiones medievales, W. Levison, en Das Werden des Ursula-Legende (1928). El historiador defiende la autenticidad de la inscripción de Clemacio, pero está de acuerdo con otros arqueólogos en admitir que la inscripción es claramente anterior a la invasión de los hunos. Además de la inscripción de Clemacio, el Sermo in natali y las cortas noticias litúrgicas arriba mencionadas, el documento más importante es el antiguo relato Fuit tempore. Desgraciadamente, el P. de Buck no le atribuyó importancia alguna, porque no leyó el prólogo. Fue publicado por primera vez en Analecta Bollandiana, vol. m (1884), pp. 5-20. La leyenda comenzó a desarrollarse a partir de esa base, pero su evolución es demasiado complicada y la bibliografía demasiado nutrida para que podamos ocuparnos aquí de ellas. Sobre estos puntos, véase a M. Coens, en Analecta Bollandiana, vol. XLVII A1929, pp. 80-110; G. Morin, en Études, Textes, Découvertes (1913), pp. 206-219, quien cita hábilmente a Procopius, De Bello Gothico, lib. iv, c. 20; T.F. Tout, Historical Essays; H. Leclercq, en DAC, vol ni, ce. 2172-2180; LBS., vol. iv (1913), pp. 312-347; y Neuss, Die Anfdnge des Chnstentums in Rheinlande (1933). Una de las últimas obras sobre el tema, particularmente lo que concierne a las representaciones en el arle, es el libro de Guy de Tervarent, La légende de Ste Ursule (2 vols., 1931). El texto de Clemacio puede verse también en LBS., DAC, y Catholic Enciclopedia, loe. cit. Nuestra cita de Godofredo de Monmouth está tomada de su History of the Kings of Britian lib. v, ce. 12-16. Por lo que toca a la afirmación de que San Dunstano transmitió la leyenda tal como se cuenta en Fuit tempore, es curioso notar que el santo recibió la consagración episcopal el 21 de octubre y que varios de los santos citados en esa leyenda eran venerados desde muy antiguo en Glastonbury y en el occidente de Inglaterra. Si, como se cree actualmente, San Dunstano nació en 910 y no en 925, es muy posible que haya conocido a Hoolf, el enviado del emperador Otto.

 
 


Sobre la Leyenda Dorada de Santiago (o Jacobo) de Vorágine

Hay libros que pese a tener una importancia capital en la cultura de nuestro mundo, apenas son conocidos, y desde luego sus autores casi no llegan al mundo de la cultura popular pese a haber contribuido de un modo imprescindible con sus obras a hacer nuestro mundo como es.
 

SINTESIS: La Legenda áurea (donde se encuentra la historia de las once mil vírgenes) fue creada con la intención de propiciar la religiosidad popular, y cumplió su propósito, pero a costa de la verosimilitud y la fidelidad histórica.

Este estudio está tomado del web: http://dinamis.avmradio.org/

El EQUIPO DINAMIS hace años que se dedica a la animación y formación de grupos de educadores y catequistas, grupos de oración y a la catequesis infantil, familiar y de adultos, para poner al alcance de quien lo desee el material que ha sido objeto de los cursos que han impartido durante estos últimos años. Los ejes de su trabajo han sido EL ARTE, LA BÍBLIA Y EL SÍMBOLO desde el punto de vista hermenéutico y especialmente de la CATEQUESIS BÍBLICO-SIMBÓLICA.

BIOGRAFIA DEL AUTOR DE "LA LEYENDA DORADA"

Beato Santiago de Vorágine
Nombre Jacopo della Voragine
Nacimiento c. 1230 Varazze
Fallecimiento 13 ó 16 de julio de 1298 ó 1299 Génova
Venerado en Iglesia católica romana
Beatificación 1816, Pío VII
Santiago de la Vorágine es el nombre españolizado del beato Jacopo da Varazze o Jacopo della Voragine (en latín Jacobus de Voragine) (Varazze, 1230 - Génova, 1298), hagiógrafo dominico italiano.

Fue obispo de Génova entre 1292 y 1298. Escribió una crónica de la ciudad de Génova, y es considerado como autor de la La leyenda dorada, la más célebre recopilación de leyendas piadosas en torno a los santos y desde luego la más influyente en la iconografía pictórica y escultórica de los mismos.

En 1244 tomó los hábitos de la Orden de los Predicadores, fundada por Domingo de Guzmán. Tras pasar por las etapas habituales de novicio y profeso, enseñó Escritura y Teología desde 1252 en las casas de su orden y obtuvo un cierto éxito como predicador en los más altos púlpitos del norte de Italia.

Fue elegido provincial de Lombardía en 1267, conservando este cargo hasta 1286, en que se convirtió en definidor de la provincia lombarda de los dominicos. Fue representante de su provincia en los capítulos de Lucca (1288) y de Ferrara (1290) y el papa Nicolás IV le encargó pedir la destitución de Munio de Zamora, maestre de la Orden de los Predicadores desde 1285, que sería, en consecuencia, destituido por una bula pontifical fechada el 12 de abril de 1291.
En 1286, a la muerte del Arzobispo de Génova Carlos Bernard, es propuesto como su sucesor, pero se niega a aceptar el cargo y queda en su lugar Obizzo Fieschi, Patriarca de Antioquía, quien fue transferido a la Sede de la arquidiócesis de Génova por Nicolás IV, en 1288.
En 1288, la ciudad de Génova envió a Santiago de la de Vorágine ante el papa para pedir la liberación de los genoveses de la excomunión a que se les había condenado por apoyar a los sicilianos contra el rey Carlos II de Nápoles y Sicilia.
A la muerte de Obizzo Fieschi, es elegido arzobispo por segunda vez y acepta la dignidad. En 1292, Nicolás IV lo llamó a Roma para consagrarlo pero, al llegar, se lo encontró gravemente enfermo y falleció sin haberlo consagrado, por lo que fueron los cardenales del cónclave sucesorio los que realizaron el acto.

