Lapida

Lapida
Lápida en Basílica de Santa Ursula en Colonia, Alemania

martes, 11 de septiembre de 2012

Devociones a Santa Ursula en Viraco, Arequipa, Perú

Devociones a Santa Ursula en el mundo.

Pueblo de Viraco, Arequipa, Perú
Fiestas Patronales del 16 al 23 de Octubre.
 
Dicen que a la Santa del Sombrero la trajeron de Inglaterra durante la época de la conquista. Se supone que en 1575 se celebró la primera misa en su honor. En la actualidad son cinco días de festejo intenso en su honor: entrada, fiesta, bendición y dos días de corridas de toros. Se celebra con la entrada de capos, quema de la yareta (musgo traído de las faldas del Nevado Coropuna), espectáculos pirotécnicos, peleas de gallos, misas y procesiones.
 
El 22 de octubre es el Día de la Bendición. Luego de la misa y el recorrido procesional de Santa Úrsula, ella se queda en el atrio del templo para bendecir sus fieles. Es el momento también para entregar al devoto del primer día la banderita de la patrona y los toritos que son símbolos de las jornadas taurinas que ya deben comenzar. Se baila despidiendo la festividad y en la noche es el pregón taurino que anuncia las dos corridas de toros. Éstas son una tradición. Los toros de lidia se crían en Viraco y siempre la cartelera resalta la presencia de novilleros españoles, pues se considera a este pueblo la Capital Taurina del Sur.



La hermosa villa de Viraco se encuentra ubicada sobre los 3200 M.S.N.M a las faldas del majestuoso nevado Coropuna. La fundación de la población data de la época colonial, aunque no hay una fecha fija de fundacion. Eentre sus principales costumbres podemos destacar la fiesta de Santa Ursula, la cual se celebra en octubre, empezando con la entrada de los japeros y el armado de los altares, los cuales estan adornados con banderas e imagenes de santos. En las noches se quema "yareta" como parte de la costumbre.




El Coropuna

El segundo día es el día central y no difiere mucho del primero, solo que en esta ocasión ya no están presentes los japeros, al igual que el anterior se baila hasta el cansancio. Para el día de bendición o despacho, la fiesta ya no solo se centra en la plaza de armas del pueblo, sino que esta se traslada al morro a donde se va bailando con nuestras banderas. En ese día se da la bendición de la santa patrona Santa Ursula a todos sus fieles, después de esto hace la entrada el torero, quien al día siguiente pasara el cargo de la corrida de toros.
 

Después de esto se disponen a desarmar los altares, a los mayordomos se les da sus "caygues" los cuales son obsequios de sus familiares, amigos, estos consisten en algún obsequio que van desde un queso o papas amarradas por una soguilla entre y que se pone manera de banda, en algunos casos se les llega a colocar hasta cajas de cerveza. Las escoltas, las cuales están conformadas por ex soldados, tienen que cumplir el reto de formar las torres humanas, después de todo este espectáculo se disponen a subir al morro a seguir bailando con sus banderas, las cuales van al ritmo del despacho.
 

Después de esto llega la entrada de toreros, en la cual los devotos van por el pueblo publicando el programa de forma graciosa incluyendo en el personajes cómicos del pueblo, a los cuales se les coloca en situaciones jocosas, después de todo esto, viene la corrida que dependiendo del numero de devotos, se puede prolongar hasta 2 días, siendo el primer día el principal y el mas esperado.


El siguiente artículo está extraído del blog Punto de Vista y propuesta
del Dr. Jorge Rendón Vásquez. EXTIRPACIÓN DE IDOLATRÍAS


