Biografía de Santa Ursula y compañeras.
AÑO
CRISTIANO TOMO 10
DIA
VEINTE Y UNO.
SANTA
URSULA Y SUS COMPAÑERAS, VIRGENES Y MARTIRES.
La
memoria de santa Úrsula y sus compañeras fue tan celebre en toda la universal
Iglesia desde el fin del
cuarto siglo, a cuyo tiempo se señala la época de su glorioso martirio, que, habiéndose
perdido la verdadera historia de él , los más de los escritores se tomaron la
libertad de sustituir otra según el genio particular
de cada uno, llena por la mayor parte de hechos fabulosos y de circunstancias
poco verosimiles.
La más
segura es la que se halla en un manuscrito muy antiguo, que se conserva en el
Vaticano, y de él hemos sacado nosotros la que vamos a referir.
Nació
santa Úrsula hacia el año 362 en la isla de la Gran Bretaña, donde reinaba a la
sazón con esplendor y con
fervor la religión cristiana en la mayor parte de sus provincias. Fue hija de
Dionot, rey de Cornuaille, y de Daria, princesa en nada inferior a su marido,
ni en la nobleza de la sangre, ni en el ejercicio de la virtud, en que colocaba
todo el verdadero merito. Siendo los padres tan virtuosos, desde luego
reconocieron por una de sus más esenciales obligaciones la cristiana educación
de su hija, creciendo el cuidado con que se dedicaron a desempeñarla a vista de
las bellas prendas que casi desde la cuna comenzaron a despuntar en la
tiernecita princesa.
En
ninguna niña se descubrió nunca ni entendimiento más brillante, ni natural más
feliz; en fin, todo lo que admira, todo lo que enamora y todo lo que embelesa
en aquella tierna edad, todo se veía reunido en la niña Úrsula. Un corazón
noble, benéfico, generoso; un espíritu vivo, desembarazado, dócil; unas
inclinaciones propensas todas a la virtud, y una hermosura tan peregrina, que
en la edad de doce años era ya celebrada Úrsula por una de las más hermosas
princesas de toda la Europa. A todas estas brillantes cualidades añadía nuevo
esplendor y nuevo lustre su sobresaliente virtud. Siendo Úrsula de tan despejado
entendimiento, necesariamente había de descubrir la vanidad de todos los bienes
criados y la falsa brillantez de todas las grandezas del mundo.
Este
fondo de religión con que el cielo la había prevenido desde su infancia iba
perfeccionando cada día mas y
mas las luces de su razón y los movimientos de su espíritu, desestimando ella
misma aquella su rara hermosura que tanto celebraban los demás, por
considerarla como una caduca flor que se comienza a marchitar desde que
comienza a lucir. Por esto, nunca fue de su gusto el fausto, ni la ostentación,
ni la magnificencia, que nacen, digámoslo así, con las princesas.
Desde sus primeros anos comprendió
que en todos los
estados debía ser la modestia el más bello
ornamento
de una doncella cristiana; y despreciando generosamente las mas lisonjeras
esperanzas de su alto nacimiento, los mas halagüeños atractivos de la corte, y
los más delicados inciensos del general aplauso,
no bien conoció a Jesucristo cuando deseo con apasionado amor no tener nunca
otro esposo. Ni el Salvador la había prevenido con tantas y tan singulares gracias
sino para formar en Úrsula una de sus más queridas esposas, siendo la tierna devoción
que el mismo le había inspirado a su divina madre la Virgen de las vírgenes,
como dichoso presagio de que nunca perdería la flor de la virginidad, a la que
el Señor quiso
también añadir la gloria de mártir.
Era
general de las tropas del emperador Graciano en la Gran Bretaña el tirano Máximo,
por sobrenombre Flavio Magno Clemente, el cual se hizo proclamar emperador el
ano de 382; paso el mar, y desembarco con todo su ejército en las costas de
aquella parte de las Galias que se llamaba Armorica, es decir, marítima, y se
apodero de toda ella. Uno de sus oficiales generales, llamado Conan, príncipe bretón
y cristiano de profesión, se señalo tanto en aquella expedición por su valor y por
su conducta, que Máximo le hizo gobernador de la Armorica, la que poco después
se llamo menor Bretaña, cuando Conan la comenzó a mandar con el titulo
de duque , que también se le confirió. Estableció el duque su residencia en la
ciudad de Nantes, y dejo en el país una gran parte de tropas, compuesta casi
toda de Bretones o de Ingleses; y como no estaba casado, determino buscar una
mujer, en cuya elección tuvo poco en que detenerse, no ignorando las bellas
prendas de que estaba Úrsula dotada, su virtud y su rara hermosura.