En su cargo, Santiago de la Vorágine multiplicó sus esfuerzos por reconciliar a güelfos y gibelinos, lo que consiguió en enero de 1295. También participó, como enviado del papa, en las intermediaciones del conflicto que opuso Génova a Venecia. Poco antes de su muerte, ordenó que el dinero destinado a sus funerales fuera repartido entre los pobres.
Santiago de la Vorágine comenzó a escribir la Legenda aurea o Leyenda dorada en 1250 (el primer
manuscrito aparecido es de 1260) y se dedicó a esta tarea hasta 1280. En algunas de sus primeras ediciones, la Legenda aurea se tituló Lombardica Historia, originando una falsa idea de tratarse de trabajos distintos, debido a que de la Voragine dedica el segundo y último capítulo de su obra, a la vida del papa Pelagio, incluyendo un resumen de la historia de los lombardos, hasta 1250.
La obra está compuesta por 177 capítulos (182, según algunos estudiosos). Está dividido en cinco apartados de acuerdo con el año litúrgico: de Adviento a Navidad, de Navidad a Septuagésima, de Septuagésima a Pascua, de Pascua a la Octava de Pentecostés, y de la Octava de Pentecostés de nuevo al Adviento.

No podemos evaluar a la Leyenda áurea como un documento histórico apegado a la narración de hechos reales, pues el objetivo principal de Jacopo de la Voragine y de otros hagiografístas medievales, no fue el redactar biografías fidedignas o escribir tratados científicos para eruditos, sino libros de devoción para la gente común, que estaba inmersa en la creencia inquebrantable, de la omnipotencia de Dios y su cuidado paternal, que los llevaría a alcanzar una vida santa. Por lo tanto, "La leyenda Dorada" ofrecía a través de su páginas, la posibilidad de conocer modelos de vida dignos de ser emulados.

La Legenda áurea fue creada con la intención de propiciar la religiosidad popular, y cumplió su propósito, pero a costa de la verosimilitud y la fidelidad histórica, como denunciaron los humanistas Juan Luis Vives y Melchor Cano. Aunque, sin duda, hay que tener en cuenta que el sentido medieval de la historia era distinto que el de la Edad Moderna. De muchas historias no hay fuente comprobada (aunque se esfuerza por citar muchas veces autores en los que supuestamente se basa) y no existe sentido crítico alguno sobre los hechos, acumulados de forma heterogénea y sin discernimiento, de forma que incluso es posible encontrar alusiones a hechos de la vida de Buda en la historia de Barlaam y Josafat. En algunas de sus historias toma datos de textos apócrifos.
El prestigio de la obra fue sin embargo inmenso entre los artistas, que utilizaron sus conmovedoras
narraciones para pintar y esculpir escenas devotas a lo largo de la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco.
El culto de Jacopo de Voragine parece haber comenzado poco después de su muerte, en el año de 1298, y fue ratificado por el papa Pío VII en 1816. El mismo Papa permitió al clero de Génova, Savona y a la totalidad de la Orden de Santo Domingo, celebrar su fiesta, como la de un santo.


LA LEYENDA DORADA
 
Como Leyenda dorada o, en latín, Legenda aurea se conoce a una compilación de relatos hagiográficos reunida por el dominico Santiago (o Jacobo) de la Vorágine, arzobispo de Génova, a mediados del siglo XIII. Titulada inicialmente Legenda Sanctorum ("Lecturas sobre los Santos"), fue uno de los libros más copiados durante la Baja Edad Media y aún hoy existen más de un millar de ejemplares incunables.

Con la invención de la imprenta, dos siglos más tarde, su reputación se había consolidado y antes del fin del siglo XV aparecieron numerosas ediciones impresas.
El texto original, redactado en latín, recoge leyendas sobre la vida de unos 180 santos y mártires cristianos a partir de obras antiguas y de gran prestigio: los propios evangelios, los apócrifos y escritos de Jerónimo de Estridón, de Casiano, de Agustín de Hipona, de Gregorio de Tours y de Vicente de Beauvais. Junto con ellas, presenta una explicación basada en los evangelios de las fiestas del calendario litúrgico, así como una breve historia de la cristiandad en Lombardía, que le valió el nombre de Lombardica Historia.

La intensidad de los relatos, preocupados menos por la fidelidad histórica y filológica —ofreciendo, por ejemplo, etimologías fantásticas similares a las de Isidoro de Sevilla— que por la intención doctrinaria y ejemplificadora, fue sin duda una de las principales razones del éxito de la Legenda. Buena parte de las escenas de martirio que llegarían a poblar el repertorio iconográfico de Occidente alcanzaron difusión de este modo, como las conocidas escenas del martirio del apóstol Bartolomé y de Sebastián Mártir o el combate de Jorge de Capadocia y el dragón. Del mismo modo que la progresiva elaboración de las biblias pictóricas en las catedrales, la Legenda fue elaborada como una herramienta para la difusión de la fe a través de imágenes vívidas, más cercanas a la experiencia del vulgo que las dificultosas parábolas bíblicas.

El éxito de la Legenda condujo también a numerosas ediciones en las copias manuscritas. Así, se han conservado ejemplares del siglo XV en que las 180 historias que constan en el manuscrito más antiguo conservado —un ejemplar de 1282, parte del fondo de la biblioteca Estatal de Munich— se habían duplicado. Otras leyendas, consideradas inverosímiles por el copista, se fueron suprimiendo
progresivamente.
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La leyenda dorada en la colonización española en América.

El término leyenda negra se aplica al punto de vista de muchos historiadores sesgado en contra de las actuaciones de Castilla (y España a partir del emperador Carlos I de España) en Europa y en la conquista y colonización de América. El origen de tal término (en la obra de Julián Juderías y Loyot) es la contraposición con las hagiografías contenidas en la leyenda dorada. Posteriormente, sobre todo en el ámbito americano, por una nueva contraposición se denominó leyenda dorada o leyenda rosa a una visión favorable o apologética de los procesos de colonización.

 
 


Los Mártires, grandezas del Cristianismo


SANTA URSULA Y LAS ONCE MIL VÍRGENES Y MÁRTIRES.

por el Conde de Fabraquer


José Muñoz Maldonado (Alicante, 6 de febrero de 1807 - 1875), primer conde de Fabraquer desde el 26 de mayo de 1847 y vizconde de San Javier, periodista, novelista, historiador, jurista y político español.

Ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, dirigió el Semanario Pintoresco Español, El Museo de las Familias, El Mentor de la Infancia, El Domingo y Flor de la Infancia. Historiador, novelista por entregas y autor dramático, escribió crónicas, cuentos, leyendas de la Historia de España, bajo el título de La España caballeresca, Los Misterios del Escorial, Historia, leyenda, tradiciones, Historias, tradiciones y leyendas de las Imágenes de la Virgen aparecidas en España.

Colaboró en la revista ilustrada madrileña El Globo Ilustrado1 y en El Panorama, Periódico de Literatura y Arte; fue un habitual traductor de folletines franceses de Paul de Kock; también tradujo Los Miserables de Víctor Hugo. Fue senador vitalicio en la legislatura 1867-1868 y por la provincia de Zamora en la de 1872-1873.




En los primeros atlas del siglo llI, época bárbara y feroz, en que la, fe sufría las persecuciones de los hombres, uno de los siete distritos del reino de la Hibernia, llamado hoy Irlanda, era gobernado por un hombre según el corazón de Dios.

Aquel rey generoso y sabio se llamaba Theonote. Su mujer era sumisa y piadosa, y su matrimonio había sido bendecido con una hija que desde sus primeros años parecía eminentemente favorecida por el cielo. Los paganos de aquella isla contaban que las hadas habían bailado alrededor de la cuna de Úrsula, y le habían dado la belleza y las gracias. ! Los cristianos decían que los ángeles y la Santa Madre Dios habían derramado sobre ella los tesoros del candor y de la castidad! … Úrsula, agradable a Dios y a los hombres, crecía en el retiro como una azucena cuyo perfume debía embalsamar un día el palacio del Rey de los reyes.

La fama de la belleza y de las gracias de la joven virgen se había difundido lejos, y el rey Theonote vio un día llegar a su palacio a Conan, hijo de un rey vecino llamado Agrippino, que no era conocido de los cristianos sino por persecuciones que les hacía padecer. El joven príncipe venia a pedir la mano de Úrsula; empero la bendita virgen tuvo horror a aquella unión. Temió sin embargo declarar su negativa, porque la petición de Conan estaba apoyada por Agrippino y todos temían sus victoriosas armas. Úrsula, con el corazón lleno de angustia, oró largo tiempo. Se durmió al fin, con un tranquilo sueño, y entonces  oyó una voz que le decía que fuese a un país lejano a aguardar allí la voluntad de Dios. La joven al despertarse, declaró las órdenes del cielo, y sus padres se apresuraron a secundarlas.

Se prepararon los navíos y las compañeras de Úrsula, elegidas entre las más nobles familias, se dispusieron a seguir a la real fugitiva en su misteriosa peregrinación. Un gran número de vírgenes se postraban a los pies de sus padres para solicitar si bendición al despedirse; y todas ellas animadas con un santo fervor, se embarcaron en las naves, cuyos blancos pabellones ofrecían la imagen la cruz. Jóvenes llenas de entusiasmo, y unidas por un voto solemne de castidad, las servían de escolta y de defensa. Los sacerdotes repetían las palabras de Dios;  y al eco de los himnos sagrados se hizo a la vela la escuadra.

Impelida la escuadra  por el viento divino, se adelantó desde las costas de Irlanda hasta la embocadura del Rhin; y subiendo el curso de aquel río, llegó delante de Colonia, ciudad real y poderosa que debía a los romanos el brillo con que resplandecía ante todas las ciudades de la Germania.

Anclaron los navíos delante de aquella ciudad y Úrsula creyó haber llegado al término de su viaje; pero una segunda visión le anunció que la revelación de su suerte le aguardaba en Roma, y que de los labios del soberano Pontífice (entonces oscuro é ignorado) sabría su futuro destino.
Sumisa, cual el joven Samuel a las divinas inspiraciones, la princesa volvió á seguir el curso de su peregrinación, la escuadra volvió a subir el Rhin; pero al llegar a Basilea las jóvenes viajeras seguidas de los sacerdotes y de los caballeros, abandonaron sus navíos y continuaron el camino á pié para Italia.

Nada las detuvo, ni las heladas cumbres ni las amenazadoras rocas, ni 'las nieves amontonadas por los siglos, ni la abierta sima de los precipicios; y superando todos los obstáculos, llegaron al fin ante la ciudad Reina. Entraron con respeto en la ciudad consagrada, purificada por el holocausto de aquellos mártires que tenían ya altares en las frías regiones donde el mismo César no había podido penetrar. El venerable Siricio, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, recibió la errante tropa con un amor paternal; oró con ella en el sepulcro de los Apóstoles; la guió en las catacumbas, asilo sagrado donde los vivos se albergaban cerca de los muertos; y movido también por una visión profética, anunció á Úrsula que volvería a pasar los montes, y que llegaría a las orillas del Rhin, donde la palma del martirio la aguardaba.

Volvieron a pasar los Alpes, llegaron a Basilea, y los buques, siguiendo el curso del rio, las transportaron ante las murallas de Colonia, que saludaron cual un lugar de triunfo y de descanso!
En aquel tiempo reinaba en Roma, es decir, en el mundo entero, un soldado bárbaro salido de las tribus de los godos, que más tarde anonadaron por sus belicosas irrupciones el Imperio Romano, débil, afeminado y ya caduco. Maximino se había revestido la púrpura teñida con la sangre de su predecesor. El imperio se estremecía a su nombre; el Senado ofreció sacrificios, a fin de que permaneciese alejado de Roma y los cristianos veían en él el heredero de los furores de Nerón y de Domiciano.

En aquel momento Maximino había plantado sus águilas en las orillas del Rhin; y los viajeros de la Irlanda vieron desde lejos las alineadas tiendas que formaban su numeroso campamento. Apenas hubieron puesto el pié sobre la orilla cuando fueron asaltados por una nube de dardos y de flechas: les llegaba el martirio por la mano de los compañeros feroces del Emperador. Las vírgenes fueron inmoladas sobre los humeantes cadáveres de los Sacerdotes, y los caballeros heridos por la espada recibían con alegría el golpe  que abreviaba su peregrinación, y les abría las puertas del cielo: solo Úrsula escapó a la matanza.