Hace algunos años, a mi esposa y a mí nos dio por ir a Viraco por los días de octubre en que se celebra la fiesta de Santa Úrsula, “patrona” del pueblo. Abordamos en Arequipa un ómibus que hacía el trayecto diario de seis horas hasta allí. Tras pasar la pampa de Majes, seguimos por la margen derecha del río de este nombre y emprendimos la subida por una estrecha cornisa talada en el cañón de roca casi vertical, fascinados por el travieso discurrir del río que se empequeñecía al fondo del abismo. Dos horas después, el suspenso terminó en un pueblecito orlado de huertas con frutales, llamado Tipan. La siguiente hora fue de ascenso en zigzag hasta que súbitamente el ómnibus se asomó a un cósmico balcón de chacras polifórmicas e infinitas que terminaban en las azules montañas de la lejanía. Allí estaba Viraco, a tres mil seiscientos metros de altitud, con sus cuatro calles longitudinales, cruzadas por una docena de calles transversales, intocado por el tiempo. Hacia la derecha se extendía una plaza, con sus jardines y una fuente circular de piedra, frente a la cual se alzaba la iglesia. Unos pocos peatones circulaban cansinamente por las calles.
No pudimos alojarnos en el único hotelito del pueblo, reservado para los toreros contratados; y, conducidos por un voluntarioso primo mío, fuimos a parar a la casa de uno de sus parientes, donde conseguimos hospedarnos.


La Iglesia de Viraco Arequipa

Esa misma tarde, la fiesta comenzó con una entrada al pueblo de unos cincuenta hombres, mujeres y niños, montados en caballos y mulas, adornados con guirnaldas de colores, seguidos por una bulliciosa banda de músicos. A continuación, la iglesia se llenó en menos de un hora de centenares de viraqueños, venidos en su mayor parte de Arequipa, Lima y otros lugares, a participar, alborozados, en ese reencuentro enmascarado de fiesta. Muchos habían nacido y crecido allí, hasta que tuvieron que salir a buscarse la vida o a estudiar en las capitales, como mis padres que emigraron también de ese pueblo, a fines de la década del veinte del siglo pasado.

La procesión comenzó a las cinco de la tarde. Dos largas filas de hombres y mujeres, portando cirios encendidos, subieron desde la plaza por la calle más larga, escoltando al anda, sobre la cual se erguía la efigie de Santa Úrsula, ataviada con una túnica de tercipopelo azul adornada con finos encajes y condecorada con infinidad de “milagros” de plata, obsequiados por fieles agradecidos por algún favor o milagro recibido o a cuenta de alguno que le habían pedido. Delante de la imagen, sobre el anda, se tambaleaban dos soldaditos de tez muy blanca y finos bigotes negros, y cincuenta metros atrás, seguía la banda, ejecutando una melancólica marcha, algo desentonada por la antigüedad de los instrumentos de viento.
Mi esposa y yo contemplamos ese espectáculo desde una esquina. Los fieles vestían sus mejores ropas: las mujeres elegantes atuendos oscuros, y los hombres trajes de calle y corbata. De cuando en cuando, sus rostros transidos por el recogimiento se distendían con una efímera sonrisa, al saludar a alguien.
De pronto, me pregunté por qué una santa alemana tenía que ser la “patrona” de un pueblo andino de mestizos e indios, como Viraco.

Santa Úrsula debió de haber llegado a Viraco a comienzos del siglo XVII, cuando los monjes hispánicos, alarmados por la persistencia de los indios en la práctica de sus creencias religiosas, emprendieron una campaña, denominada “extirpación de idolatrías”, consistente en “visitas” a los pueblos americanos, acompañados de alguaciles armados, para destruír los ídolos adorados por los pobladores nativos. En su lugar, colocaban en alguna hornacina central una efigie, no más alta que una cuarta, de un santo o de una santa, destinados a ser el patrón o la patrona del pueblo. No podían ser más grandes, porque los monjes tenían que llevar muchas para todos los pueblos comprendidos en la visita. Luego, reunían a los pobladores y les ordenaban en runasimi, la lengua del Tahuantinsuyo, adorar a esa imagen, advirtiéndoles que los castigos a los infractores o renuentes serían atroces. A partir de la tercera generación siguiente, la práctica forzada de la religión católica terminó por imponerse entre los indios, sin que ninguno recordase su origen. Con tan expeditivo procedimiento de evangelización, asociado a la construcción de iglesias en cada pueblo, la jerarquía católica reprodujo en América el modelo de brutal imposición religiosa, experimentado en Europa y otros lugares; y, en adelante, los pobladores de cada aldea y ciudad se fueron fanatizando en la devoción a su patrono o patrona, mezclada con trazos de superstición y folklore locales.