Envió
una diputación al rey de Cornualles, pidiéndole a su hija la princesa para
esposa; y como casi todos los señores que le seguían, oficiales y soldados,
estaban también solteros, encargo a los diputados que juntamente con la
princesa trajesen también de la isla todas las doncellas que pudiesen para
casarlas con ellos. Fueron recibidos del rey con distinción; y como tenia bien
conocido el merito del duque, oyó con gusto la proposición que se le hizo de su
parte, y prometió darle por esposa a la princesa su hija; pero no le fue tan fácil
lograr su consentimiento por esta alianza, aunque tan ventajosa, y aunque Conan
era un príncipe cristiano, dueño ya y soberano de una de las provincias más
dilatadas y mas opulentas de las Galias. Eran diferentes los pensamientos de Úrsula;
porque, educada en la virtud, y criada en un gran concepto, amor y estimación
de la virginidad, oyó con disgusto la proposición, y no dio respuesta a ella. Amábala
tiernamente el rey su padre; pero sin embargo, pareciéndole que aquel
matrimonio era muy ventajoso para ella y para él, determino valerse de toda su
autoridad para obligarla al consentimiento.
En vano le
represento lo mucho que la repugnaba aquel estado, y su deseo de no conocer
otro esposo que al mismo Jesucristo; nada pudieron adelantar sus ruegos, ni sus
razones, ni sus lagrimas. En fin, arrancóle su consentimiento la rendida sumisión
que profesaba a sus padres, pero reservándose la libertad de. apelar a las
ordenes del mismo Dios; y animada con una viva confianza en la bondad de aquel divino
Salvador, a quien deseaba ardientemente tener por esposo, se fue a postrar a
sus pies, y le suplico se dignase de admitirla por esposa suya .
≪ Bien sabéis vos,
divino dueño mío, decía Úrsula en su fervorosa oración, bien sabéis vos los más
íntimos afectos de mi pobre corazón: las grandezas del mundo no le han tentado
jamás, ni mucho menos le han podido deslumbrar todas sus aparentes
brillanteces. Vos solo sois el dulce objeto de sus amorosas ansias; vos el único
blanco a que se dirigen sus encendidos proyectos. Arbitro
sois, dueño sois de todos los sucesos de la vida; fácilmente podréis desbaratar
todas las medidas de los hombres, por concertadas que sean. No desechéis, Señor,
mis humildísimos ruegos; dignaos tomar debajo de vuestra protección a la menor
de todas vuestras esclavas; dirigidlo todo a mi salvación y a vuestra gloria, según
vuestra santa y divina voluntad. ≫
Ibanse
acalorando entre tanto los preparativos para el embarco de la princesa, y de
todas partes se había juntado gran número de doncellas, las más señoras de
distinción, que debían acompañar a Úrsula, yendo destinadas para esposas de los
oficiales bretones.
Cuando
todo estuvo prevenido para el embarco, pasaron a Londres Úrsula y sus compañeras. Esperaron tiempo
favorable para hacerse a la vela, y entre tanto tenia Úrsula frecuentes
conversaciones con ellas, hablándoles por lo común de la falsa brillantez de
los bienes, honras y estimaciones de esta vida, de la insustancialidad
y apariencia de las grandezas del mundo, de su caducidad y poca subsistencia; y
como eran
todas cristianas, dejaba caer muchas veces la conversación sobre la dicha de
aquellas felices almas que no tenían
otro esposo que a Jesucristo.
Poseía
la santa eminentemente todas aquellas prendas que embelesan, ganando los
corazones; era en alto grado discreta y entendida; hablaba con gracia y con
gala; era en extremo virtuosa, y acompañaba todos estos grandes talentos con
una suavidad y con una modestia que verdaderamente encantaban; con lo que, se
hizo tan dueña de la estimación y de los corazones de todas aquellas doncellas,
que ya lodos sus deseos y toda su ambición se reducía a no querer amar a otro
que solo a Jesucristo. Nunca vio el mundo tanto número de doncellas juntas mas cristianas.