Fue arrastrada delante de Maximino: aquel bárbaro la miró, y un rápido amor se apoderó de su corazón: le enseñó á un lado los lictores, y al otro el altar del campo donde los sacerdotes iban a ofrecer un sacrificio.
-¡Sé mi mujer, o muere! dijo.
 Sonrióse Úrsula, y respondió:
-Estoy pronta a morir.
Inmediatamente dio la señal a los verdugos, y la joven doncella, atravesado el pecho con un dardo, pasó á gozar de las delicias celestiales.

Tal es la historia de Úrsula y de sus compañeras, cuyos restos se veneran aún todavía en la Catedral de Colonia.

Cuando en 1156 se descubrieron en Colonia una docena de sepulcros con inscripciones, que expresaban encerrar los restos de Santa Úrsula y de sus, compañeras, los escritores ascéticos, muy comunes en aquella época de ardiente fe, se dieron gran pena y trabajo en reconstruí, con ayuda de unos huesos reducidos a polvo, una historia devorada por los siglos. Por de pronto, un franciscano fue el que arrancó de aquellos silenciosos testigos la genealogía de Úrsula, hija de un príncipe de la Irlanda y parienta de muchas casas soberanas.

Vienen en seguida los cronistas ambicionando la gloria de fijar la fecha del martirio de Santa Úrsula: empero mientras coloca el uno este suceso en el año 384, su émulo, para mayor exactitud, la aproxima hasta en 453, sin que podamos decir cuál de ellos se equivoca o si se engañan los dos. Después vienen los legendarios con la pretensión de determinar el número de las compañeras de Úrsula. Los unos la dan once, los otros mil, otros once mil, número adoptado por la creencia popular y al que se debe las Once mil vírgenes. Adriano de Valois y el padre Sirmond, personajes muy doctos, reconocen que los legendarios, simples traductores de un antiguo martirologio, han tomado la palabra Undecimillia, nombre propio de la única compañera de Úrsula, por una expresión numérica, y reducen el número de Once mil a la simple unidad. Sin embargo, en el Oficio Divino se hace mención de Santa  Úrsula y sus compañeras.

Si la historia y la leyenda de Santa Úrsula nos dejan algunos detalles que desear, en cambio de esto, tenemos la evidencia de la gran veneración que inspiró su memoria y de los muchos prodigios que en bien de la humanidad obró el Señor en su sepulcro.

Su culto, adoptado con entusiasmo religioso, hacía mucho tiempo por los habitantes de Colonia, se difundió rapidísimamente en el siglo XII por toda la cristiandad. Tres corporaciones sabias, las más ilustres del mundo literario y científico de entonces, la Sorbona de París, la universidad de Coímbra en Portugal y la de Viena en Austria, la proclamaron por su Patrona y venían todos los años en el día de su festividad, el 21 de octubre, a postrarse delante de su imagen.

Santa Úrsula, que condujo al cielo a tantas almas santas que ella había formado con su instrucción y sus ejemplos, es mirada como el modelo de las personas que se aplican a dar una educación a la juventud, y bajo su invocación se han formado gran número de establecimientos religiosos para la educación de las jóvenes doncellas.

En 1537 la bienaventurada Ángela, llamada de Brescia, en la Lombardía, porque había permanecido largo tiempo en aquella ciudad, instituyó las Ursulinas. Doncellas o viudas reunidas en congregación libres en un principio de votos, se consagraron a la educación de las jóvenes de su sexo. Después de algunos años de satisfactorias pruebas, el papa Paulo III, edificado de su celo, autorizó su instituto por un breve de 1544. Más tarde, en 1572, a instancia, de San Carlos Borromeo, el Pontífice Gregorio XII erigió la nueva congregación en Orden religiosa, bajo la regla de San Agustín, y obligó a las Ursulinas a guardar clausura.

A los tres votos ordinarios de religión tuvieron que añadir el cuarto voto de educar gratuitamente a las niñas. El pontífice Paulo V aprobó la regla de esta Orden también en su bula de 13 de junio de 1612. La utilidad de esta Orden, establecida en Francia en un principio, la ha hecho rápidamente multiplicarse por todo el mundo cristiano. En España hay Ursulinas con clausura, en Murcia y en Sigüenza. Hay Ursulinas también, en otras varias provincias, donde, a pesar de las bulas de Gregorio XIII y de Paulo V, estas comunidades religiosas persisten en la regla de Ángela de Merici, su fundadora; y no han querido pronunciar sino votos simples y sin someterse a clausura; pero de todos modos prestan un gran servicio a la Religión y a la sociedad!!!


 
 

O Eclessia de Hildegard von Bingen

«URSULA, VIRGINITAS Y ECCLESIA »

Beatriz Meli
Universidad de Chile

 
Santa Ursula                                                  Santa Hildegard von Bingen   
         
Quiero presentar hoy a una figura femenina menor, pero no por ello menos importante en el
universo espiritual de Hildegard von Bingen. Se trata de la virgen Ursula, una adolescente, casi
una niña, pequeña e insignificante frente a los imponentes paradigmas femeninos de Sapientia o Caritas, Eva, María, y Ecclesia, protagonistas estelares de la historia de la Salvación contenida en la obra de esta visionaria. Y sin embargo, Ursula ocupa un lugar privilegiado en la Symphonia, donde aparece como objeto de especial devoción por parte de nuestra abadesa y sus monjas. A ningún otro santo, salvo a la Virgen María, Hildegard dedicó tantas composiciones líricas como a Ursula.

Compuso en su honor dos responsorios: Favus distillans y Spiritui Sancto (Nos. 42 y 43); una antífona O rubor sanguinis (Nº 44); una secuencia irregular O Ecclesia (Nº 64) y un himno Cum vox sanguinis (Nº 65). El poema O Ecclesia seleccionado para este coloquio constituye uno de los logros poéticos más sorprendentes de Hildegard y su tema central es la fusión de la simple e ingenua niña Ursula con Ecclesia, la cósmica y celestial Novia de Cristo.