Esa noche, asistimos en la plaza de Viraco a los fuegos artificiales: un castillo y seis “vacas locas”, ofrecidos por algunos devotos. Luego, fueron encendidos varios montones de un liquen oleoso de la puna, llamado ccapo o yareta, que ardieron el resto de la noche, rodeados por la multitud exultante. El día siguiente fue dedicado a las peleas de gallos, y los dos subsiguientes a las corridas en la excelente plaza de toros, construida a un lado del pueblo. El cañazo del valle de Majes y la cerveza arequipeña se vertieron a mares en los sedientos visitantes y pobladores.

En cierto momento, se me ocurrió preguntar a algunos si sabían cómo había llegado Santa Úrsula a Viraco. Me miraron con acritud y desconcierto, como si los provocase, y sólo uno me reveló que estaba allí desde los tiempos de Manco Cápac, quien era su devoto.

Terminada esa semana de fiesta, el pueblo, con sus pocos habitantes, volvió a sumirse en su bucólica tranquilidad hasta octubre del año siguiente.

Festival de La Virgen del Sombrero o Santa Úrsula en Viraco

El Festival de la Virgen del Sombrero, también llamada Santa Úrsula, es una celebración que se lleva a cabo en el distrito de Viraco, dentro de la provincia de Castilla en el departamento de Arequipa. Si bien la fecha del festival es movible, este suele ser en el mes de Octubre, y dura una semana entre quincena del mes y el día 23, teniendo su día central el día 21 (dos antes que el final).

El atributo de “Virgen del Sombrero” dado a Santa Úrsula de Viraco, tiene su origen en un milagro que aconteciera años atrás, cuando los pobladores de la zona, viendo que la santa no presentaba corona le pusieron un sombrero en la cabeza, mismo que ahora ostenta. El párroco del lugar creyó que tal cosa era una ofensa, por lo que ordenó que se le fuera retirado, como consecuencia la virgen se le apareció en sueños pidiéndole que se le vuelva a colocar el sombrero que los devotos pobladores le habían elaborado y colocados. Desde entonces es conocida como tal y seguida con devoción por todos sus feligreses.

El primer día de celebración se puede apreciar el ingreso de los japeros, quienes son unas personas que enmascaradas representan a diferentes estatus, como policías, negras, entre otros y que se encargan de proporcionar la dosis de humor a la celebración. Este mismo primer día se da también el armado de los altares que saldrán en procesión y en los cuales se encuentran ornamentos florales, así como estandartes decorados con imágenes de santos. Tras el armado se continúa con el recorrido por las calles del distrito, mismo que dura hasta el anochecer, cuando los devotos de la virgen se encargan de realizarle una fiesta que inicia tras prender la yareta y que se continúa con una amplia gama de danzas entre las que se pueden oír y danzar marineras, huaynos, cumbias, entre otros, para culminar el primer día con la quema de un castillo de fuegos artificiales en homenaje a la Santa Patrona.

El siguiente día de celebración también presenta muchas danzas, aunque la figura de los japeros se hace extrañar. Es importante, como fecha clave del festival de la virgen el día del Despacho, donde se brinda la bendición al pueblo. Las danzas y fiestas de este día son destacables porque se escapa de los límites de la plazuela urbana y se llega hasta el morro donde se continúa la procesión seguida de bailes, para concluir con el ingreso del torero, en señal de que al día siguiente se iniciara la celebración a su cargo.

En efecto, al próximo día de celebración la congregación se realizará el desmontaje de los altares, aunque se continuará con los bailes y celebraciones, entre las que se incluyen peleas de gallos y corridas de toros. Respecto a esta última cabe mencionar que la duración de aquella depende del mundo de feligreses que hayan sido atraídos a la celebración, llegando a extenderse hasta dos días la misma.

Devoción y folclore se mezclan en un solo espacio durante las celebraciones en honor a la llamada Virgen del Sombrero de Viraco, donde además, no debe sorprenderse el visitante de ser partícipe de las bromas y burlas de los personajes cómicos de la comunidad.

 
 


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