Era Úrsula su modelo, y sus ejemplos dejaban muy atrás a sus palabras. Púsose
en fin el viento favorable para hacer en breve tiempo el tránsito de Inglaterra
a la menor Bretaña, y se embarco toda aquella numerosa comitiva de santas vírgenes;
pero Úrsula jamás perdía de vista la estrella que la guiaba; y aunque los
vientos eran muy favorables para arribar en pocas horas a las costas que
buscaban, siempre conservo la esperanza de ver cumplidos sus fervorosos deseos.
Con efecto, apenas perdieron de vista las de Inglaterra cuando se levanto una
furiosa tormenta, que lleno de terror a toda la escuadra, amenazándola con un
funesto naufragio.
No dudo
entonces santa Úrsula que Dios había oído sus amorosas ansias; estaban todas y
todos en una silenciosa
consternación, y sola Úrsula se mantenía serena, tranquila y distante de todo
temor. Animo, hijas
mías, decía a sus compañeras
con un aire y en un tono que manifestaba visiblemente su confianza y su alegría,
animo, y nada temáis. Servimos a un Dios y tenemos un esposo que manda a los
vientos y a los mares; sacrifiquémosle generosamente nuestras vidas, y dejemos
los horrores de la muerte a los que tienen la desgracia de no conocerle; pero
nosotras tengamos confianza en su gran misericordia.
Sosegó a
todas sus compañeras, y aun a toda la tripulación la intrépida seguridad de
nuestra santa; pero enfureciéndose los vientos cada instante más y más, y
cediendo en fin los buques a las tempestades, toda la escuadra fue arrojada
hacia los mares del norte, sobre las costas de la Galia Bélgica. Abrigóse Úrsula
con su ilustre tropa en el puerto de Tiel, hacia la embocadura del Rin, en el país
que se llama hoy el ducado de Gueldres, y se asegura que desde allí, siguiendo la
corriente del mismo Rin, navego hasta Colonia, teatro del glorioso triunfo que
el cielo les tenia prevenido.
Noticioso
el emperador Graciano del levantamiento del tirano Máximo, e informado de su
desembarco en las costas de las Galias, hallándose sin suficiente numero de
tropas para hacerle resistencia, llamo en su socorro a los Hunos, nación barbará
de la antigua Sarmacia, que, habiendo salido de los confines de su país, se había
derramado por toda la Germania, ocupando a lo largo las márgenes del Rin, y extendiéndose
hasta la Galia Bélgica. Eran naturalmente crueles y feroces; y añadiéndose a
esto las supersticiones paganas, de que todos hacían profesión, llevaban la desolación
por todos los países donde ponían el pie.
Mandaba
a estos barbaros su general Gauno que tenía entonces la campana por el
emperador Graciano contra el tirano Máximo; y luego que descubrieron navíos bretones,
enemigos del emperador, los atacaron, y se apoderaron de ellos fácilmente por
el corto número de soldados que los venían escoltando. No cabe en la expresión
lo sorprendidos que quedaron al ver que toda aquella flota solo venia cargada
de doncellas cristianas, destinadas para ser esposas de los oficiales y de los
soldados bretones, sus enemigos, y que era la principal de todas una princesa,
futura esposa del duque Conan, generalísimo del ejército de Máximo.
La misma
extraña aventura que tanto sorprendió a los barbaros, descubrió a nuestra santa
los secretos de una
particular providencia, que la lleno de consuelo y de alegría. Entonces conoció
Úrsula que habían sido
benignamente oídas sus amorosas ansias, y que, admitiéndola Jesucristo por
esposa suya, se dignaba añadir a la gloriosa palma de virgen la triunfante corona
de mártir. Animada de nuevo valeroso espíritu,
y encendida en nuevo fervoroso celo, hablo a todas sus compañeras como heroína
cristiana; exalto la preciosísima perla de la virginidad, por cuya conservación
debían estar prontas a perder los bienes y la vida; exhortólas con tanta
gracia, con tanta viveza y con tanta energía a derramar por la fe hasta la
última gota de su sangre, que toda aquella dichosa tropa de vírgenes,
convertido en gozo y aliento el primer terror, consideraba ya a los barbaros
como ministros de su dicha, y solo suspiraba por la gloriosa corona del
martirio.