La legendaria Ursula del siglo V, encabezando la procesión de las once mil vírgenes, había alcanzado gran popularidad en la Alemania del siglo XII y en particular dentro del monasterio de Disibodesberg donde se veneraban algunas de sus reliquias. Hacia el año 1106, mientras se ejecutaban obras ordenadas por Enrique IV para agrandar las murallas de Colonia se encontraron restos de un antiguo cementerio romano. Las osamentas que allí aparecieron fueron inmediatamente identificadas como las de esta hermosa princesa británica y sus acompañantes que habían perecido en ese lugar víctimas del martirio. Se contaba que: «había una vez una joven hija del rey de Inglaterra, prometida a un príncipe pagano, que buscando posponer la boda había emprendido una peregrinación a Roma. Para ello se hizo acompañar de otras diez vírgenes, cada una de las cuales, a su vez, reunió una comitiva de mil doncellas. Tras recorrer los sagrados lugares durante tres años y al regresar a Colonia, encontraron el martirio y la muerte a manos de Atila y sus hunos. Destacó entonces el coraje de Ursula, en quien el bárbaro invasor había posado su concupiscente mirada, optando por el sacrificio antes de convertirse en su concubina».



El núcleo de este relato consta en una passio del siglo X; la historia continuó circulando durante el siglo XI y luego recogida en el siglo XII por Geoffrey de Monmouth. Para nuestros efectos interesa destacar la gran conmoción que causó una nueva excavación cincuenta años después de 1106. Esta vez se encontró una cantidad importante de osamentas masculinas que yacían junto a los restos de las vírgenes, de modo que se puso en tela de juicio la autenticidad de las reliquias de las once mil vírgenes atesoradas por el monasterio de Hildegard. ¿Qué hacían las vírgenes en compañía de estos hombres? Una de las monjas de Hildegard, su protegida Isabel de Schönau, comenzó a tener visiones en que las vírgenes le contaban su historia, los detalles de su martirio, y le aclaraban que sus acompañantes varones eran devotos obispos encargados de su custodia. De estas visiones da cuenta Isabel en su Libro de las Revelaciones concernientes al Ejército sagrado de las Vírgenes de Colonia (ed. F.W.E. Roth, 1884, pp. 123-138). De este modo ambas visionarias centraron su atención en Ursula: Isabel, queriendo sustentar históricamente la leyenda, e Hildegard, buscando develar el significado de los símbolos de la virginidad y del martirio. Bárbara Newman, en su libro Sister of Wisdom. Saint Hildegard's Theology of the Feminine (Berkeley, 1987) señala que para nuestra monja benedictina Ursula constituye una figura de Virginitas y un tipo de Iglesia que anhela desposarse con Cristo y unirse a Él compartiendo Su martirio.
Hildegard von Bingen: O Ecclesia 



Así, la secuencia O Ecclesia comienza invocando no a Ursula, sino que a la Cósmica Novia de
Dios. Leemos:

1. Oh Iglesia,
tus ojos semejantes al zafiro son,
y tus orejas al Monte Betel,
y tu nariz es como un monte de mirra e incienso,
y tu boca, como el sonido de muchas aguas.


Hildegard se nutre aquí de toda la rica imaginería bíblica, y al igual que la novia de Salomón en el Cantar de los Cantares, con magistrales trazos nos va dibujando, rasgo a rasgo, el rostro de Ecclesia. Así, el zafiro de sus ojos evoca la piedra preciosa de la cual está construido el Trono de Dios (Ezequiel 1:26). Sus ojos son el Monte Betel o la Ciudad de Dios (Génesis 28:11-22) y su nariz se asemeja al «monte de la mirra y al collado del incienso» del Cantar de los Cantares (Canto 4:6). Su boca como el sonido de muchas aguas se remite a la Voz del Cordero en el Apocalipsis invocando a «una voz del Cielo, semejante al ruido de muchas aguas» (Apocalipsis 1:15; 14:2).

A continuación, teniendo como telón de fondo a esta colosal aparición de Ecclesia, se nos muestra Ursula expresando su anhelo de novia, ella misma una figura de Ecclesia, la Prometida de Cristo. Encandilada por el sol, no puede mirar más las cosas terrenales y proclama su contemptus mundi. Hildegard nos dice:

2. En la visión de la verdadera fe,
Ursula al Hijo de Dios amó
y al hombre y al mundo abandonó
y hacia el sol miró
y al Hermosísimo Joven invocó diciendo:

3. Con gran deseo
he anhelado venir a Ti
y en nupcias celestiales
contigo estar sentada
por un camino desconocido corriendo hacia Ti
como una nube
que en el purísimo aire
corre semejante a un zafiro.


Este llamado evoca las palabras de Cristo en la Última Cena: «Ardientemente he deseado comer este Cordero Pascual o celebrar esta Pascua con vosotros antes de mi Pasión»" (Lucas 22:15). Ursula desea morir para participar en la celestial fiesta nupcial. No le teme a la muerte: ella le permitirá volar como una nube (Isaías 60:8) y convertirse en un zafiro, brillante ante el azul del cielo, luz contra luz. Se va así gestando la íntima unión UrsulaEcclesia. Para consumarla sólo resta el sacrificio. Oigamos a Hildegard:

4. Y después que Ursula así había hablado,
este rumor por todos los pueblos se esparció.

5. Y dijeron:
la juvenil inocencia de su ignorancia
no sabe lo que dice.

6. Y comenzaron a reírse de ella
a coro,
hasta que una carga de fuego cayó sobre ella.

7. Por eso todos reconocieron
que el desprecio del mundo es
como el Monte Betel.

8. Y conocieron entonces
el suavísimo aroma de la mirra y del incienso
pues el desprecio del mundo
por sobre todas las cosas asciende.


El martirio se ha consumado: «una carga de fuego cayó sobre ella» y la sangre derramada se ha esparcido como el suavísimo aroma de mirra e incienso. Ursula ya es nube y zafiro y su sacrificio da cuenta de su desprecio por el mundo, encarnando así al Monte Betel o a la Ciudad de Dios. La heroica muestra de su contemptus mundi ha causado la perplejidad de los espectadores: su coraje ha ascendido como una montaña y su deseo del Cordero se ha elevado como una columna de incienso. La cósmica Ecclesia se ha encarnado en Ursula.