Quiso el
general del ejército ver a Úrsula, cuya peregrina hermosura le habían alabado
mucho, y quedo tan ciegamente prendado de ella, que no perdono diligencia ni
medio para rendirla, para intimidarla y para vencerla. Pero la santa le hablo
con tan cristiana constancia, con tanta resolución y con tanta majestad, que,
cambiada en furor la brutal pasión de aquellos barba ros, se arrojaron con
espada en mano a todas aquellas vírgenes. A unas las atravesaron con el acero,
a otras con las flechas, y a todas las degollaron, pasando todas a aumentar la
corte del Cordero celestial, llevando en las manos la duplicada palma del
martirio y de la virginidad. Sucedió este glorioso triunfo el día 21 de octubre
del año de 383, celebrando desde entonces la santa Iglesia con grande
solemnidad la ilustre memoria de santa Úrsula y sus compañeras vírgenes y mártires.
Fueron sepultados sus cuerpos en el territorio de Colonia, de donde se
esparcieron después sus santas reliquias por toda la cristiandad.
Con el
tiempo, se fundó en la Iglesia una celebre congregación de religiosas compuesta
de doncellas y de viudas que siguen la
regla de san Agustín, bajo el nombre y la protección de santa Úrsula, y por eso
se llaman Ursulinas, las cuales están todas sujetas a los obispos. No es
ponderable la utilidad de este instituto en beneficio del público, no solo por
los ejemplos de religiosidad, de modestia, de observancia y de
todas las virtudes, que tanto edifican en todas partes a los fieles, sino por
la bella educación que se da a las niñas y doncellas más adultas, instruyéndolas
con tanto celo como caridad y feliz suceso, según el espíritu de su instituto,
que, no habiendo degenerado un punto de su primitivo fervor, nunca ha tenido
necesidad de reforma.
El ano de 1537 introdujo este instituto en Italia la bienaventurada
Ángela de
Brescia; el de 1544 le aprobó Paulo III; y el de 1582 le sujeto a la clausura y
a los votos religiosos el papa Gregorio XIII, a solicitud de san Carlos
Borromeo, que siempre le tuvo muy dentro de su corazón.
El año
1611 fundó las Ursulinas en Francia Magdalena de Huilier, señora de Santa
Beuva, siendo el primer convento el de Paris, de donde se extendieron con
inmensa utilidad por todo el reino. Es verdad que ya
en el ano de 1606 la madre Ana de Jantona de Dijon, tan ilustre por su eminente
virtud, como por el celo con que promovió la cristiana educación de las tiernas
doncellas, había fundado en Dole las Ursulinas del Franco Condado, que, sin
estar sujetas a la clausura, ha mas de un siglo que son el asombro y la
felicidad de los pueblos que logran la dicha de tenerlas, sin que jamás hayan
aflojado ni en la perfección, ni en el primitivo fervor de su sagrado
instituto, educando a las niñas en el más puro espíritu del cristianismo con el
celo que cada día las colma de nuevas bendiciones; edificando a tantos con su ejemplar
modestia, como con aquella puntual observancia que nunca se desmintió, y ejercitándose
con indecible bien en todas las obras de caridad que se proporcionan a su
estado. En breve tiempo hizo maravillosos progresos esta ilustre congregación;
pues en menos de treinta años se vio propagada en Dole, en Vesoult, en
Besanzon, en San Hipolito, en Arbois, en Porentruy, en Grav, en Pontalier, en
Friburg de los Suizos, en Lucerna, en Cleval y Ornans.
La
misa es en honor de las santas, y la oración la siguiente:
Da
nobis, quaesumus, Domine
Deus
noster , sanctarum virgirnirn
fet martyrum tuanim Ursula;
et sociarum ejus paimas incessabili
devotione
venerari, ut
quas
digna mente non possumus
celebrare, humiiibus sallem
frequentemus obsequiis.
Per Dominum
nostrum.,,
de que veneremos con
tierna
y continua devoción los
triunfos
de las santas vírgenes y mártires
Úrsula y sus compañeras,
para que, ya que no
podemos
honrarlas
como merecen, les
tributemos
a lo menos nuestros
humildes obsequios. Por
nuestro Señor...