Finalmente leemos en los últimos versos de O Ecclesia:

9. Entonces el diablo acometió a sus miembros
para matar las más nobles costumbres
en sus cuerpos.

10. Y todos los elementos escucharon esto
anunciando en alta voz
y ante el Trono de Dios dijeron:

11. ¡ Ay ! la roja sangre del Cordero inocente
en sus esponsales ha sido derramada.

12. Escuchen esto todos los cielos
y en magnífica sinfonía
alaben al Cordero de Dios,
porque la garganta de la antigua serpiente
en estas Perlas
Materia de la Palabra de Dios
ha sido ahogada.


Pero la envidia del demonio no se hace esperar y trata de destruir toda la nobleza y gracia contenida en esos cuerpos virginales. La expresión germana "Wach" usada en el texto latino del verso 11 subraya todo el horror y desaliento producidos por el sacrificio del Cordero y aparece como una nota disonante en la Sinfonía de los Angeles. Los elementos de la naturaleza, del mismo modo que en el Liber Vitae Meritorum (3,1,2), hacen oír su clamor. Las malas acciones del hombre han alterado la armonía del cosmos. Ellos se lamentan por la sangre derramada del Cordero y de su Novia. Pero viene el consuelo: esta sangre ha sido derramada en los esponsales y la boda se ha consumado en el Cielo. Y es allí donde tiene lugar la más sorprendente metamorfosis: las vírgenes mártires se transforman en un magnífico collar de perlas hecho de «la Materia de la Palabra de Dios» que estrangula y acaba con la antigua serpiente justo cuando ella creía haber triunfado. Los elementos vuelven entonces a resonar en una perfecta sinfonía celestial.

La virgen Ursula es digna de alabanza. Por su pureza e ingenuidad de niña el Hermosísimo Joven la eligió como su Prometida y ella aportó como dote la sangre de su martirio y el Novio la recibió amoroso uniéndola a la Suya del Calvario.

Es todo, gracias.



Texto de OEccesia en Latín
 
O Ecclesia

O Ecclesia,
oculi tui similes saphiro sunt,
et aures tue monti Bethel,
et nasus tuus est sicut mons mirre et thuris,
et os tuum quasi sonus
aquarum multarum.

In visione vere fidei
Ursula Filium Dei amavit
et Virum cum hoc seculo reliquit
et in solem aspexit
atque pulcherrimum iuvenem vocavit, dicens:

In multo desiderio
desideravi ad te venire
et in celestibus nuptiis tecum sedere,
per alienam viam ad te currens
velut nubes que in purissimo aere
currit similis saphiro.

Et postquam Ursula sic dixerat,
rumor iste per omnes populos exiit.

Et dixerunt:
"Innocentia puellaris ignorantie
nescit quid dicit."

Et ceperunt ludere cum illa
in magna symphonia,
usque cum ignea sarcina super eam cecidit.

Unde omnes cognoscebant
quia contemptus mundi
est sicut mons Bethel.

Et cognoverunt etiam
suavissimum odorem mirre et thuris,
quoniam contemptus mundi super omnia ascendit.

Tunc diabolus
membra sua invasit,
que nobilissimos mores
in coporibus istis
occiderunt.

Et hoc in alto voce omnia elementa audierunt
et ante thronum Dei dixerunt::
"Wach! rubicundus sanguis innocentis agni
in desponsatione sua effusus est."

Hoc audiant omnes celi
et in summa symphonia
laudent Agnum Dei,
quia guttur serpentis antique
in istis margaritis
materie Verbi Dei
suffocatum est.
 
O Ecclesia - Gothic Voices (Hildegard von Bingen)
 
 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Románico Aragonés: Pintura de "Las once mil vírgenes"

Cuando se estaban realizando restauraciones en la iglesia de San Juan, en Montañona, bajo su coro aparecieron algunos fragmentos de decoración pictórica de época posterior al siglo XIV, las cuales son de carácter más popular, narrando el episodio de las "once mil vírgenes".

Artículo tomado del web www.romanicoaragones.com
 
 

Pueblo de Montañana
 
Puente de Montañana (Pont de Montanyana en catalán ribagorzano) es un municipio de la provincia de Huesca, en la comunidad autónoma de Aragón, España. Pertenece a la comarca de la Ribagorza y al partido judicial de Barbastro.

Montañana es una pequeña población ribagorzana que parece permanecer anclada en su pasado medieval. Para llegar hasta aquí, circulando entre Benabarre y Pont de Suert, hay que desviarse a nuestra izquierda al poco de rebasar la localidad de El Puente de Montañana.
Sus calles empedradas con mil y un recovecos conservan la esencia del pasado. Es sin dudar el pueblo más típicamente medieval del alto Aragón.

Iglesia de San Juan antes de restauración

Durante la restauración del templo se puso de manifiesto la existencia de decoración mural pictórica situada en el muro norte del espacio bajo el coro y adaptada a la superficie generada por el mismo (Imagen 9). Detalle este de interés por cuanto que sitúa a las pinturas en un momento cronológico forzosamente posterior a la edificación de este coro.
Por lo conservado se adivina que hubo en esta decoración una calle central flanqueada por dos laterales a base de dos registros cada una. La superficie que ha llegado hasta nosotros corresponde a los niveles altos de la decoración de este muro.

 
Episodios de "Las once mil vírgenes"

Las escenas narradas en las pinturas permiten apuntar hacia una representación del episodio de "Las once mil vírgenes". La leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine la narra y su resumen es el siguiente: Hacia el año 452 de nuestra era el poderoso rey de Inglaterra llamado Etéreo pide para su hijo, del mismo nombre la mano de Úrsula, hija del rey de Bretaña llamado Mauro ( o Noto). Envía embajadores a lograr como fuese ese encargo. Ursula para dilatar en el tiempo y hacer desistir a Etéreo de su propósito acepta pero con una serie de condiciones: que le concedan diez doncellas como sus amigas y once mil vírgenes para el servicio de ella y sus amigas, a razón de mil por cada una de las mismas. Una flota de naves suficiente para todas ellas para poder viajar durante tres años a su antojo. Que en ese plazo el príncipe Etéreo sea instruido en el cristianismo y se bautice.

Lejos de desistir, el príncipe acepta las condiciones y de inmediato se bautiza. En sus viajes con tan extraña y amplia tropa, Ursula convierte a las once mil vírgenes; inquieta a Roma a donde peregrina, por el poder de proselitismo que tal tropa femenina provoca. Consigue que el papa Ciriaco abdique y se una a ellas.. Camino de Colonia hallan la ciudad sitiada por los Hunos quienes les dan muerte. Úrsula sobrevive y el general de los Hunos le propone matrimonio, pero como se niega la mata de un flechazo en el corazón.


Imagen 10
 
Los registros pictóricos que han llegado a nosotros (Imágenes 10 a 14) muestran escenas de este relato. Una nave de la que asoman numerosas cabecitas femeninas mientras que dos de ellas armadas con arco y escudos la defienden (Imagen 10). La figura idealizada y a gran tamaño de la santa (Imagen 11). La escena de su martirio a manos del general de los Hunos (Imágenes 12 y 13) y otro fragmento de escena en que se advierte lo que parecen monjas (Imagen 14).

 
Imagen 11

Las pinturas están realizadas siguiendo el modo de hacer del gótico lineal; pero con un estilo visiblemente más tosco y popular. Como ya he dicho que la cronología ha de ser forzosamente posterior a la edificación de este coro, es probable que estemos hablando ya del primer tercio del siglo XV.

                    Imagen 12                                                                  Imagen 13


 
Imagen 14
 
La Iglesia de San Juan esEs un templo de una sola nave orientado canónicamente y edificado con buena piedra sillar escuadrada y ajustada. Su estado de ruina que parecía irreversible a causa del abandono del lugar ha sido felizmente frenado por la restauración integral del pueblo y de sus iglesias
 
 
 
 

La campanita de las once mil vírgenes

Tradiciones de Guadalajara, México.
Este artículo está tomado de: http://200.57.131.60/tradiciones/la-campanita-de-las-once-mil-virgenes

Cabildo Eclesiástico en Guadalajara

Aquellos tiempos eran otros.  El acompasado fluir de los días dejaba en el aire una transparencia de dicha. Así vivía la gente, en una entrañable paz que bien se les retrataba en el semblante.

La ciudad misma tenía otro aspecto: las calles asoleadas y anchas, las plazas sombreadas de árboles inmensos, las casas encaladas de blanco, sin otro adorno que el de sus recios portones de mezquite remachados de clavos y el aldabón de forja muy compuesta, o la manita de llamar, que ponía resonancias de júbilo, de expectación, de zozobra en el silencio del barrio.

Convento en Guadalajara

También los ruidos… Qué distintos a los de ahora, los ruidos que movían la vida de la vieja Guadalajara: un repiquetear de herraduras sobre el empedrado de las calles y luego un largo silencio. El pregón característico del vendedor de pan y luego el silencio otra vez en todo lo ancho de la calle. La música lánguida desde un piano escondido en la penumbra de una de aquellas salas, y la melodía que traspasaba las cortinas de encaje desde la intimidad de aquella casona.

Luego las campanas: el toque cristalino de una campanita y el grave tañer de la campana mayor de catedral. Los vecinos conocían la voz de cada campana. Las sentían como seres vivos. Estaban enterados de la hora en que debía escucharse cada toque.

Entonces… allá por los años del setecientos al ochocientos. Guadalajara estaba llena de conventos. Las gentes sentían profunda reverencia hacia estas casas. Pasaban por aquellos portones y se santiguaban devotas como sabiendo que detrás de aquéllos se guardaba un aire puro de contemplaciones y continua alabanza a Dios.

Pero así, todo lo que sucedía tras de los tapiales cubiertos de jazmines y rosales, era luego conocido en la ciudad; no había detalle, el más nimio, no había el más simple acontecimiento conventual que no anduviera al poco tiempo de boca en boca, ya causando sorpresa, ya despertando albores de contento, ya poniendo en los pechos el susto, la impresión de las cosas eternas.

La mole del antiguo convento de Santa Mónica, en la calle Zaragoza,
entre Reforma y San Felipe

Por eso pudo saberse y circuló por entre el vecindario una noticia aterradora que saltó, nadie supo cómo, las bardas del Convento de Santa Mónica: que allí se tenía de cuando en cuando el aviso de la muerte de las religiosas agustinas que poblaron esta casa.

Así se decía: que las Mónicas podían tener aviso de su muerte, gracias al toque de una campanita que sonaba cuando alguna de ellas iba a morir. Este toque caminaba, caminaba por los claustros, se enredaba por entre los plumbagos sacudiendo sus florecitas azules, se iba por los pasillos de muros cubiertos con letreros y admoniciones eternas, y luego, de repente, iba a detenerse a la puerta de una celda.

Ya no cabía la menor duda. Allí estaba la señal sobrenatural de la muerte de la monja en cuya celda se detuvo el tintinear de la campanita: una campanita que, por más señas, decían que era tocada por las once mil vírgenes, denominación que correspondía nadie sabía a ciencia de esa celestial legión de almas que rondaban por los caminos del cielo… y a veces bajaban a la tierra.

Luego de ese toque no quedaba la menor duda. Allí estaba el aviso de la muerte de una de las monjas de la comunidad. No parecía que para ninguna de ellas hubiera estupor, sorpresa o miedo ante la inminencia de la muerte. Al fin monjas, imbuidas en el pensamiento de la eternidad y penetradas del significado que tiene la muerte, sino como una puerta que se abre a la entrega deleitosa de la visión divina… Todo eso que el creyente recuerda en los helados vientos del mes de difuntos.

Al parecer, antes que entristecerse, felicitaban las monjas a la hermana elegida para presentarse ante el Supremo Juez, ayudándola a prepararse con oraciones y cantos, y luego la llevaban a que se recostara por sí misma, en quietud beatífica, en el tabloncillo que se servía de lecho, para esperar su hora.

Decían que eso pasaba dentro del convento de las Mónicas; pero en el exterior, los vecinos, la gente que aseguraba haber oído como un eco lejano el repique de la campanita misteriosa, se estremecían en lo más recóndito de su ser… Porque en el común de los humanos, la muerte siempre es temida, su cercanía siempre aterroriza, su proximidad clava agujas frías en el cuerpo de un hombre.

En la Guadalajara de aquellos siglos sucedían estas cosas. Y aquellos hombres como los de hoy, vivían preocupados con el pensamiento de la muerte, se estremecían a los toques lúgubres de dos campanas que anuncian, en dobles, la muerte de un amigo.
Por eso sin duda circulaba con tanta fuerza el comentario y se hacían mil conjeturas, cuando alguien decía haber oído claramente en el aire quieto de la mañana, en la temblorosa luz de un atardecer, el toque de la campanita de las once mil vírgenes.


El claustro central del Convento de Santa Mónica, conocido como Patio de los Ángeles.
 
 
Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes
Manuel Caban, santero
 
 

Cabo Vírgenes: extremo austral de la Patagonia

El 21 de octubre de 1520, tras doblar un cabo, Hernando de Magallanes encontró finalmente el paso hacia las especias del Maluco (islas Molucas) que intuía al sur del Nuevo Mundo. Era el día que la Iglesia Católica consagra a las Once Mil Vírgenes y dos piadosos bautismos se sumaron a la flamante cartografía de América. Con el tiempo, el cabo continuó llamándose Vírgenes.
 
 
El cabo Vírgenes, pertenece al Departamento Güer Aike de la Provincia de Santa Cruz en la República Argentina, hallándose a 134 km al sudeste de la ciudad de Río Gallegos, capital provincial. Este cabo es el punto más austral de la costa atlántica del área continental de América; a su vez, representa la frontera oriental del Estrecho de Magallanes, y el límite bioceánico entre los océanos Pacífico y Atlántico. También es el punto de arranque de la ruta argentina de mayor extensión, y la más importante respecto al turismo internacional: la Ruta 40. Dicha ruta recorre 5.224 km desde el Estrecho de Magallanes hasta Bolivia, atraviesa 20 parques nacionales, 18 importantes ríos, conecta 27 pasos cordilleranos, y trepa desde el nivel del mar hasta rozar los 5.000 msnm.
 
 
 
Historia:
Fernando de Magallanes llegó al cabo el 21 de octubre de 1520 descubriendo un estrecho, luego llamado estrecho de Magallanes. Como ese día 21 de octubre es la festividad de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, él nombró al cabo en su honor.

El faro de cabo Vírgenes es administrado por la Armada argentina y ha estado operando desde 1904. En 1876, se encontró oro mezclado en las arenas costeras.

En el cabo Vírgenes se encuentra un monumento que recuerda el sitio donde Pedro Sarmiento de Gamboa fundó la Ciudad del Nombre de Jesús, en 1584. Este poblado se localizaba en el único manantial de agua potable de la zona: al pie de una meseta del lado argentino de la frontera, al noroeste de la Reserva, cerca del límite con Chile.1

Existe también en el cabo un cementerio antiguo en el que descansan los restos de náufragos, se cree con una antigüedad superior a los 100 años.

 
 
Punta Vírgenes. Faro
 


La Ruta Nacional 40 nace en el punto más austral del territorrio continental Argentino, en el cabo Vírgenes.

Este accidente geográfico se encuentra a unos 9 km hacia el norte de la Punta Dungeness, que es el punto extremo del sur del continente Americano sobre la costa del océano Atlántico y marca la entrada norte del Estrecho de Magallanes.

El Cabo Vírgenes está ubicado en la provincia Patagónica de Santa Cruz, en el Departamento de Güer Aike, a los 52°20’S y 68°21’W.

Origen del nombre “Cabo Vírgenes”

El Estrecho de Magallanes fue descubierto por el marino portugués del que deriva su nombre el 21 de Octubre de 1520. Su cronista, el italiano Antonio Pigafetta anota en su diario de viaje que:

"atravesamos en el dia de las once mil virgenes un estrecho, el cabo del cual llamamos Cabo de las once mil virgenes" [Pigafetta, A., (1899). [ca. 1524]. Primer Viaje Alrededor del Mundo. Madrid. 1899. pp. 18.]

Es decir el cabo debe su nombre al santoral Católico: Santa Ursula mártir. Lo interesante es el tema de las “Once mil” virgenes. Según la leyenda, Ursula era una británica del periodo Romano que huyendo de las invasiones Sajonas llegó a Colonia, Alemania, donde el lider de los Hunos, Atila intentó someterla a ella y sus acompañantes. Ante su resistencia las martirizó.

El punto es que no fueron once mil, sino muchas menos, quizáz solo una:

"Es digno de atención que la santa Iglesia nunca haya fixado [sic] este número de las compañeras de santa Ursula. El martirologio romano dice: Ursulae et sociarum ejus […] Solo el martirologio de Wandelderto se extiende al numero de mil: millia mactavit […]
algunos martirologios antiguos donde se lee s. Ursul. Et. XI.M.V. Santa Ursula y once mártires y vírgenes. Pues siendo fácil haber dado á la M el valor de Mil, pudo leerse santa Ursula y once mil vírgenes…" [Villanueva, Joaquí y Jaime, (1804). Viage literario á las iglesias de España. Madrid: Imprenta Real}

Sin embargo, algunos piensan que no fueron once las compañeras de santa Ursula sino solo una, llamada Undecimila, nombre que deriva de undecim milla pero que algunos atribuyen a once mil.[3] De allí la confusión.

Con el correr de los años, el topónimo se redujo a una sola palabra, Vírgenes.

 
 Existe una Zona de Protección Especial en la zona de la Reserva Natural (Provincial) Cabo Vírgenes, que abarca el área desde la franja costera de tierra firme, hacia el este, por un sector circular de seis 6 millas náuticas de radio con centro en el faro de cabo Vírgenes, llegando hacia el sudoeste hasta el límite internacional con Chile.
 
 
Las once mil vírgenes escondiéndose tras Santa Ursula.
 
 

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